Hace 48 años Diomedes Díaz hizo su estreno musical con ‘Herencia Vallenata’

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

El viernes 24 de septiembre del año 1976, hace 48 años, comenzó la historia musical de Diomedes Díaz Maestre, ‘El Cacique de La Junta’, saludado así por el cantante Rafael Orozco. Ese día salió el disco ‘Herencia musical’ para el sello Codiscos que grabó al lado del acordeonero Náfer Santiago Durán Díaz, quien el 30 de abril de ese año se había coronado como Rey Vallenato.

En total aparecieron 10 canciones cuyos autores son Diomedes Díaz, Náfer Durán, Sergio Moya Molina, Hernando Marín, Sergio Carrillo, Jaime Daza Hinojosa, Bolívar Urrutia y Miromel Mendoza.

Como novedad a Náfer Durán le incluyeron las canciones: ‘Teresita’, ‘La invitación’ y ‘Pobre negro’, logrando que por primera y única vez sucediera ese hecho en una producción musical de Diomedes Díaz, y más siendo su acordeonero.

Náfer, ahora a sus 91 años y añorando ese acontecimiento, indicó. “Ese año me había coronado como Rey Vallenato y gracias a la recomendación del acordeonero Emilio Oviedo, logré grabar con Diomedes Díaz. Lo mejor fue que incluyeron tres de mis canciones y eso me alegró más”.

De inmediato al hombre noble, dicharachero y amiguero lo sacudió la nostalgia. “Me siento orgulloso de ser el acordeonero que sacó a la luz pública a Diomedes Díaz. Al abrirle ese camino él se fue proyectando hasta llegar a ser un superdotado de la música vallenata. Era un fuera de serie y sus canciones siguen sonando sin descanso. Siempre que nos encontrábamos recordábamos ese hecho y le decía que lo admiraba mucho. Era de mi corazón”.

Versos de agradecimiento

Cuando en distintos escenarios Diomedes Díaz se encontraba con Náfer Durán, los recuerdos eran gratos entre diálogos, abrazos y notas de acordeón. En una de esas ocasiones, exactamente en Barranquilla, Náfer tocó y Diomedes le regaló versos de agradecimiento.

Cuando veo a Naferito, me dan ganas de llorar, porque eso me hace acordar, cuando estaba muchachito”. “Yo me voy a referir, canto lo que puede ser, me llevó pa’ Medellín, pá que grabara con él”. “Yo no sé lo que me pasa, siendo yo tan buen muchacho. Es que le agradezco a Náfer, por eso lo quiero tanto”.

Precisamente Diomedes Díaz en la canción ‘Mi vida musical’, grabada en el año 1991 al lado de Juancho Rois, hizo un amplio recorrido en cinco minutos y 27 segundos de esa historia que lo catapultó a la gloria y le regaló esa linda fanaticada que nunca lo olvida.

Después me vine pa’l valle en un Festival y canté una parranda y se oyó decir, que ese muchacho que canta puede servir, por el estilo que tiene para cantar, y enseguida me llevaron pa’ Medellín, y grabe mi primer Long Play con Náfer Durán”.

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El testimonio

El acordeonero Emilio Oviedo Corrales, había conocido a Diomedes Díaz como compositor e incluso le grabó con Rafael Orozco, la canción ‘Cariñito de mi vida’. Cuando lo escuchó cantar le notó mucho talento, percibiendo que era una joya digna de pulir.

La historia la contó el maestro Emilio Oviedo de la siguiente manera. “Ya le conocía su talento, humidad y carisma a Diomedes Díaz. De esa manera cuando me llamaron de la casa disquera Codiscos, para que le buscara un cantante a Náfer Durán, quien se acababa de coronar como Rey Vallenato, no dudé en recomendarlo. Así fue como Diomedes Díaz pudo grabar, darse a conocer y sobresalir de manera extraordinaria”.

En la mencionada producción musical apareció la canción ‘El chanchullito’ de la autoría de Diomedes Díaz, que se convirtió en éxito en su propia voz. En ese canto le llamó la atención a una mujer morena para que tuviera calma y no dañara el sentimiento que unía a dos corazones.  “Te mortifica mi ausencia, no sé por qué morenita. Me quieres tener cerquita en la luz de tu presencia. Debes de tener en cuenta que a los dos nos perjudica”.

…Y pensar que todas esas ilusiones se armaron en La Junta, La Guajira, rezándole a la Virgen del Carmen para que se cumplieran sus deseos entre placer y penas. ‘El Cacique de La Junta’ recordaba aquel inicio con el conjunto ‘Los JJ’, el cual integraban su tío Martín Maestre, en el acordeón; Ricaurte José ‘Kate’ Martínez, en la caja y José Eduardo ‘Piyayo’ Mendoza, en la guacharaca.

