EL HOMERO LATINOAMERICANO

Por Hernán Baquero Bracho

Resaltando los grandes baluartes del folclor vallenato rendimos un homenaje a «El Ciego de Oro», el inmortal Leandro Diaz Duarte, el del verso fino y de la melodía costumbrista. El poeta inmarcesible que veía con los ojos del alma. El mejor compositor de todos los tiempos que ha dado la música vallenata.

El folclor vallenato todavía siente con nostalgia, la muerte de uno de los grandes compositores de este campo, Leandro Díaz Duarte, ocurrida al filo de la media noche del sábado 22 de junio del año 2013 en la clínica del Cesar en la ciudad de Valledupar. Contaba con ochenta y cinco años de edad (este año estaría cumpliendo 94 años), había nacido una mañana cualquiera de carnaval, un 20 de febrero de 1928 en la finca familiar Alto Pino, en aquellas calendas municipio de Barrancas y hoy municipio de Hatonuevo. Autor de más de cien canciones con las cuales inmortalizó al vallenato donde “la diosa coronada” sirvió como epígrafe en la obra del laureado nobel Gabriel García Márquez, “el amor en los tiempos del cólera”, canción esta con la cual identificaban los cachacos como Daniel Samper Pizano a este viejo gallardo, ciego de nacimiento, pero Dios le entregó los ojos del alma, por ello la composición “Dios no me deja” fue como una profecía de lo que sería su vida en ochenta y cinco años de una vida llena de afujías y de temple, tal como lo expresara su hijo Ivo Díaz quien con lágrimas en los ojos le decía al mundo que su papá fue un valiente ante la vida que le tocó llevar.

Esperamos que este mes de febrero en curso, el alcalde de Hatonuevo, Luis Arturo Palmezano Rivero, como buen hatonuevero que es, le haga un reconocimiento cultural a todo lo que representó Leandro Díaz Duarte, en su vida musical y la grandeza de sus canciones. Y hay que reconocerlo que Luis Arturo Palmezano como buen hatonuevero, siempre le ha hecho grandes reconocimientos al inmortal Leandro Diaz.

“El Homero latinoamericano”, fue un verdadero milagro en el transcurrir de su vida. Sus canciones fueron la expresión clara de su profunda inspiración y la realización precisa e incontrovertible de lo que describía, sin nunca haberlo visto, pero que captó con su extraordinaria inteligencia, ayudada como el mismo lo expresara, con los ojos del alma, con los que aseguraba comunicarse con el mundo exterior. Le cantó a la naturaleza, a las mujeres que fueron en la mayor parte fuente de su inspiración como por ejemplo “Matilde Lina” inmortalizada por tantos artistas entre los cuales sobresale Carlos Vives, quien sentía un profundo afecto por este ciego gallardo y la última vez fue en una noche memorable del mes de septiembre del año 2012 en el municipio de Villanueva, en la plaza principal, cuando en una gesta donde Carlos Vives con su compadre Egidio llenaron de emoción al pueblo villanuevero que la Ex alcaldesa Claudia Gómez Ovalle hizo el esfuerzo para que por primera vez cantara en la tarima Escolástico Romero, cuando el artista samario llamó al “Ciego de Oro” a la tarima a cantar a dúo con él, miles de personas coreaban “Leandro, Leandro, Leandro”, momentos para no olvidar y que quedaron en la retina de miles de villanueveros, vallenatos y guajiros.

Pasó sus primeros años en la finca de familia alto pino, donde nació y dio muestra de su inteligencia al predecir el futuro con tanto acierto que mucha gente caminaba distancias solo para consultar al pequeño adivino, que con el tiempo vio transmutar esa cualidad por la poesía y el canto. Los primeros años de su vida, aquellos que no recordaba y los que recordaba con precisión fueron los más difíciles. Era un objeto inútil que no lograba despertar algo distinto a la compasión. Los primeros pasos los dio en medio de tropezones, golpes imprevistos, caídas de aprendizaje y la sensación de estar siempre en el lugar menos indicado. Más tarde, siguieron más tropezones: en el campo, cuando aprendió a buscar por si solo el camino de sus canciones. En los pueblos, donde descargaba la razón de su garganta, que era la misma que la de su vista. En las mujeres, que conoció tarde para la edad pero joven para el amor. En cada verso que afloraba de su maravillosa testarudez. Es decir, antes de levantarse del piso, ya estaba agarrado del cielo.

