José Carranza: el juglar piñonero.

«¡Ay! Praga, Praga… Praga, donde el amor naufraga, en un acordeón»: Joaquín Sabina, cantautor español.

Por: Ramiro Elías Álvarez Mercado.

Según el neurocientifico y músico estadounidense Daniel J. Levitin en su trabajo investigativo titulado «Tu Cerebro y La Música, el estudio de una obsesión humana», «los instrumentos musicales figuran entre los artefactos más antiguos fabricados por el hombre que se han encontrado. La música precede a la agricultura en la historia de la especie».
Lo que quiere decir que la historia de la música y de la creación de los instrumentos musicales es tan remota como la misma historia del hombre. La humanidad siempre ha estado acompañanda por el sonido, ya sea con el trinar de los pájaros, el roce del viento con las ramas de los árboles, el susurro del mar al ser empujado por las corrientes de aire, el traquetear de la madera en el fuego o el ruido que produce las corrientes de agua de los ríos y riachuelos. Es entonces en donde el hombre cautivado y seducido por esa constelación de sonidos que proviene de la naturaleza y su entorno decide imitarlos por curiosidad y también por necesidad empezando a fabricar distintos tipos de artefactos que luego derivaron en instrumentos musicales.
Con el avance de la humanidad también llega la cultura de los pueblos y en ese intercambio de conocimientos, sabidurías y la oralidad que tanto reinan en el Caribe colombiano, fueron componentes imprescindibles para el nacimiento de un gran juglar de la música vallenata que aunque muchas veces es olvidado o no le han dado el reconocimiento que se merece, pero es digno de admirar, resaltar y enaltecer por la trayectoria y el aporte significativo que le ha dado a esta música de origen provinciano. Un hombre que con su acordeón al pecho creó un vínculo emocional tan especial que ha mantenido por siempre. Con su instrumento ha compartido momentos de soledad, fracasos, frustraciones, pero también de alegrías y éxitos. Me refiero a: José Francisco Carranza Martínez, quien le abrió los ojos a este mundo terrenal el día viernes, 19 de febrero del año 1954 en El Piñón, un pueblo encantador, con un paisaje natural rodeado de exuberante vegetación, bañado por el río Magdalena en el departamento del mismo nombre, lugar de sanas costumbres, gente humilde y trabajadora, de calles empedradas, casas coloridas y de rica cultura, donde la música y la danza tradicional son parte integral de la identidad de sus pobladores, algo que se refuerza en los festivales y eventos folclóricos que se hacen frecuentemente.
Nació en el hogar conformado por José Felipe Carranza Cueto y Antonia Martínez Manota, él un pescador que también se desempeñó como carcelero de su terruño y ella una ama de casa que ayudaba a la economía familiar con la venta de productos derivados del maíz: bollos y arepas.
José Carranza sintió el llamado musical desde muy pequeño, aunque el sonido del acordeón lo seducía lo primero que aprendió a tocar fue un tambor y una guacharaca, instrumentos que su padre le fabricaba de manera rústica y artesanal con objetos desechados como un viejo termo de café y bancos de madera. Ayudaba a su madre en la labor de moler el maíz con el que elaboraba sus productos, oficio que realizaba con alegría entonando canciones que estaban de moda y pegadas en la radio de maestros como: Alejandro Durán, Abel Antonio Villa, Pacho Rada, Calixto Ochoa, entre otros; hecho que le sacaba sonrisas a su progenitora, quien junto a su padre fueron parte fundamental en su desarrollo musical y un apoyo incondicional en su naciente carrera artística.