En el recorrido por la gesta musical de Diomedes Díaz, aparece aquel primer cajero ‘Kate’ Martínez, para aseverar. “Tiempos aquellos acá en La Junta donde nunca se pensó que el muchacho tímido, jocoso, pero con carisma, iba a llegar demasiado lejos como cantante. Que orgullo haberlo visto crecer en la música”.

Es así como en la trayectoria musical de Diomedes Díaz, desde 1976 a 2013, Diomedes Díaz grabó un total de 34 producciones musicales al lado de los acordeoneros Náfer Durán, Elberto ‘Él Debe’ López, Juancho Rois, Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, Gonzalo ‘El Cocha’ Molina, Iván Zuleta, Franco Arguelles, Juancho de la Espriella y Álvaro López. También recibió un Premio Grammy Latino Vallenato-Cumbia, Discos de Oro y Platino, y Congos de Oro en el Carnaval de Barranquilla, entre otros galardones.

La vida del artista

El 19 de diciembre de 2013 se lanzó la producción musical de Diomedes Díaz y Álvaro López, titulada ‘La vida del artista’, y la alegría se sentía por todas partes por este acontecimiento de fin de año, pero tres días después la tristeza arropó al mundo vallenato.

Partió de la vida el artista que recalcó. “Como Diomedes no hay otro, eso nunca nacería, y si nace no se cría, y si se cría se vuelve loco”.

Sus canciones se siguen escuchando y sobresale una llamativa frase. “El hombre no vale por el terreno que pisa, sino por el horizonte que descubren sus ojos”. Ay Diomedes, dejaste una gran herencia vallenata.

Franklin Villanueva Martínez: la voz de los poenatos; vocablo registrado.

«Un poema comienza en deleite y termina en sabiduría»: Robert Lee Frost (poeta estadounidense).

Por Ramiro Elías Álvarez Mercado

La poesía es un medio para expresar emociones, pensamientos y experiencias de una manera única y poderosa. A través de la combinación de ritmo, rima, metáfora y simbolismo, los poetas son capaces de transmitir significados profundos y universales que resuenan en el corazón de quienes los escuchan o leen.

Un declamador es un lector, que por lo general posee un criterio amplio y de una sensibilidad exquisita. Amante del arte y dueño de una buena memoria.

La primera tarea de un declamador y poeta es desanclar en nosotros una materia que quiere soñar. Luego la pronunciación de las palabras calan de manera profunda, porque tienen ese no sé qué, que encanta; es como un mago que hechiza y deslumbra a los demás.

Cuando escuché por primera vez la palabra ‘poenato’ me pregunté, ¿y esto qué será? Luego de escuchar detenidamente y deleitarme con uno, quedé muy emocionado por la voz de quien lo entonaba y el sentimiento que trasmitía con sus palabras, su vocalización, dicción, voz grave y recia me hizo recordar la de esos maravillosos locutores de antaño en la radio colombiana. Entonces se despertó en mí la curiosidad de investigar al personaje que se escondía detrás de esa portentosa voz.

Lo primero que supe es que se trataba de Franklin Villanueva Martínez, nacido un martes 13 de abril del año 1965 en la Clínica Santa Mónica, ubicada en la carrera 43 con calle 72 en la “Puerta de Oro de Colombia”, la ciudad de Barranquilla. Llegó a este mundo en el hogar conformado por la señora Mercedes Martínez Aguirre, oriunda del municipio La Mesa, Cundinamarca, pero radicada en Barranquilla desde muy corta edad: una mujer dedicada a las labores del hogar, y por el señor Efraín Villanueva Luna, barranquillero, vendedor de profesión, amante de la buena lectura y la música, gustos estos que fueron heredados por su hijo Franklin, conocido popularmente por amigos y familiares como «Kili», el menor de cinco hermanos. Franklin creció en el barrio La Victoria de «Curramba», uno de los sectores más salseros de la ciudad, aire musical con el que se levantó, quiere y disfruta, pero también siente gusto por otros tipos de música que aprendió a querer por medio de su progenitor, como: bolero, tango, son cubano, música antillana, música africana y por supuesto aires de la Región Caribe colombiana: cumbia, porro, merecumbé, chandé y lógicamente el vallenato, pero sobre todo ese vallenato lírico-romantico y poético que tuvo su auge en la década de los años setenta, ochenta y noventa, donde empezó a escuchar canciones repletas de poesía de compositores de la talla de Gustavo Enrique Gutiérrez Cabello, José Santander Durán Escalona, Hernando José Marín Lacouture, Fernando Meneses Romero, Rosendo Romero Ospino, Roberto Alfonso Calderón Cujia, Mateo de Jesús Torres Barrera, Marciano Martínez Acosta, Rafael Enrique Manjarrés Mendoza, Edilberto Francisco Daza Gutiérrez entre otros, y ahí entre sus nacientes parrandas y sus primeras conquistas amorosas es donde se comienza a interesar por este tipo de temáticas en las canciones con sus amigos de barrio y estudio.
Cursó su primaria en la Escuela Normal de Varones y la secundaria en el colegio INEM Miguel Antonio Caro de Barranquilla. Luego se traslada a la ciudad de Medellín a iniciar sus estudios universitarios donde realiza dos semestres de Ingeniería Electrónica en la Universidad de Antioquia, carrera que se vio obligado a abandonar por los paros constantes y cese de actividades académicas por parte de ese centro de educación superior.

