«Opino que a los cincuenta cada uno tiene la cara que se merece»: George Orwell (escritor, periodista y novelista británico).
Por Ramiro Elías Álvarez Mercado.
La vida se pasó muy rápido. Así parece. Un cúmulo de vivencias se ha apoderado de mi memoria.
Llegué a este mundo terrenal el 14 de octubre del año 1974, un día lunes, según mi mamá a las 4:30 de la tarde, en un pueblo del Caribe colombiano llamado Planeta Rica, ubicado en el Suroriente del departamento de Córdoba. Conocida como «La Ciudad Bella y Cordial», un sitio acogedor, agradable, de gente sencilla, trabajadora y sobre todo noble. Nací en el hogar conformado por Julián Álvarez Herrera y Carmen Mercado Narváez. Lo que quiere decir que entro a formar parte de ese grupo de personas que comúnmente se les dice «cincuentones», «cincuentenario», «quincuagenario», «cuarenta y tantos», entre otros apelativos pero yo personalmente prefiero llamarla «la edad en que aún todo se puede».
No es nada nuevo: cumplir 50 años, es una etapa muy importante en la vida de un hombre o de una mujer. Tan temidos como esperados, los cincuenta marcan el fin de un ciclo e inauguran un nuevo capítulo en nuestra existencia.
La vida está construida de caminos que se nos presentan por delante, mientras avanzamos y el desafío es escoger cual de ellos tomamos. El que elijamos debe conducirnos a intentar cumplir nuestras metas y nuestros sueños. Y debemos transitarlo con pasión, alegría, responsabilidad y entusiasmo.
Hoy que llego al medio siglo la cantidad de reflexiones que se me vienen a la cabeza son enormes pero, sobre todo, más que reflexiones, estoy muy agradecido por todo lo que he vivido.
Cumplir 50 es como tomarse un baño de realidad. Antes, las personas no solemos tener unas sensaciones similares al cumplir años. Quizás a los 40 existe un primer «aviso» de lo que significa hacerse mayor pero es a los cincuenta que la toma de consciencia sobre la edad aumenta considerablemente.
Es el punto de inflexión en el que asumes que te haces mayor (de verdad). Un momento crucial en la vida de cualquier persona, ya que supone asimilar el envejecimiento. Sin embargo puede ser una fase maravillosa.
Es el momento del «ahora o nunca» de hacer lo que uno quiere y no tanto lo que se espera de nosotros.
Al llegar al medio siglo, nos encontramos en una posición única. Hemos vivido lo suficiente para acumular una gran cantidad de experiencias, tanto buenas, como malas. Hemos reído, llorado, amado, ganado, perdido. Y son este tipo de experiencias las que se convierten en lecciones de vida, que nos ayudan a comprender mejor quienes somos y como queremos vivir el resto de nuestro tiempo en este mundo terrenal.
Después de los cincuenta la aventura continúa y en vez de ver los años como el comienzo del declive, lo percibo como una nueva andanza, una nueva ruta por caminar, con mucha vida aún por delante, hay un mundo de posibilidades por explorar en el que pueden surgir nuevos intereses, hobbies y metas por alcanzar.
Nuestro destino puede ser impredecible, pero lo más importante es gozar su trayecto y vivir lo mejor posible cada instante. Sin dudas llegar a esta edad, significa una oportunidad de renovación.
A mis cincuenta años puedo decir que he vivido muchas cosas, y que, probablemente, también me queden muchas por vivir. Algo que tengo claro es que no quiero perder la frescura y creatividad. Quiero que mi vida siga dando lugar a cosas importantes y que le agraden a las demás personas, pero sobre todo a mí. Puede ser divertido y fecundo al mismo tiempo. Implica equivocarse a veces y hacer el ridículo en ocasiones pero abre un campo impresionante de posibilidades.
En definitiva llegar al medio siglo de vida es un logro en sí mismo. Un momento para celebrar nuestras experiencias y aprender de ellas. Nos invita a reflexionar sobre nuestro pasado pero también a mirar el futuro con esperanza, entusiasmo y optimismo. Aprovechemos este momento para encontrar inspiración y sabiduría en cada experiencia vivida.
¡Cumplí 50! Y me maravillo de ello, no porque sean muchos o pocos, pero sí porque son míos y por las historias que hay en cada uno de ellos.
Los 50 son 20 años de edad y 30 de experiencia.
Primero quiero agradecer a Dios, porque por el ando, respiro, camino, veo y por haberme permitido llegar a esta edad . A mis padres por el amor que me han brindado, es un regalo precioso que nunca dejaré de valorar, a mi esposa la cual encontré sin buscarla, pero es la casualidad más bonita que me pasó, junto a mis hijos son el capítulo más bello del libro de mi vida. Un agradecimiento especial también para mis hermanas, el resto de mi familia, amigos y por supuesto para mis seguidores y lectores.
Ramiro Elías Álvarez Mercado.