Los primeros acordeonistas que vio y escuchó fueron Virgilio de La Hoz y Augusto Orozco, sobre todo este último quien era contratado por un paisano suyo para ponerle serenata a una vecina de la que estaba enamorado, sin importar la hora el pequeño Carranza se levantaba guiado por ese sonido mágico que brotaba del acordeón y se detenía frente al evento lo que para él era un espectáculo embruajador y seductor y desde ese momento quedó flechado, la música se fue metiendo sin permiso en su alma y soñó con ser acordeonista y alegrar el corazón de la gente. Su señor padre José Felipe al notar el entusiasmo de su hijo con el acordeón hizo un esfuerzo económico y accedió a comprarle uno de segunda mano en el corregimiento Cantagallar, era de dos teclados bastante deteriorado, remendado con esparadrapo que tuvo un costo de 80 pesos, pero que generó una alegría indescriptible en el pequeño José. De regreso a su casa montado en un burro empezó a sacarle notas al instrumento que desde ese momento se convertiría en su juguete más preciado e inseparable amigo.
Las primeras melodías que aprendió a interpretar fueron ‘La Múcura’ y ‘Tumbé La Ceiba’ que fueron escuchadas en un principio por José Manuel Ospino, dueño de una tienda que quedaba cerca de su vivienda, quien en sus momentos libres tocaba el trombón y se terminó convirtiendo en una especie de guía musical que lo animaba y aconsejaba, con el fin de que creara sus propias melodías. Después de algún tiempo y siendo aún un niño ya con un repertorio musical aprendido empezó a recorrer pueblos circunvecinos como Pivijay, Salamina, El Copey, Fundación, Cerro San Antonio, siempre en compañía de su padre que lo cuidaba, y así poco a poco se dio cuenta que podía vivir del arte musical y que esta sería la profesión a la que se dedicaría por siempre.
A la edad de 15 años decide trasladarse a Barranquilla algo que sus padres no querían porque les daba temor que un jovencito como él fuera a tener los problemas que muchas veces hay en las grandes ciudades. Estando en «La Puerta de Oro de Colombia» organiza un conjunto con unos muchachos como él y empiezan a tocar en los sitios emblemáticos como el Teatro Tropical, el Paseo Bolivar, bares, restaurantes y estaderos de jueves a domingo. Los lunes iba a visitar a sus viejos en El Piñón, y como todo buen hijo les llevaba mercados y algo de dinero para ayudarles con los gastos de la casa.
Una noche cualquiera estaba reunido con sus colegas músicos en el restaurante La Terraza cenando y repartiendo el producido del día y les presentaron al señor Felipe Romero quien les dio una idea y les recomendó un estudio de grabación de Gabriel Zúñiga, quien luego de escuchar una interpretación con su acordeón le propone grabar un tema titulado ‘El Caballo Canelo’ de un paisano suyo piñonero llamado Medardo Rudas Riqueth, canción que luego fue un éxito por la agrupación venezolana «Los Melódicos».
De esa forma empieza a despegar su carrera musical ya en el ámbito de la grabación lo recomiendan con el maestro Adolfo Echeverría y su agrupación «Los Mayorales» quien al ver el jovencito de 15 años se sorprende por su talento y lo invita a que graben una canción de su autoría titulada ‘La Rebelde’ en el año 1969 y también lo acompañó con su acordeón y colaboración en arreglos musicales en temas como: ‘Leonor’, ‘Cartagena Historial’, ‘El Sapo y Su Combogao’ entre otros. Después de unos tres años de acompañar a Adolfo Echeverría se separa y graba con Epimenides «Epy» Zambrano padre del acordeonista y arreglista Jimmy Zambrano, quien tenía una agrupación llamada «El Dúo Epi»; con la voz de Víctor Salamanca graban un éxito de los años 70 titulado ‘La Vieja Trapito’ donde si aparece su crédito como acordeonista (J.Carranza) algo que nunca tuvo con la agrupación «Los Mayorales» .
La carrera musical de José Francisco sigue en ascenso y un día estando en el barrio el Santuario de Barranquilla llegó el señor Rafael Mendoza el autor de ese clásico canto vallenato titulado ‘Carrito Viejo’ grabado por la célebre agrupación «El Doble Poder», conformada por los maestros Ismael Rudas y Daniel Celedón, y le propone grabar unos temas en donde se destacaron ‘Chofer de Bus’ y ‘Mi Colegiala’ .
Luego se conoce con el cantante Ovidio Martínez con quien comienza a hacer ensayos y después de enviar muestras a distintas disqueras reciben una noticia positiva de CBS, hoy en día Sony Music. y les aprobaron la grabación de un sencillo con cuatro canciones que fueron ‘El Súper Mujeriego’, ‘ Insomnio de Amor’, ‘Los Caramelos’ y ‘Adios Mujercita’ los cuales tuvieron buena aceptación, motivo por el cual les terminaron grabando un trabajo discográfico completo titulado «Por La Puerta Grande» donde obtuvieron ventas de más de 20 mil copias que era una buena cifra para la época, posteriormente grabaron otro álbum que se llamó «A Todo Cañón» en donde se destacó la puya ‘La Pendejá’ .
José Carranza junto con Ovidio Martínez en el año 1982 para Fiesta Vallenata graban un tema de Franklin Benavides titulado ‘El Rey de la literatura’ que sin duda es uno de los más grandes homenajes que se la ha rendido a nuestro premio Nobel Gabriel García Márquez.
Con su conjunto ha recorrido todo el Caribe colombiano y algunos lugares del interior, así como el vecino país de Venezuela. En una de esas tantas fiestas y parrandas que ha amenizado en su pueblo El Piñón, un animador de nombre Kike Montero de La Hoz por el brío y calidad en la ejecución de su acordeón lo bautizó como «El Ciclón Piñonero» apodo que se convirtió en su nombre artístico.
«El Ciclón Piñonero» en su largo trasegar por la música vallenata ha tenido la oportunidad de hacer pareja musical con buenos cantantes que le han ayudado mucho en su catálago musical. Voces como Ramón Bertel, Beto Bermúdez con el sencillo ‘Grita Mi Corazón’ salieron victoriosos en el Carnaval de Barranquilla obteniendo el codiciado Congo de Oro en el año 1987. David Henríquez, Edwin Escorcia, su hermano Pablo Carranza, Fredy Andrade, Ricardo Maestre, pero definitivamente su época dorada fue al lado de Oswaldo «El Aparato» Rojano con quien anduvo por más de 20 años y grabaron cuatro trabajos discográficos, esa sólida unión se debió a esa simbiosis y entendimiento musical que siempre tuvieron, su acordeón se acoplaba perfectamente a la potente y clara voz que siempre caracterizó al «Aparato» Rojano.
El maestro Carranza no solo es un gran intérprere del acordeón, también se destaca como compositor, ha grabado con sus distintos cantantes alrededor de 32 canciones de su autoría donde sobresalen: ‘Con sabor a menta’, ‘La alegría de mi vida’, ‘Donde vayas me llevas’, ‘ Tanto rogarte’, ‘Tengo una pena’, ‘El recadito’, ‘Boquita sabor a coco’, ‘Mi gordita y yo’, ‘Tu natalicio’, ‘De mi te estás alejando’, ‘Rumbón alegre’, ‘No puedes fallarme’, son algunas de las muestras de su capacidad como compositor.
También ha realizado la labor de Instructor Musical de la casa de la cultura en su adorado pueblo, El Piñón, una loable labor que hizo con los niños, porque según algunos estudios, enseñar a un pequeño a interpretar un instrumento musical, en este caso el acordeón ayuda a desarrollar el cerebro y las capacidades cognitivas, porque la música potencia la actividad neuronal y aumenta la retención mental.
Carranza Martínez aunque ha grabado pocas canciones en su voz, canta con frecuencia en parrandas. En grabación se destaca la canción «Amigo» autoría de Rafael Mendoza grabada por Los Hermanos Zuleta, pero que por petición del compositor quien fue su compinche, compadre y amigo le pidió que la grabara porque para él no había nadie que le imprimiera ese sentimiento que transmitió el autor en su letra. José Francisco tiene una voz grave, limpia, potente, honesta y agradable al oído que lo convierte en músico completo, de esos que tocan, cantan y componen, requisitos que son tenidos en cuenta en la música vallenata para hablar de «Juglar». Ama tanto su su arte, su instrumento de pitos y bajos, porque cuando lo tiene en sus manos es como si se volviera parte de su cuerpo, igual que un niño con su juguete favorito, con un amor por la música que se evidencia en cada movimiento que hacen sus dedos cuando está ejecutando su instrumento bendito. No hay duda alguna que este maestro es también un gran baluarte del vallenato, de esos que aún siguen recorriendo nuestra historia musical y que con su aporte ha contribuido a la edificación de nuestra cultura, música y folclor, es por eso que estábamos en mora de realizarle un sincero reconocimiento al «Juglar Piñonero».
Este septuagenario maestro vive felizmente en el municipio de Soledad, Atlántico, en el barrio Manuela Beltrán, al lado del amor de su vida y musa inspiradora de algunas de sus creaciones musicales Josefa Calvo, en donde recibe la visita periódica de sus tres hijos y cuatro nietos. Pero sin dejar su delirio por la música, porque ahora se dedica a producir y dirigir trabajos discográficos de otros artistas en su estudio de grabación JOCAR RECORDS, y también tocando en una que otra parranda privada, porque esta pasión por el arte musical lo acompañará hasta que cierre sus ojos definitivamente.