En esos dos años que estuvo residenciado en la capital de la montaña conoció a un pariente lejano, nada menos y nada más que al maestro Isaac Villanueva Mendoza: compositor, director y productor musical de mucha trayectoria en Colombia y el exterior, sobre todo de música tropical y del Caribe colombiano en general, con quien afianzó aún más su gusto por la música heredada de su querido padre Don Efraín. Luego de dos años en Medellín regresa a su Barranquilla del alma e ingresa a estudiar en la Universidad del Norte donde se graduó como Ingeniero Electricista. Se casa con María Martha Borja Morales, Contadora Pública de profesión de cuyo amor nace su único hijo Frank David.

El «Kili» se considera un melómano empedernido y aunque no interpreta ningún instrumento, vive, siente y trasmite la música como cualquier artista y fue a raíz de esa pasión y amor por la música, cuando en marzo del año 2015 escudriñando en las redes y canales musicales se topó con un paseo vallenato desconocido para él del maestro Hernando Marín titulado ‘Fatalidad’, lo escuchó varias veces y se sorprendió con el contenido poético que encerraba dicha canción; Franklin quedó tan admirado con el mensaje que copió la letra e hizo el ejercicio de leerla varias veces y luego declamarla como un poema sin la melodía, lo hizo tan bien que su hijo y esposa gratamente sorprendidos por la declamación, le sugirieron que la grabara como una poesía y fue de este modo que nacieron los «POENATOS» que es una fusión de las palabras: POEma y valleNATO. Ese experimento de una noche cualquiera se convierte en una latente realidad, algo que los amantes de la música vallenata disfrutamos con mucho regocijo y han sido recibidos con beneplácito por parte de los compositores de los temas entonados en su maravillosa voz, porque Franklin nos permite cristalizar el verdadero mensaje de la poesía vallenata, desencuevando en cada verso y palabra, dándole un exquisito ensamble romántico que nos invita a escucharlo una y otra vez extasiados de un gozo celestial, algo que muchas veces no hacemos porque solo nos dejamos llevar, por las melodías de las canciones dejando de lado el contenido y el mensaje de la misma.

Hoy en día después de crear un canal en YouTube con el nombre de «Poenatos» en el cual ha publicado más de 250, el «Kili» nos muestra magistralmente y de manera pedagógica y según su lema: «el vallenato vuelve a ser poesía», que es un defensor de los contenidos poéticos y la palabra bien dicha en las letras del vallenato. Esto que él está haciendo es un gran aporte a la preservación de nuestra música vallenata, clásica tradicional y vernácula como lo pide la UNESCO.

Villanueva, sigue con esa pasión de declamar esos mensajes profundos que tienen esos cantos de origen provinciano, pero también viene haciéndolo con poemas de su autoría donde se destacan: ‘Amores de todos modos’, ‘Serás, mujer, más mujer’, ‘La bambina, musa intrusa’, ‘Noche, perversa noche’, ‘Estrella lejana’. Asimismo hace con poemas que son parte de la literatura universal de grandísimos poetas como: Héctor Gagliardi, Lorena Fronsky, Magdalena Sánchez Blesa, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Gabriel Escorcia Gravini, Nicola di Bari, entre otros.

