Desde los campos del corregimiento de La Ceiba, en el Magdalena, emerge la historia de un soñador: Eminson Ortiz Florián, un compositor que desde los once años comenzó a escribir versos inspirados por el amor, la vida y su entorno. Nacido el 10 de diciembre de 1982 en jurisdicción del municipio de Guamal, este creador vallenato lleva más de dos décadas dedicándose al arte de escribir canciones con la esperanza de verlas interpretadas por grandes exponentes del género.
Su vocación artística se vio fortalecida a los 17 años, cuando se trasladó a Maicao, La Guajira. Allí, entre amigos músicos, encontró el impulso necesario para dejar atrás el anonimato y tomar en serio su pasión. Desde entonces, su lucha ha sido constante, más como compositor que como intérprete, con el firme objetivo de que sus letras lleguen a oídos del público de la mano de voces reconocidas.
Eminson ha encontrado en grandes como Hernando Marín, Roberto Calderón, «El Chiche» Maestre y sobre todo Rafael Manjarrez, una guía e inspiración. En cuanto a voces que admira, menciona a Beto Zabaleta, Jesús Manuel Estrada, Jean Carlos Centeno y Fello Zabaleta, a quien sigue con especial admiración.
Actualmente se encuentra aprendiendo a tocar guitarra, como una herramienta más para nutrir su proceso creativo, el cual —asegura— es guiado por Dios. Con 57 canciones escritas y solo dos grabadas comercialmente («Que vuelva el vallenato» y «Cómo olvidarla»), sueña con grabar un proyecto musical de seis temas, pero la falta de recursos ha postergado esa meta.

Ortiz es un compositor versátil: se mueve entre el vallenato clásico, el chandé, la nueva ola y el tropipop. Entre sus letras destacan títulos como «Tu amor de mentiras», «Le va a dar un Yeyo», «El comodín» y «Te buscaré», que reflejan una pluma inquieta y creativa.
Aunque aún no cuenta con una agrupación consolidada, su nombre ya empieza a sonar en las redes sociales:
Facebook: Emilymusic
Instagram: @eminsonortiz
TikTok: @eminsonortiz
Eminson Ortiz es uno de esos talentos silenciosos que persisten, que no se rinden. Porque cuando el arte nace desde el alma y se siembra con fe, tarde o temprano florece. Y él, como buen gallo de pelea, sigue cantando… con la esperanza de que un día el mundo entero escuche su canto.