Jorge Oñate con su voz marcó el camino de la música vallenata

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

La vida musical de Jorge Oñate la vivió de manera intensa y siempre buscando estar en el primer lugar porque el segundo no era el suyo. Por eso se prodigaba en realizar las cosas de la mejor manera y no dejar ningún cabo suelto. Todo se remitía a  su entrega y no dormirse en los laureles.

Con esa estrategia que aplicaba obtuvo los máximos honores en la música vallenata comenzando con las nueve grabaciones con los Hermanos López, que lo llevaron a darse a conocer en el ámbito vallenato. De ahí se desprendieron muchos clásicos que hoy son referentes de esas historias que nacieron en el campo y se extendieron por el universo vallenato.

Quién no recuerda cantos como: ‘Berta Caldera’, ‘El cantor de Fonseca’, ‘Amor sensible’, ‘Recordando mi niñez’, ‘No voy a Patillal’, ‘Las bodas de plata’, ‘Rosa jardinera’, Cerro Murillo’, ‘La muchachita’, ‘Mi gran amigo’, ‘El siniestro de Ovejas’, ‘La verdad’, ‘Altos del Rosario’, ‘Los tiempos de la cometa’ y ‘Déjala vení’.

En esa línea folclórica apareció Jorge Oñate en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 1972, acompañando en el canto y la guacharaca a Miguel Antonio López Gutiérrez, quien se coronó como Rey Vallenato, sin cantar ningún tema. Lo anterior lo llevó a ser considerado como ‘El Rey mudo’. También hizo parte de esa gesta el cajero Pablo López.

Esa noche de gloria ante el jurado presentaron el paseo, ‘Qué dolor’ (Luis Enrique Martínez); el merengue, ‘Dina López’ (Vicente ‘Chente’ Munive); el son, ‘Riqueza no es la plata’ (Francisco ‘Pacho’ Rada) y la puya ‘La vieja Gabriela’ (Juan Muñoz).

Años después, Miguel López al referirse al hecho de ser el primer Rey Vallenato en no cantar en la tarima, manifestó de manera jocosa. “En aquella ocasión me acompañó el joven guacharaquero y cantante Jorge Oñate. No se podía desaprovechar esa ventaja. Vea, con ese mampano no hacía falta dar a conocer mi voz”.

Premio a la Excelencia Musical

El 10 de noviembre de 2010 Jorge Oñate recibió en Las Vegas, Estados Unidos, por parte de Gabriel Abaroa, presidente de la Academia Latina de la Grabación, el Premio Grammy Latino a la Excelencia Musical, honor que en Colombia solamente ostentaba el maestro Rafael Escalona.

En ese acto a ‘El Jilguero de América’, se le juntaron todos los recuerdos de sus años de lucha musical y que arrojaban grandes frutos. Sus palabras fueron cortas, pero dicientes. “Recibo este significativo  premio con los brazos abiertos, pensando en todo lo que viene para mí y la música vallenata. Dios entrega las cosas a su debido tiempo”.

El canto de la unión

Era un anhelo, un sueño de los dos grabar juntos para dejar sus voces para la historia. Se volvieron a encontrar, como aquella vez en la iglesia Santa Cruz de Urumita, La Guajira, donde Jorge Oñate fue padrino de bautismo de Silvestre Dangond. A la hora de sentarse dieron vueltas por varias canciones hasta que se quedaron con ‘Volví a llorar’, de la autoría de Amilkar Calderón.

Ese canto quedó enmarcado en el alma de los dos. Se había cumplido el sueño y hasta lágrimas aunque no estaban invitadas se hicieron presentes.  Bien lo dijo Silvestre. “Esto me tiene los ojos aguaos”. En tres minutos y 59 segundos de canto acompañados del acordeón de Franco Arguelles, padrino y ahijado marcaron el destino.

Homenaje del Festival Vallenato

El 28 de febrero de 2021 Jorge Oñate se despidió de la vida cuando sus ilusiones volaban por el homenaje que recibiría en el Festival de la Leyenda Vallenata. Hacía planes y había prometido no perderse ningún evento. El homenaje se le hizo el año siguiente donde se destacó su inmensa gesta musical quedando las palabras de su esposa Nancy Zuleta. “Lo único que no puede morir es el legado dejado por Jorge Oñate”.

Los recuerdos aparecen y reseñan las palabras de Jorge Oñate, el día que se le hizo el anuncio del homenaje donde agradeció y dedicó unas sentidas palabras. “Yo nací con el Festival Vallenato, el mejor festival del mundo, lo digo con orgullo. El Festival Vallenato trae poesías, trae acordeón y trae cantos. He llevado por más de 50 años la bandera de la música vallenata y ahora estoy recogiendo los frutos. Gracias a todos”.