En lo personal creo, que para Franklin Villanueva Martínez la música, la poesía, los poemas y la declamación, son una mezcla de emociones, pensamientos, sentimientos y creencias que lo inspiran y llevan a realizar este tipo de vídeos, sin importar si se hacen o no famosos, más bien es como un desahogo espiritual de gran importancia con el que se siente bien y realizado.
Por eso a nombre mío y de los que nos gusta la profundidad de los mensajes en las letras de las canciones vallenata le digo: muchas gracias por su talento, dedicación y por brindarnos alegría con sus ya reconocidos POENATOS que son una marca registrada, únicos e irrepetibles.

Samuel Martínez quedó en el más alto pedestal del folclor vallenato

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

La conocida canción ‘La Loma’ de la autoría de Samuel Antonio Martínez Muñoz, está entre las más interpretadas en toda la historia del Festival de la Leyenda Vallenata. Precisamente el Tri-Rey Alfredo Gutiérrez, para ganar la interpretó en dos ocasiones y el Rey de Reyes, Álvaro López, en una. De igual  manera, en las demás categorías del concurso de acordeón también es tenida en cuenta.

Para el juglar de contextura delgada, divertido y risueño su mayor encanto era tocar el acordeón, cantar y componer esas “piezas”, así las llamaba, sobre todo lo que giraba a su alrededor. Casi no hablaba, pero cuando menos se esperaba estrenaba una canción que tenía guardada en el baúl de su memoria.

Siempre se otorgó el lujo de interpretar canciones de su propia autoría, y nunca intentó ingresar a terrenos ajenos. Era muy celoso y reclamaba cuando alguien se acreditaba una canción de su cosecha, caso ‘Los primeros días’, grabada por Alejo Durán.

Dedicatoria a su hermano

La canción ‘La Loma’, fue dedicada a su hermano Ignacio, al que cariñosamente llamaba ‘Nachera’, quien se marchó de La Loma con destino al caserío de Tronconal, jurisdicción de Chimichagua. Estando en esa encrucijada Samuelito buscó la fórmula precisa para que su hermano regresara lo antes posible. Era el llamado del corazón y a su pensamiento lo visitó la inspiración para poder cantar.

“Samuelito no sabe en qué forma, ha perdido a su hermano querido, que se venga pa’ cá pa’ La Loma, que con mucho gusto lo recibo”.

Efectivamente, aquel recado cantado al cabo del tiempo llegó a los oídos de ‘Nachera’, y regresó a abrazarse con su hermano, porque ante esa manifestación no podía echarlo al olvido, debiendo estar como un soldado fiel, en caso de presentarse una batalla musical. Este episodio real sucedió a comienzos de la década del 60.

La canción fue conocida en el año 1974 por Alfredo Gutiérrez, quien al escucharla no dudó en grabarla. De esa manera en tres minutos y 18 segundos se conoció en detalle la historia desconocida de los hermanos Samuel e Ignacio Martínez. Seguidamente, la grabó Jorge Oñate con los Hermanos López y en el año 2008 Silvestre Dangond con Juancho de la Espriella.

Sobre esta última versión, un concursante de acordeón infantil comenzó a interpretarla y el jurado al escucharla le pidió que tocara la original. El niño no se la sabía y optó por escoger otro paseo. Esas son las paradojas de la vida.

De otra parte, los que siguen al pie de la letra el legado de Samuelito son tres hijos de sus hijos. Samuel, el narrador de las historias de su padre; Fabio quien es cantautor y Jaime, acordeonero. Además, en la vida del juglar jugó un papel importante su esposa Felipa Venicia Castro Rodríguez, a quien llamada ‘La doncella del amor’, la misma que lo esperaba después de cumplir con sus interminables correrías.

Festival homenaje a Samuelito

La mayoría de parrandas del juglar eran frecuentes en La Loma, municipio de El Paso, Cesar, donde en aquel entonces no había asomo de las minas de carbón, sino que vivían básicamente de la agricultura.

Estando en eso, un grupo de jóvenes una mañana del mes de febrero de 1990 se reunieron para organizar el Festival de Canciones Samuel Martínez. La reunión se llevó a cabo en el comedor de la Escuela Mixta No. 1, donde hoy está ubicado el Comando de Policía.

“En mi memoria se mantiene claro que esa tarde la propuesta tuvo la mayor aceptación entre los 15 presentes. También, que la fecha coincidiera con la fiesta de la Virgen del Carmen”, indicó Jorge Naín Ruiz, gestor del evento.

El certamen se aprobó, pero lo difícil fue reunir los recursos económicos para el pago del sonido y la premiación de los ganadores. Poco a poco se fueron consiguiendo y se abrieron las inscripciones para los concursos de canción vallenata inédita, mejor voz aficionada, piqueria, oratoria y declamación. El primer festival se realizó del 14 al 16 de julio del mencionado año, utilizándose como tarima el zorro de un tractor.