Su maravillosa memoria, su elevada inspiración poética y musical, sus altas calidades humanas, no demoraron en hacerlo el hombre más popular de la región y ese ritmo no declinó un instante hasta el día de su muerte. Leandro, fue un muchacho al que la tristeza solo lo quedó en las arrugas de la cara, porque las del alma ya se habían ido. Leandro Díaz el maestro de maestros de la música vallenata, fue dueño de más de cien canciones que sobrecogen el misterio de un mundo que se parece a muchos. Un mundo de dos papeles, que le tocó vivir la mayor parte de su vida, y que cuando los afugios se marcharon, los veía con mayor claridad. Esas canciones marcaron la ruta de los años que iban pasando. Era el Leandro al que no lo consolaba nadie. El que creía poco en los amigos de los tiempos buenos, y machacaba hasta el cansancio una temática recurrente que reclamaba incluso los plagios de sus cantos. Por ello por ejemplo en la canción “el negativo” Leandro expresaba su inconformismo: “todos quieren gozar así, parrandeando con mis canciones, las ofertas van por montones todos me ofrecen pa no cumplir. No sé porque me pagan mal si con todos mis amigos me porto bien” ese era el Leandro resabiado que se molestaba con los amigos que le ofrecían de todo y no le cumplían con nada.

Sin embargo, al lado de sus resabios comprensibles, iban apretujados los otros afanes: el amor a la naturaleza a la mujer y a su tierra. Ya las mujeres eran cosa de su trajín, se dio el lujo de comparar su cambio con los de las traslaciones de la luna, y como para que sus luces no quedaran desperdigadas, las marraban con un verbo fino y sencillo, dulce y cortante, adornado con figuras adelantadas y con palabras y modismos raizales que encajaban perfectamente en lo que quería expresar. Este es el perfil de lo que era Leandro Díaz, el ciego de oro, la mayor expresión poética que Dios le dio a todos los amantes del folclor vallenato.

EL TRASEGAR DE GUSTAVO GUTIERREZ CABELLO

Crónica por: Hernán Baquero Bracho

La vida inmarcesible por así describirla del gran compositor vallenato, uno de los grandes poetas que ha convertido todas esas poesías en melodías, Gustavo Gutiérrez Cabello, ha tenido un trasegar exitoso y lleno de tantas alegrías, pero también de tantas congojas cuando su corazón melancólico no pudo cimentar un amor verdadero y de ahí que muchas de sus canciones son una alegoría a un Gustavo Gutiérrez triste que llora al amor, el cual le ha sido esquivo.

En este trasegar son muchos los periodistas que han escrito sobre su magia, sobre sus confidencias sobre su guitarra de oro, porque como él mismo lo afirma, él se inspiró donde nace el sol. David Sánchez Juliao, escribía en El Espectador el 23 de abril de 1975: “un vallenato lento, sopesado, descansado, casi “cómodo”, como relleno de algodón, que se regodea en la no esencia campesina y que viene a ser el fiel reflejo de la escala de valores de la clase media provinciana (tomando la expresión en el mejor de los sentidos): la nostalgia por la tierra natal, la parranda y los amigos, la añoranza, las mujeres bonitas, las riñas de gallo, el paisajismo efímero e intranscendente, el desamor y el despecho. Su concepto del amor es, tiene que ser, diferente al de Alejo Duran, o al de un Enrique Díaz “machetero de la región de Ayapel”, como dice Rúgero Suarez en “el pobre hacendado”. Sus valores, en resumen, son otros. Y su vallenato, es otro. Pero ese otro vallenato, repito, no está exento de belleza, de una gran esencia expresiva y de un gran sabor a tierra propia”.

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“PAPI” DÍAZ BALUARTE DEL VALLENATO

Cronista: Hernán Baquero Bracho

Reynaldo “Papi” Díaz, sin lugar a equivocaciones en su larga carrera musical, se ha ganado un puesto de honor en la música vallenata. Si Silvio Brito es el pequeño gigante del Vallenato, “Papi” Díaz es otro gigante que parió Villanueva, un 22 de diciembre de 1957. Representa a una dinastía de las tantas que existen en la tierra cuna de acordeones y que engalanan con honor y prestigio no solo a su pueblo, sino al folclor colombiano.