Además de su condición innata como artista de la música vallenata, Jorge Oñate se destacó toda su vida por ser un hombre muy humanitario. Son muchos los testimonios que dan fe del papel que siempre desempeñó como mecenas del deporte, apoyo para los más necesitados, y una labor que fue impronta en su vida: gestionar ante las autoridades de turno la solución para múltiples necesidades de su querido pueblo, La Paz.

El mejor cantante

El artista que grabó el mayor número de clásicos vallenatos siempre se reía porque le inventaban hechos que no habían sucedido. A esas ocurrencias las bautizaron como “Oñatadas”. Claro, que a él le gustó un interrogante que tampoco le habían planteado. ¿Quién es para usted el mejor cantante de la música vallenata? Cuentan que él respondió. “Jorge Oñate, ‘El Ruiseñor del Cesar’ y ‘El Jilguero de América”. Y tenían razón.

Hoy como ayer se sigue escuchando el canto del artista que amó la música vallenata en toda su dimensión. Entonces, las añoranzas se recrean en el siguiente verso: “Quiero ver pasar los años con la dicha que me inspira, quiero estar enamorado hasta el resto de mi vida”…

MATRONA DE MI TIERRA: una canción con la que se le rinde un sentido homenaje a esas mujeres valientes, altruistas y comprometidas que dedican su vida al servicio de los demás!.

«El que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla»: Robert Browning (poeta y dramaturgo inglés).

Por : Ramiro Elías Álvarez Mercado.

Las canciones nos transportan, nos inspiran, nos hacen soñar y recordar; hay cosas que repito con frecuencia y una de ellas es: que el respeto y la admiración son un acto noble que debemos demostrar a diario. Puede ser a través de un gesto sencillo, como hacer un regalo de manera inesperada, haciendo un favor desinteresado o simplemente mandando un mensaje de buenas noches. Los compositores y músicos a diferencia de los que no lo somos tienen la habilidad de plasmar con letras y melodías ese sentimiento, y es precisamente lo que hizo el cantautor Hochiminh Vanegas Bermúdez, conocido artísticamente como «Hochi» con las «Matronas», esos seres especiales con una iluminación divina que luchan contra la corriente y que han hecho suyas la reivindicación de las mujeres.
Hochi se inspiró en una sensación de tristeza que dejó la partida de este mundo terrenal de Matilde del Carmen Acuña, conocida como «Maty» una señora que se caracterizó por cautivar con su alegría, entusiasmo, energía y enseñanzas a la gente de Fundación, Magdalena, aunque nació en la tierra del Nobel Gabriel García Márquez, Aracataca, esta gestora comunitaria quien en su trasegar anduvo por Valledupar, Barranquilla, Guadalajara, México, fue en Fundación donde se convirtió en una guardiana de las costumbres y tradiciones de esta región que hace parte de ese «realismo mágico» que sirvió de fuente para que «Gabo» desplegara toda su magia como escritor. Esta matrona dedicó su vida a enaltecer, preservar y transmitir todo ese legado que heredó de sus ancestros a las nuevas generaciones .
Como era de esperarse por la alegría que siempre irradió y reflejó «Maty» la canción fue hecha en un aire musical que produce energía, bullicio, jolgorio, ambiente festivo, con una melodía de colores vivos que nos hace sentir como si estuviéramos en una carnestolenda eterna, donde el Rey Vallenato 2006 Alberto «Beto» Jamaica con su acordeón bendito hace una magistral interpretación que se complementa perfectamente con el coqueteo que produce el golpe de las tamboras y la incesante marcación del bombardino, la dulzura de la guitarra y la fuerza melódica del bajo, en una simbiosis total que lograron captar la inspiración del cantautor, que junto a su voz lograron que este pegajoso chandé fluyera de manera natural y con la sabrosura que caracteriza este aire musical.
La cultura, el folclor y la música es algo que debemos preservar y proteger, porque es el ensanchamiento de la memoria y el espíritu de un pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, su modo de pensar y de vivir; algo que el compositor Hochiminh Vanegas Bermúdez está haciendo seguido, porque con su mente creativa y su sensibilidad viene logrando grandes cosas en la difusión de la música del Caribe colombiano, que son el resultado de una serie de pequeñas cosas reunidas .

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Ramiro Elías Álvarez Mercado
alvaresramiro872@gmail.com .

Valeria Lozano: una joven cantante que se está abriendo paso con su voz hipnótica y seductora en este competido mundo vallenato.

«Cantar es lo más personal que puedes hacer. Es como respirar»: Celin Dion (cantautora canadiense).

Por Ramiro Elías Álvarez Mercado.