Cuando a Samuel Martínez se le comunicó que se harían un certamen en su honor, dijo. “Ahora se le ocurrió al hijo de Francia Elena, y a un grupo de inquietos muchachos, de hacerme un festival. Ojalá sirva para que me ayuden y La Loma se conozca más”.

Samuelito asistía sin falta a su homenaje anual. Tomaba gaseosa, porque el ron lo tenía prohibido, y en la tarima interpretaba sus canciones hasta que las fuerzas lo acompañaron. Entonces, casi no aparecía en la calle, sino que frecuentemente salía al patio.

El juglar partió de la vida el 27 de septiembre de 2004, cuando contaba con 82 años, y se le hizo una despedida con todos los honores. Además, el Festival de Canciones Samuel Martínez, ha permanecido con el paso del tiempo llegando a su versión 32.

Desde La Loma de Calenturas, Centro Carbonífero del Cesar, Samuel Antonio Martínez Muñoz, hijo de Pedro Nolasco Martínez Beleño y Felipina Santiaga Muñoz Vásquez, quedó en el más alto pedestal del folclor vallenato y le dijo al mundo que la mejor manera de zanjar las diferencias, así fuera con los hermanos, era buscando abrazos de paz para que la felicidad ingresara al corazón a través de un conducto cargado con notas de acordeón.

Al recordar su vida y su obra se pone de presente que el juglar supo administrar con cuidado sus nostalgias, porque la ceguera en sus últimos años no le permitía ver las claridades de los días. Samuelito, se fue dejando su recuerdo volando bajito y escuchándose aquel célebre canto donde cursó la más linda invitación a ese querido pueblo.

Samuel, Jaime y Fabio Martínez Castro, hijos del juglar Samuel Martínez
Felipa Venicia Castro Rodríguez, fiel compañera del juglar Samuel Martínez

Jorge Naín Ruiz Ditta: un luchador incansable por la cultura, el folclor y la música vallenata.

«Cuando los hombres se ven reunidos para algún fin, descubren que pueden alcanzar también otros fines cuya consecución depende de su mutua unión»: Thomas Carlyle (historiador, filósofo y matemático escocés).

Por Ramiro Elías Álvarez Mercado.

La solidaridad, ayuda y colaboración son sentimientos de unidad que nos mueve a dar sin esperar recibir nada a cambio. Más bien se trata de la base de muchos valores humanos que hemos adquirido desde la infancia y que conjugan aquello que somos: lealtad, compañerismo, empatía, amistad, amor, fraternidad y respeto.

En el ámbito del folclor, la música y la cultura hemos sido testigos de muchos hombres y mujeres que han dedicado parte de su vida a trabajar de manera titánica por sacar adelante estas expresiones que son unos de los más vastos y perdurables nexos de los pueblos.

La música, el folclor y la cultura vallenata no podía estar ajeno a este fenómeno y encontramos en Jorge Naín Ruiz Ditta un luchador incansable que ha dedicado gran parte de su tiempo por resaltar y enaltecer todo lo relacionado con el arte en su tierra vallenata.

Este humilde varón le abrió los ojos a este mundo terrenal el jueves 23 de marzo del año 1961 en el corregimiento de La Loma, municipio de El Paso en el centro del departamento del Cesar al norte del territorio colombiano. En el hogar conformado por Máximo Ruiz Palacios, quien alternaba las labores de sastrería y el trabajo en el campo, donde cultivaba la tierra y criaba ganado y otros animales de corral con los que sostenía a su familia y Francia Helena Ditta, costurera y ama de casa quien con su trabajo también apoyaba con la economía familiar.

Jorge Naín desde muy pequeño se caracterizó por ser inquieto en cuestiones musicales y desde la edad de 8 años ya sobresalía en la Escuela Mixta # 1 y 2 de La Loma, en donde hizo sus estudios primarios y despuntaba cantando versos de su inspiración que sorprendían a sus compañeros y maestros en los acostumbrados Centros Literarios, que eran una sesión de la clase de Lengua Castellana, dedicadas al análisis de obras literarias, talleres de lectura, poesía, declamaciones, dramatizaciones, creaciones de cuentos, música; entre otras expresiones artísticas que se hacían con el fin de incentivar en los niños la creatividad y el amor al arte. Más tarde y ya con casi 12 años se inicia en el canto al lado del maestro Domiciano López Romero un reconocido acordeonista de la región quien vio en este pequeño un talento para cantar y su nombre comienza a ser reconocido en su terruño y alrededores, su amor por la música vallenata continúa, pero sin dejar de lado sus estudios e inicia la secundaria en el Colegio Nacional de Chiriguaná (CANALCHI) y luego los termina en el tradicional Colegio Nacional Loperena de la ciudad de Valledupar en donde es más seducido por la música de Francisco el Hombre y es ahí aún siendo un adolescente en el año 1978 ocupa el segundo lugar en el concurso de cantantes del Festival Sagbini Valledupar.