Este estandarte de la música vallenata, ha sido un cantante exitoso, que grabó con el descubridor de artistas de la talla de Rafael Orozco, “Beto” Zabaleta entre otros, como lo es Emilio Oviedo en el año de 1981 con “Golpe a golpe” y en 1982 “inspiración”. Este don de cantante de los buenos lo descubrió él mismo en el lomo de un burro llevando leche, carbón y leña, del caserío Las Flores a Villanueva. Siempre ha sido así, los grandes artistas, nacen y se hacen en los momentos menos esperados y es cuando el cielo se abre de par en par para que los dones de Dios, los irradien en todo su esplendor. Luego graba con el acordeonero sanjuanero Mauro Milian un trabajo musical “reencuentro” vallenato y se destaca un tema “Detalles de amor”. Más tarde hace pareja musical con Miguel Julio de la sabana de Bolívar y producen 2 LP: “Enamorados los dos” y “Mi última herida”.

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PONCHO COTES JR. Y SU ÚLTIMA HISTORIA

Cronista: Hernán Baquero Bracho

El próximo 4 de diciembre se cumplirán seis años del fallecimiento repentino del amigo, del colega, del compositor insigne costumbrista en estos tiempos modernos del folclorista, del parrandero innato, verseador y el único que con su deje musical lo hacía a punto de silbidos para componer tantas canciones que dejó para el recuerdo en los amantes del vallenato. Como olvidar esa fecha, si fue también la de mi cumpleaños. Hoy 22 de junio estaría cumpliendo 68 años y me imagino como los estaría celebrando con sus dos amores Belem y Héctor y sus amigos que siempre fueron sus amigos, los compadres. Siempre estará en nuestros corazones. A esta hora ya estaría donde Cao Mendoza mamándole gallo y a José Casquita con su silbido inconfundible.

Me refiero a Lázaro Alfonso Cotes Ovalle, conocido artísticamente y cariñosamente como Poncho Cotes Jr, el hijo de Telma Ovalle y Alfonso Cotes Queruz. Todavía el guayabo por su partida lo tenemos fresquito en la memoria y en el corazón de aquellos que apreciábamos y admirábamos a este insigne cantautor que se convertía en un torrente de vivencias cuando departía alegremente con sus amigos.

Poncho Cotes Jr dejó un legado musical para el vallenato tradicional que la Unesco lo ha convertido en patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad y téngalo por seguro que dentro de ese inventario que un grupo de amigos iniciaron de manera quijotesca como Rosendo Romero Ospino, Félix Carrillo Hinojoza, Beto Murgas, Andrés Villamizar, entre otros, varias de las canciones que salieron de la inspiración magistral de Poncho Cotes Jr hicieron parte del inventario de ese vallenato tradicional que tantas glorias le ha dado a nuestro folclor y que esperamos que jamás muera por el bien de nuestra cultura y de nuestras raíces: “La Parranda y la Mujer”, “Yo Soy tu Negro”, “El Corazón del Pueblo”, “Mi Viejo y Yo”, entro otras que fueron inmortalizadas por los grandes del vallenato y que hoy no solo el público villanuevero, sino el público colombiano las tararean como un homenaje, como un recuerdo y como una nostalgia de aquellos tiempos idos.

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ROSENDO ROMERO, EL PENTAGRAMA HECHO POESÍA

Crónica realizada por Hernán Baquero Bracho

Mi homenaje hoy a mi amigo de siempre, el poeta de Villanueva, el hijo de la gran matrona villanuevera La Nuñe y Escolástico Romero, el hermano del Pollo Isra, de Rafael, de Norberto, de Misael y Limedes, la gran Dinastía Romero, Rosendo Romero Ospino, mi amigo de siempre. El gran exponente de nuestra música vallenata y orgullo villanuevero. Dios continúe dándote sabiduría mi hermano, para gloria de nuestro folclor. Hoy el vallenato se viste de gala con su onomástico porque en lontananza se siente con Fantasía una Noche sin Luceros y ya se rompieron las Cadenas porque Nació mi Poesía…

Escribir sobre uno de los más laureados compositores con que cuenta la música vallenata, Rosendo Romero Ospino, “El poeta de Villanueva”, como es conocido mundialmente en la farándula y el folclor es siempre placentero y genera sentimientos de admiración al conocer y tratar su obra musical donde guarda tantos escondites de sus quimeras de amor y al mismo tiempo tantos misterios de la naturaleza durante sus cuitas que observó cuidadosamente como si fuera un tratadista biológico de lo que describió magistralmente Charles Darwin en tantos años de investigación. Por eso de esa experiencia en la serranía de El Perijá que es la sierra madre oriental donde nacieron muchas de sus canciones lo expresa con orgullo: “Los perijaleños somos más andinos que costeños, por estar en un departamento costero, somos vallenatos-andinos-costeños”.

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