La música es como un medio de comunicación profundo y transformador: capaz de conmovernos, desafiarnos y despertar nuestra imaginación, es un lenguaje universal que trasciende barreras culturales y lingüísticas, que se caracteriza por tener el poder de emocionar, inspirar y transformar a quienes lo experimentan.
A todos nos gusta de una u otra forma cantar pero a la mayoría nos parece una catarsis porque no tenemos una buena voz o bien sea por temor a hacer el ridículo, pero hay personas que saltan ese muro de la timidez y se arriesgan a exponer ese talento que tienen oculto y se lanzan al ruedo musical. En este competido medio de la música vallenata hemos sido testigos de un fenómeno que viene sucediendo hace varios años y es la aparición de muchas mujeres que con sus talentos, bellezas, carismas, fuerzas y valentías vienen refrescando y haciendo un aporte significativo en la construcción de esta gran pirámide en la que se ha convertido esta expresión musical: compositoras, acordeonistas, cajeras, guitarristas, guacharaqueras y por su puesto cantantes que le han dado un nuevo oxígeno a la música vallenata.
Una de esas nacientes figuras que promete continuar con el legado de esas grandes voces que por años nos han deleitado en la música de Francisco el Hombre es Valeria José Lozano Beltrán: hermosa, talentosa y carismática mujer que llegó a este mundo terrenal el jueves 25 de abril del año 2002 en el hospital Fray Luis de León, en una esplendorosa y soleada tarde en la tierra donde se desarrolló la historia de «El Hombre Caimán», el municipio de Plato, departamento del Magdalena.
Este exótico pueblo de mitos y leyendas, fiestas algarabías y alegrías posee una privilegiada posición: está ubicado en la ribera oriental del majestuoso e imponente río Magdalena: fuente de sustento, vida, flora, fauna silvestre e inspiración de sus pobladores; en su territorio se encuentra gran parte del complejo cenagoso de Zárate, Malibú y Veladero considerado como el segundo más importante del territorio colombiano. Allí en el hogar conformado por Ítala María Beltrán Marenco y José Lozano Andrade nació Valeria rodeada de mucho amor, pero también de parrandas vallenatas dado que su padre, un abogado de profesión que nunca ejerció y se dedicó a los negocios independientes como la ganadería, la agricultura y otras inversiones, conocido como «el gran Pepe Lozano», fue un animador de interminables parrandas y gestor cultural, saludado por distintos cantantes de la música vallenata. Su madre una instrumentadora quirúrgica también amante del vallenato gustos que desde un principio fueron heredados por su hija de donde claramente viene esa inclinación musical ya que su padre siempre le cantó desde niña, cantos con los que la arrullaba hasta conciliar el sueño. Es la mayor de tres hermanos: María Josefina, de 16 años quien también tiene una buena voz y en algunas ocasiones le hace coros a su hermana mayor y el gran José José de 12, a quien le gusta la guitarra y toca la lira en la banda de su colegio, lo que quiere decir que la música ha estado en su vida desde antes de ser concebida por sus padres.
Lozano Beltrán sintió ese llamado musical desde muy niña en su terruño y poco a poco lo fue desarrollado y mostrando en su colegio Inmaculada Concepción de las monjas terciarias capuchinas donde realizó sus estudios de básica primaria y bachillerato en el que se destacó por ser una alumna sobresaliente en la parte académica y sobretodo con un buen oído musical. Sonidos como el tic tac de un reloj marcando la hora, el canto de los pájaros, las notas de un acordeón y una guitarra siempre la inquietaban; es decir, que la música se convirtió en algo cotidiano para ella, la relajaba, le mejoraba su estado de ánimo y ese magnetismo la hacía sentir feliz.
Aprendió a tocar guitarra y sumado a su voz hizo que su amor por esta expresión musical aumentara y esta razón le dio la claridad suficiente para pensar y soñar que con su talento y voz deleitaría a un público presente en los distintos escenarios donde se presentaría.
Valeria José es admiradora de la mayoría de los grandes cantantes que han escrito con letra indeleble la historia del vallenato, pero siempre estuvo seducida por la voz de su padre «Pepe» Lozano, quien le cantaba las canciones que se escuchaban en la radio que eran éxitos del momento, pero sobre todo la de los Hermanos Zuleta Díaz en razóna que era un «Zuletista» de tiempo completo.
Como amante y seguidora de la música vallenata le gustan esos autores que cuentan en sus letras vivencias y contenidos profundos con un lenguaje literario de gran factura que con sus canciones llenaron de éxitos el pentagrama vallenato, pero tiene una mayor inclinación por la obra del maestro Hernando José Marín Lacouture, quien se caracterizó por su marcado estilo en el que plasmaba y reflejaba rasgos de rebeldía, romance, poesía, picaresca y costumbrismo.
Hoy en día Valerian Lozano es una de las mujeres dedicadas al canto vallenato que tiene mucha aceptación en las redes sociales y canales de difusión. Sus vídeos, sus interpretaciones de clásicos de la música vallenata son muy apetecidos por el sentimiento y la calidad vocal que le imprime a sus interpretaciones y es que después de escucharla con ese respeto y admiración por las versiones anteriores de esos exitosos cantos, nos demuestra que su cantar es una fascinante forma de arte increíble que nos atrae y sabe como tocar las fibras y emociones de quienes la escuchan.
Las palabras no son para explicar cuán profundamente los cantantes están apegados a la música, pero la demostración y entrega que Valeria hace en el escenario en cada presentación enciende ese fuego que lleva por dentro y esa dosis de inspiración es recibida con entusiasmo y alegría por sus seguidores.
Su voz conmueve por ser pura, vigorosa, pero al mismo tiempo agradable al oído, es como si llevara toda una vida dedicada al canto.
Valeria José Lozano Beltrán está dedicada a su pasión que es la música, sus presentaciones en el Caribe colombiano aumentan significativamente, pero no ha echado en saco roto sus estudios profesionales, antes por el contrario está que logra este objetivo que siempre se trazó en la vida y hoy en día cursa su último semestre de ingeniería ambiental en la Universidad del Magdalena donde está becada por su talento.
En su naciente carrera artística ha grabado varios ‘covers’ y producciones con canciones representativas de la música vallenata.
En este momento hace pareja musical con el joven y talentoso acordeonista natural de San Jacinto, Bolivar, Carlos Olivera, un muchacho que tiene una nota, pulcra, coherente, siguiendo los pasos de sus maestros antecesores en la ejecución del acordeón.
La primera canción que grabó es de la autoría del guitarrista y cantante Juan Pablo Marín Álvarez, hijo del maestro de la composición Hernando Marín, titulada «Pacto de Amor» que se la dedicó a su querido padre «Pepe» Lozano en el primer año de su fallecimiento. Colaboró con Miguel Herrera en la grabación a dúo de la canción «Mi Poema» del maestro Rosendo Romero Ospino, así como la participación en el álbum ‘Frente a La Poesía’ «Vallenato Auténtico Volumen III» que viene liderando Hernán «Nancho» Gómez en donde cantó una puya a dos voces titulada ‘Quien manda a quién’ con Aldair Velázquez, obra del compositor Pedro Otálora, y el acompañamiento en el acordeón de Óscar Correa.
Valeria sigue con sus actuaciones y también se vienen nuevos proyectos para este año 2024 de la mano de grandes exponentes del folclor vallenato como el acordeonista Horacio Escorcia Marchena y la participación en la producción ‘Guitarras del Alma’ al lado de los guitarristas Mancel Cárdenas y Juan Carlos Vargas «Mogolla» y Alma Parrandera.
Con la música metida en su alma empezó a darle rienda suelta a su imaginación y se estrenó como compositora y presentó una canción de su autoría titulada ‘Si el amor no te alcanza’ lo que seguramente será el preámbulo para que broten más inspiraciones de esta bella y diciente expresión musical.
Es probable que me quede corto de palabras al momento de expresar la admiración que me ha generado esta joven artista: Valeria José Lozano Beltrán, pero tengo el presagio que su seductora, fascinante y magnética voz estará dando de que hablar los próximos años y acaparando las portadas de los medios de comunicación porque es talentosa, sencilla, con ese temple de mujer visionaria, que emana energía positiva.
Así como los diamantes se van puliendo de la misma manera Valeria lo va haciendo sin afanes, pero con optimismo, dedicación, profesionalismo y responsabilidad. Diamante, palabra que proviene del griego «Adamas» que significa «inalterable, indomable, indestructible», eso mismo queremos los seguidores de esta bellísima artista que siga conservando ese estilo romántico, costumbrista y soñador, que su linda voz no se altere y que cante sin marchitarse de manera vitalicia, para que su nombre forme parte del firmamento vallenato y su estrella ilumine y quede plantada entre los grandes exponentes de esta música de origen provinciano que se ha convertido en la cara más amable de Colombia ante el mundo.
La pueden seguir y escuchar en sus redes sociales.