Luego de este reconocimiento dos años después en 1980 le llega la oportunidad de grabar su primer trabajo discográfico como cantante titulado «Amor a lo Vallenato» al lado del reconocido acordeonista Miguel Ahumada, con tan solo 19 años en donde vinieron canciones de reconocidos compositores de la música vallenata como: Héctor Zuleta Díaz, Antonio Serrano Zúñiga, Alonso Fernández Oñate, entre otros y una canción de su autoría titulada «Ingratitud».

Luego de graduarse como bachiller se traslada a Bogotá, la fría capital colombiana, con el fin de continuar sus estudios universitarios, pero sin dejar de lado su amor por la música, la cultura y el folclor vallenato, por el contrario estar lejos de su terruño hace que ese amor creciera más y se dedicó a hacer presentaciones y calentar el ambiente de los bogotanos y los costeños radicados en esta ciudad multicultural, en tabernas, clubes y discotecas, algo que le generaba un ingreso económico para ayudarse con los gastos que acarrea una carrera universitaria, con mucha dedicación, sacrificio y ganas de salir adelante se gradúa en locución de radio y televisión en el Colegio Superior de Telecomunicaciones. Este «lomero inquieto» bautizado de esta manera por el escritor, investigador y folclorista Antonio José «Toño» Daza Orozco, empieza a involucrarse en otras facetas de la cultura vallenata y ya no solo se dedica al canto, sigue componiendo canciones y además de la primera que grabó con Miguelito Ahumada titulada «Ingratitud», otras agrupaciones vallenatas como la conformada por Jesús Manuel Estrada en la voz y el acordeón de Víctor «Rey» Reyes le grabaron «Te Arrepentirás», lo mismo que Los Embajadores Vallenatos: Robinson Damián y Ramiro Colmenares le llevaron al disco «La Tienda del Amor» y recientemente este año 2024 Horacio Mora, le grabó un tema de corte jocoso emulando las anécdotas del gran Enrique Díaz titulado «La Salchipapa».

Ruiz Ditta siempre tuvo claro, que el estudio sería parte fundamental de su vida y luego de su primer título universitario no paró e ingresa a la Universidad Santo Tomás de Bogotá y se graduó como abogado, luego Especialista en Derecho Administrativo de la Universidad Libre, Magíster en Docencia en la Universidad la Salle, Magíster en Periodismo Universidad del Rosario.

Regresa a su pueblo querido donde fue elegido como concejal en el período comprendido entre 1990 – 1992. Secretario de Gobierno y Alcalde encargado del municipio San Martín, Cesar.
Para esa misma época fue gestor y fundador del Festival de Canciones Samuel Martínez: un evento cultural que cada día tiene más seguidores y está más consolidado.

Regresa a Bogotá y creó la Fundación de Artistas Vallenatos y realizó el Festival Rafael Orozco entre los años 1994 y 1998, labor que alternaba con el ejercicio de su profesión en la Personería de Bogotá llegando a ser Personero Delegado, entidad en la que estuvo alrededor de 20 años.
Aparece una nueva faceta y es la de columnista en distintos medios de comunicación como: eltiempo.com, Diario El Pilón, Diario del Norte, Revista Kienyke, panoramacultural.com.co, entre otros.

Si algo ha sabido manejar y distribuir el Dr. Naín es su espacio, cosa que a muchos nos asombra, porque no es fácil repartirse en varias labores al mismo tiempo, es como si tuviera el don de la ubicuidad; es decir, estar presente en varios escenarios al mismo tiempo, pero ese gran amor, dedicación y pasión que tiene por lo que realiza lo hace multiplicarse.

Mientras se dedicaba a ser Asesor de Despacho del Registrador Nacional del Estado Civil o Asesor del Despacho de la Procuraduría General de la Nación, salía ganador en el concurso de canciones inéditas del Festival Samuel Martínez de La Loma, Cesar y del Festival de Acordeones del Río Grande de La Magdalena en Barrancabermeja.