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Wilson de Jesús Olmos Álvarez: un compositor que supo cristalizar sus sueños y convertirlos en canciones.

«Si: soy un soñador: porque un soñador es aquel que sólo encuentra su camino a la luz de la luna y cuyo castigo es ver el alba antes que el resto del mundo»: Óscar Wilde, escritor, poeta y dramaturgo de orígen irlandés.

Por: Ramiro Elías Álvarez Mercado

La historia de muchos de los seres humanos comienza siempre con sueños. Desde la independencia económica hasta las ansias por cambiar el mundo, pasando por la necesidad vital de hacer lo que a uno le gusta.
Es común, sobre todo en nuestra vida cotidiana que nos encontremos con muchos obstáculos y algunas limitaciones que intentan derrumbar y hacen tambalear esos sueños. Es entonces cuando más que nunca hay que revivirlos, porque esa marcha inició por ser soñadores y nos recuerda que las cosas no son fáciles, pero que a veces lo imposible se hace posible.
El empresario británico Richard Branson dijo estas palabras «todos deberíamos soñar y animar a los demás a soñar, porque soñar es uno de los regalos más grandes de la humanidad».
Pero si hay alguien que tuvo la capacidad de hacer realidad sus sueños, porque su mente e imaginación pudieron generar estas ideas fue Wilson de Jesús Olmos Álvarez, quien a lo largo de su niñez y adolescencia ideó aquellos objetivos que más tarde pudo cristalizar en su madurez contra viento y marea, a pesar de su sufrida y sacrificada vida. No todos conseguimos hacer realidad aquello con lo que soñamos, pero solo la idea romántica de poder lograrlo puede motivarnos enormemente en nuestro día a día.
Wilson Olmos nació en Barranquilla el lunes 17 de septiembre de 1973, sus padres fueron Aníbal Olmos Castro y Dora Isabel Álvarez Pérez, lamentablemente se separaron aún estando él en el vientre materno, algo que empezaría a marcar su difícil situación.
Al poco tiempo de nacido su madre se traslada y se radica en el corregimiento de Palmira dentro de la jurisdicción del municipio de Pueblo Nuevo en el departamento de Córdoba, en el Caribe colombiano, en donde empezó a crecer en el hogar de su abuela materna María Isabel Pérez García que junto a su progenitora hicieron parte de su crianza.
Como la mayoría de los niños tuvo las caricias maternales y esa demostración de ternura por parte de su mamá, quien con toda la delicadeza lo cuidaba y mimaba en esa primera fase que hace parte del arco de la infancia; es decir, la etapa del habla, el por qué?, y la consolidación de conocimientos básicos, que le fueron enseñandos con amor para que pudiera valerse en la vida y lo levantaba con dulzura ante cada caída. Como para la mayoría de las madres los hijos somos lo más lindo del mundo y de ese amor que la señora Dora Isabel le mostraba a su primogénito Wilson, lo que comenzó como «hijo bonito» frase que causaba risa en sus familiares y vecinos, fue cambiando con el tiempo y la redujeron a «Boni» para quedar definitivamente como «El Bonny» apodo que se convirtió en una especie de nombre artístico para Olmos Álvarez que lo ha acompañado por siempre.
Si algo tenemos aprendido es que en la vida no todo es alegría y es precisamente en un día que en Colombia es motivo de celebración y fiesta como lo es el 8 de diciembre donde se celebra La Inmaculada Concepción. Una festividad religiosa que inicia su tradición con el alumbrado el 7 de diciembre, conocido como «el día de las velitas» se convirtió en el más triste para Wilson de Jesús, porque ese día partió de este mundo terrenal su señora madre, esa vela colorida, luminosa y resplandeciente que era para él se apagó definitivamente ese 8 de diciembre del año 1987, cuando solo contaba con escasos 14 años edad, hecho luctuoso que marcó su vida para siempre.
Allí en Palmira un reducido caserío de solo doce viviendas y al cual «El Bonny» considera bendito y sagrado ya que siempre se ha considerado un hombre de fe y espiritual. Rodeado de gente noble, trabajadora, sencilla y humilde creció este futuro compositor, rodeado del fresco y verde aroma que se desprende de los montes, las flores y animales silvestres y de corral, el fluir cantarino y las aguas cristalinas del los arroyos el Marcio y el Santiago y un olor a café matutino recién preparado, el crepúsculo, la luna y el cielo estrellado. Todo ello, sumado a la tristeza interior que llevaba en lo más profundo de su alma y corazón, fueron motivos para despertarle la inspiración que lo condujo a convertirse en un compositor de música vallenata, que supo plasmar con letras y melodías esos sueños y vivencias que tuvo desde que empezó a entender la vida.
En esta etapa de adolescente trabajó como «lechero»; es decir, recogiendo leche en burro en distintas fincas de la región y trasladándola a un comprador en su pueblo, cultivó la tierra de yuca, plátano, maíz, ñame, arroz y también hacía lo que llamamos en esta región de Colombia como «pajarear arroz» que consiste en espantar los pájaros para que no se coman la cosecha de este grano.