A parte de columnista en distintos medios también ha escrito los libros: «Intimidades del vallenato actual», «Un acordeón en los cachos», «Vida y Obra de Julio Erazo Cuevas» y «La Personería en el posconflicto».
Como profesor fue docente universitario de pregrado de la facultad de Derecho en las universidades: Autónoma, Católica, Cooperativa Universitaria de Colombia y de posgrado en Especialización y Maestría en la Universidad Militar Nueva Granada.

Su pasión por cantar la música de Francisco el Hombre nunca se le acaba y es muy común escucharlo interpretando clásicos del cancionero vallenato en el calor de una parranda o en una grabación como lo hizo en el año 2016 en un trabajo discográfico titulado «Tributo al maestro de maestros», homenaje a Leandro José Díaz Duarte, donde tuvo el acompañamiento de destacados acordeonistas, que con sus notas engalanaron las sublimes melodías del «Homero del Vallenato», entre los que encontramos a Gonzalo Arturo «Cocha» Molina, Omar Geles Suárez, Victor «Rey» Reyes, Juancho de La Espriella, Rafael Ricardo, Julián Rojas, Hermides «Taty» Manzano y Jorge Rojas.

Este inquieto personaje fue jurado de la gran final del Festival de La Leyenda Vallenata concurso Rey de Reyes en el año 2017 donde salió triunfador Álvaro López Carrillo.
En el año 2020 fue premiado por el diario El Espectador y la Fundación Color de Colombia como Afrocolombiano del año.

Creador, director y presentador del programa de redes sociales «La Parranda de Naín» en donde entrevista a distintos invitados relacionados con la música vallenata, el cual tiene muchos seguidores y muy buena aceptación, por lo ameno y agradable. Este luchador y polifacético hombre de la cultura también tuvo un paso corto como repentista; es decir, verseador de la música vallenata, razón por la que se presentó en esta modalidad, en los Festivales de La Leyenda Vallenata en Valledupar y en el Cuna de Acordeones en Villanueva, La Guajira, ocupando honrrosos lugares (entre los seis primeros) .

Hoy en día el Dr. Jorge Naín Ruiz Ditta está gozando de su merecida pensión, radicado entre su pueblo, La Loma, Valledupar y Río Seco, pero sin dejar de lado sus actividades y el gusto por su cultura vallenata y el ejercicio de su profesión, porque aún es docente de posgrados de las facultades de Derecho en las Universidades del área Andina en Valledupar y de la Universidad Popular del Cesar y como si fuera poco es el actual presidente de tres organizaciones sociales que son: Corazón Caribe, que realiza el festival «Un Canto al Río» en Valledupar, Fundación Festival de Canciones Samuel Martínez de La Loma y Asociación de Verseadores de la Piqueria Vallenata (ASOVERSO).

Este visionario e hiperactivo hombre es lo que podríamos llamar un «Gestor Cultural» porque en la cultura vallenata se ha movido como pez en el agua en distintas de sus facetas y en todas ha sobresalido, porque siempre tuvo personas que creían en sus proyectos y demostró que trabajar en equipo no es sólo ir por un mismo objetivo, sino aprender sobre las habilidades individuales de los integrantes y encontrar la manera de que estos armonizaran con todos, a través de la comprensión, empatía y colaboración y de esta manera lograr el objetivo trazado.

Atte: Ramiro Elías Álvarez Mercado

Las mentiras que echó Omar Geles en una exitosa canción

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

El Rey Vallenato y célebre compositor Omar Antonio Geles Suárez, tuvo una vida llena de triunfos, aunque al comienzo las dificultades eran el pan de cada día, pero su mamá Hilda Suárez Castilla, fue la heroína que le puso el pecho a la brisa y batallando sacó adelante a su familia.

Un recuento de esa historia la contó el propio Omar en la canción ‘Los caminos de la vida’, esos que no son como se piensa o se cree. Él logro hacer una clara descripción de todos los padecimientos que sufrieron, pero al cabo de los años se anexaron muchas alegrías que fueron vitales para cantar victoria.

En constantes diálogos con el artista sobre la variedad de sus cantos, hizo énfasis en uno que está lleno de mentiras y lleva por nombre ‘Que vaina tan difícil’, grabado por Diomedes Díaz en el año 2013.

“Yo puedo soportar 20 días de hambre, un año sin plata, un día sin aire. Yo puedo caminar con el sol caliente, a pie descalzo, del Valle a Barranquilla sin importarme”

Hipérboles de amor

A Diomedes Díaz le llamaron la atención esas mentiras, porque tenían el encanto que ponía en línea recta a los corazones. De igual manera, a Omar Geles le causó curiosidad el comentario de las famosas mentiras llevadas a una canción, pero el compositor Rosendo Romero, quien estaba escuchando la conversación intervino para precisar. “Eso no se llama mentiras, sino hipérboles”.