En esos quehaceres diarios en compañía de su tío Aridio Álvarez Pérez, empezó a darle rienda suelta a su imaginación y fue entonces como fluyeron sus primeros versos y melodías, soñaba con algún día escuchar sus canciones en la radio y empezó a seguir de cerca los conjuntos vallenatos que se escuchaban en el momento .
Wilson se ha caracterizado por ser un hombre agradecido y uno por el que siente ese sentimiento fue su profesor de primaria en La Escuela Rural Mixta San José de Palmira de nombre Jairo Salazar Rivas natural del departamento del Chocó quien tuvo que ver mucho en su formación académica, pero también le inculcó buenos valores que les enseñaba con mucho ahínco y dedicación. Un docente que le apostaba a la educación y capacitación integral de sus alumnos.
Ya con la música metida de lleno en su ser, en la casa de su tío Aridio escuchaba en una grabadora un programa que transmitía el periodista y locutor Wilfrido Peña Salgado el cual era muy escuchado y gozaba de mucho prestigio que se llamaba «Vallenatos Punto Tres» en el que se entrevistaba a grandes exponentes de la música vallenata y programaban sus catálagos musicales, algo que para «El Bonny» era un deleite, una válvula de escape en la que se refugiaba después de un día ajetreado.
Olmos se caracterizó por ser una persona muy tímida y cuando empezó a hacer sus canciones le daba pena mostrarlas, solo las cantaba para él, hasta que un día una vecina suya, la señora Rosario Padilla lo encaró y le dijo que se había enterado del don que tenía para componer y le insistió para que le cantara una de sus canciones, a lo que con un poco de pena accedió y le cantó una titulada «Fuiste mi Reina», situación que dejó gratamente asombrada a doña Rosario, lo felicitó y ánimo a que siguiera creando canciones y las diera a conocer porque según ella, sus piezas musicales no tenían nada que envidiarle a la de los autores reconocidos.
Wilson Olmos se considera un admirador y seguidor de muchos compositores de esa línea lírica, romántica y poética en el vallenato como: Gustavo Gutiérrez Cabello, Rafael Manjarrés Mendoza, Hernando Marín Lacouture, Rosendo Romero Ospino, Fernando Meneses Romero, pero si hay alguien del que él aprendió más y tuvo en cuenta en su etapa de formación fue a Unaldo Efrén Calderón Cujia, este compositor se metió sin permiso en su mente, en su esencia y le modificó muchas cosas para bien, tal vez porque se identificaba con ese estilo de este maestro miembro de esa excelsa familia de compositores de San Juan del Cesar, La Guajira «Los Calderón». Las letras de Efrén tienen una mística en su poesía donde el impacto del dolor humano alcanzan mayores ribetes que en otro compositor, sus melodías tienen mucha melancolía, son de tonos ocres y pasteles que muchas veces reflejan tristeza por algún desamor o la perdida de un ser querido. Situaciones que en cierta medida ha experimentado Olmos Álvarez en el trasegar de su vida.
Wilson de Jesús poco a poco se fue soltando y le fue mostrando sus composiciones a sus amigos de infancia como: los hermanos Julio y Carlos Atencia que cantaban, tocaban violina, caja y guacharaca, Cristo Meza quien los acompañaba con una vieja guitarra instrumento que «El Bonny» aprendió a interpretar con solvencia, una grabadora de pilas ante la carencia de luz eléctrica para grabar sus nacientes letras y melodías y los coros de su primo Darío Calle Álvarez ( hoy en día un respetado y admirado anestesiólogo ) bajo la mirada atenta y alegre de doña Rosario Padilla, fueron estos personajes los primeros quienes con aplausos, sonrisas, creyeron y estimularon el talento de este adolescente, porque observaron en él todo un artista en ciernes.
La difícil situación económica y las pocas oportunidades laborales para un jóven aún menor de edad, hicieron que se trasladara al municipio de Ayapel en el departamento de Córdoba, para trabajar como pescador en el río Mucura en Bocas de Sejeve, un oficio desconocido y que se tornó muy difícil , porque la pesca se realizaba de noche y se le hacía complicado conciliar el sueño de día algo que le causó un desgaste físico y mental.
Luego estimulado por sus compañeros de faenas habituales, seducidos por la fiebre del oro opta por un nuevo y desconocido sendero y desplaza hasta los municipios mineros antioqueños de El Bagre y Cáceres donde logra ahorrar un pequeño capital, el cual decide invertir en adquisición de mercancías. Y es aquí cuando a través de la compra y venta de productos varios, conoce el departamento de La Guajira y específicamente el municipio de Maicao, epicentro comercial, pero también de música vallenata.
Allí, en dicho lugar, se da a conocer, cantando versos por doquiera de su autoría y también de las canciones de moda que estaban pegadas en ese momento en las voces de Diomedes Díaz, Rafael Orozco, Poncho Zuleta, Jorge Oñate, Beto Zabaleta, Iván Villazón, Farid Ortiz, entre otros, grandes y representativos exponentes del folclor vallenato.
Wilson considera que este tránsito por la tierra de Francisco el Hombre fue clave para afianzar sus aspiraciones, de ser una figura conocida en el ámbito musical y darle un mayor aliento a su naciente carrera artística.