Enseguida comenzó su clase de español, o como lo aseveró “de castellano”, haciendo un resumen del significado de la palabra. “Según la lengua castellana, Hipérbole es una figura retórica de pensamiento que consiste en aumentar o disminuir de forma exagerada lo que se dice”. Se arregló el sombrero e indicó que muchos sin conocer la palabra lo hacen a diario, aunque lo más fácil es decirles mentiras. Al maestro ‘Chendo’ se le aplaudió la exposición.

“Ay, puedo sobrevivir a las calumnias, a los envidiosos, a un mal amigo. Yo puedo perdonar al que me roba y me maldice, haciéndole el bien sin importarme”…. Por amor, el compositor se volvió protagonista de una interesante novela cantada, donde exaltó a una mujer.

Mentiras, exageraciones o hipérboles, lo mejor es que podemos traer a colación el título de la canción: ‘Que vaina tan difícil’… “Pero vaina difícil es vivir sin ti, mi corazón lo tengo acostumbrado a ti”, toda una declaración de amor, así las mentiras flotaran en el ambiente y se convirtieran en hipérboles, donde una mirada puede desencadenar en aquello que llaman pasión.

Analizado diversas canciones que se pasean por el mundo apareció una interpretada por Ricardo Arjona, donde aparecen también las famosas hipérboles o mentiras.

Te conseguí la luz del sol a medianoche y el número después del infinito. Endulcé el agua del mar para tu sed y te alquilé un cuarto menguante de la luna. Cómo duele tanta distancia aunque te escucho respirar y estás a cientos de kilómetros”.

No contento con lo anterior Ricardo Arjona, siguió cantando y contando. “Acabé con los jardines por tus flores, inventé la alquimia contra la utopía y he llegado a confundir con la ternura, la lástima con que a veces me miras. Qué triste es asumir el sufrimiento patético, es creer que una mentira convoque a los duendes del milagro”.

Cantos del día a día

En esa charla extensa con Omar Geles, él aprovechó para contar ciertas historias de sus canciones que son un verdadero testamento escondido en su alma, y al pasar a su memoria se cantan en silencio. Ese silencio que nadie puede interrumpir porque de inmediato huye la inspiración.

De inmediato entregó su concepto. “Todas las canciones que hago tienen su origen en la realidad. Algunas veces demoran guardadas por la cantidad que hago, pero otras salen con tanta fuerza que no se detienen. Todo se debe a la pasión que tengo por la música y eso es esencial para vencer los obstáculos que han sido muchos, pero siempre agarrado de la mano de Dios”.

Volvió a hacer énfasis en la canción ‘Que vaina tan difícil’ y anotó. “Después de vivir un episodio de amor, me dí cuenta que el corazón estaba en el lugar indicado. Había que hacer una canción y se me ocurrió echar esas mentiras como dice Juan Rincón Vanegas. Compuse esa canción hermosa, que no más se la hice escuchar a Diomedes Díaz se quedó con ella, y la convirtió en éxito al lado de Alvarito López”.

Omar Antonio Geles Suárez al final de la jocosa entrevista en aquella tarde bogotana, citó el Salmo 126 versículo cinco, donde se calca toda su historia, pero sin mentiras. “El que siembra entre lágrimas, recogerá sus frutos con gritos de alegría”…

De esta manera se descubrió otra de las facetas del hombre luchador que supo explotar su talento a favor de la música vallenata, teniendo en su acordeón la base para darle forma a sus bellas canciones.

El Rey Vallenato del año 1989 dejó un inmenso legado que se recuerda en cada estación del folclor, y más se hará el próximo año cuando se le rendirá homenaje en el Festival de la Leyenda Vallenata.

Y por todas partes resuenan sus canciones que tienen versos adornados con amor. “Gracias por hacerme corregir tantos errores. Gracias por pintarme la vida con hermosos colores. Gracias por sembrarme en el alma tantas ilusiones. Gracias por hacerme escribir más de mil canciones”…

Omar Geles con su partida le hirió el alma al mundo vallenato, y ojalá fuera mentira para buscarlo. Entonces, pedirle que a través de un canto hiciera posible sacar azúcar de lo más profundo del mar, poder escuchar el silencio de la soledad gimiendo de tristeza y en la madrugada un acordeón se abriera solamente para darle vida a los segundos del recuerdo. Eso es lo que se llama una felicidad perdida, la cual se pasea en dos nubes amarradas a la cola de una cometa.