Luego de transitar por distintos lugares se radica en la «Ciudad Bella y Cordial», Planeta Rica, Córdoba, en donde se convirtió en uno de sus hijos ilustres adoptivos y conoció a Raúl Medrano Díaz quien lo orienta para que ponga una venta de cassettes, dulces, golosinas, cigarrillos y variedad de artículos en el parque central del pueblo, lo que comúnmente llaman los lugareños como «Chaza», con la que su situación económica tuvo una notable mejoría.
Si alguna meta tuvo clara Wilson Olmos Álvarez fue la de continuar sus estudios de secundaria, los cuales concluyó en la jornada nocturna de la Institución Educativa José Hilario López.
Tras haberse graduado como bachiller y cumplido con éxito este objetivo pone su mirada en lo que tanto había soñado: consolidarse como compositor de las cosas que tienen relación con su vida, sueños, frustraciones, anhelos, tristezas, alegrías y obviamente de lo que ocurre en todo su entorno. Es así como en el año 1992, se relaciona con una agrupación oriunda del Bajo Cauca antioqueño conocida con el nombre de «La Revelación Vallenata» quien le graba su primera canción titulada ‘Murió Mi Esperanza’, en la voz de Alfredo Ríos y el acordeón de Darío Ricardo.
Ese mismo año obtuvo el primer lugar en un concurso de canción inédita, llevado a cabo en San Benito Abad, Sucre, en la cual le rinde un homenaje a su señora madre que tituló: «El dolor de un poeta», tema este que aún continúa inédito.
Posteriormente en 1993 se erige ganador del segundo Festival de El Diabolín, en Pueblo Nuevo, Córdoba, con la canción «Una Rosa en el alma», la cual fue grabada por la agrupación «Los Serenateros», en la voz de Julio Mejía Miranda y el acordeón de Gabriel Arroyo.
Para continuar con su ascendente carrera musical como compositor, «El Bonny» le hace entrega a Miguel Durán Jr dos termas que se constituyeron en éxitos ‘Al Final del camino’ y ‘Morían mis sueños’, pero años más tarde el mismo Miguel Durán Jr reenchaucha su canción anteriormente grabada por la «Revelación Vallenata» titulada ‘Murió mi esperanza’ la cual tuvo un éxito rotundo y se convirtió en un clásico de la música vallenata y de paso su cédula musical y su canción con más versiones, cabe resaltar que este tema retumbó en todas las emisoras de la Sabana sucreña el día del fallecimiento de Miguel Durán Jr y con ella fue despedido en su última morada .
Entre los grupos musicales que han grabado su obra encontramos: Emilio Oviedo y Edwin Cantero, Nayo Quintero y Roland Valbuena, Los Hermanos Carlos y Guido Malo( El Dúo Sensacional), Beto Pastrana y Pacho Arroyo, Edwar Morelos, Keiner Ortíz y Edwar Morillo.
En el estilo de «El Bonny» a lo largo de su carrera, ha prevalecido el tono romántico, íntimo de lamento con una lírica estética y mensaje altivo sin melodrama; una estructura melódica arrullante, haciendo un manejo hábil de figuras literarias como: símil, hipérboles, metáforas, mezcladas de una forma exquisita y maravillosa. En sus canciones procura resaltar la belleza de la mujer y ponerla en el pedestal que ella se merece, algo que se ha perdido en los compositores jóvenes de hoy en día, muchos de los cuales, por el contrario lo que hacen es denigrar de ese ser precioso que nos regaló el Supremo Creador.
El repertorio de este compositor es muy extenso y aunque su fuerte es el paseo lírico-romántico, ello no ha sido óbice para componer temas de la música sabanera como Porro y Chandé, al igual que Rancheras en estilo cristiano en donde resalta su espiritualidad y fe.
Este humilde varón es un ser maravilloso y un ejemplo para imitar, después de tanto sacrificio y sufrimiento, la vida le recompensó tantos esfuerzos y le formó un caparazón fuerte e irrompible que es digno de los más grandes elogios de parte de propios y extraños.
Olmos Álvarez siguió con su carrera musical, pero al par con sus estudios superiores y obtuvo el título de tecnólogo en sistematización de datos de La Universidad Antonio Nariño y luego alcanzó su título profesional en ingeniería de sistemas de la UNAD ( Universidad Nacional Abierta y a Distancias). Después de tantos ires y venires y uno que otro desamor, cupido con su flecha tocó las puertas de su corazón y le pone en su camino al amor de su vida Verónica del Rosario Arteaga Lambraño de cuya unión nacieron sus tres retoñitos Armando Javier, Verónica Lorena y Samuel, ella su fiel compañera por más de dos décadas tampoco escapó a su pluma mágica y ha sido musa inspiradora de varios de sus bellos y poéticos cantos como: ‘Mi Princesita’, ‘Lindo Amar Así’, «Amarte a Ti’ . Ella lo acompaña y lo ayuda en su almacén de tecnología que no podía tener otro nombre que «Bonny PC «.
Con más de 50 canciones grabadas y unas 80 inéditas, este compositor que aún sigue siendo un soñador, convirtió esos sueños que parecían inalcanzables en realidad. Con el se aplica perfectamente la vieja y sabia frase que dice «el que persevera alcanza». Wilson Olmos Álvarez se demostró así mismo y a los demás que rendirse nunca hizo parte de su léxico y que es un ejemplo de vida para todos, porque siempre tuvo presente que muchas veces la última llave es la que abre la puerta.

Ramiro Elías Álvarez Mercado