Porte y Elegancia: Un canto al renacer del amor en clave de sentimiento vallenato

Por Ramiro Elías Álvarez Mercado.

«Porte y Elegancia», del compositor Edwin Andrés “Mákina” Altamiranda Mercado, es un paseo vallenato que retrata, con profunda sensibilidad, el viaje emocional de un hombre marcado por el dolor de una separación amorosa. La letra, cargada de nostalgia y reflexión, nos sumerge en el duelo sentimental de alguien que, tras perder un amor, creyó cerrado para siempre el capítulo del enamoramiento.

Sin embargo, la vida le tenía reservada una nueva oportunidad: un reencuentro con el amor, esta vez encarnado en una mujer que, con su porte y elegancia, despierta nuevamente su corazón adormecido.

La interpretación vocal del maestro Miguel Herrera le imprime a la canción un carácter auténtico, lleno de matices emocionales.
Su voz, clara y poderosa, transmite con sinceridad el dolor del pasado y la sorpresa de un nuevo amor, logrando conectar profundamente con quien la escucha.

En cuanto a la melodía y los arreglos, el acordeón a cargo de Eneison Salas juega un papel protagónico en la narrativa musical. Desde los primeros compases, el instrumento de pitos y bajos se convierte en el hilo conductor de la historia: inicia con un lamento melódico que evoca el desconsuelo del protagonista. Al principio, el acordeón llora. Casi se arrastra, como quien aún no encuentra consuelo. Pero, poco a poco, se eleva, se transforma, florece. Y en ese florecer, con notas delicadas pero firmes, dibuja el rostro de esa nueva mujer, que no solo enamora por su belleza, sino por su porte y elegancia, por su manera de llegar sin buscar protagonismo y quedarse sin pedir permiso.

Conforme avanza la canción, los arreglos se tornan más cálidos y esperanzadores, reflejando el resurgir del amor. Los matices en los pases del acordeón, su digitación precisa y emotiva, y la armonización con la caja y la guacharaca logran ese equilibrio perfecto entre tristeza y renacimiento que caracteriza las piezas del vallenato romántico.

«Porte y Elegancia» no es solo una canción de amor; es una declaración de que el corazón, aunque herido, siempre tiene la capacidad de volver a sentir. Una obra que honra la esencia del vallenato narrativo, donde la música y el mensaje se funden para contar historias que todos, de una u otra forma, hemos vivido.

Javier Díaz Daza: Un compositor con alma sentimental

«La música es el reflejo de los sentimientos de quien la compone»: Wolfgang Amadeus Mozart (compositor austriaco).

Por Ramiro Elías Álvarez Mercado

Cada obra musical tiene detrás una historia, ya sean vivencias personales o ajenas, arte o sucesos, siempre hay algo que permite ligar una canción a un contexto determinado. Los autores utilizan la música como medio de expresión en razón a que con ella pueden transmitir sentimientos universales que son recibidos por los oyentes. En el vallenato, existen compositores cuya obra refleja profundamente sus emociones, como es el caso de Javier Díaz Daza.

Nacido en el municipio de El Molino, un martes 27 de abril de 1965, en el sur del departamento de La Guajira, al noreste de Colombia, Javier es hijo de Néstor Pedro Díaz Morales y Ruby Esther Daza Zubiría. Según cuentan, llegó a este mundo en una casita de barro y palma: humilde, pero con mucho calor humano. Nació en una familia de molineros dedicados a las tareas del campo y la agricultura, con una marcada influencia de la música de bandas, guitarras y acordeones. Esta vena musical fue heredada de su padre, un destacado intérprete del tiple y la guitarra, así como de otros parientes como Juan Díaz (clarinetista), Benedito Díaz (cantante), Francisco «Chico» Díaz (cantante y compositor) y Tadeo Morales (acordeonista), entre otros.

A los pocos meses de nacido, su abuela materna, Marcelina Daza, lo llevó junto a su madre a la población de Manaure, conocida como «El Balcón del Cesar», un pueblo muy hermoso, rodeado de paisajes naturales y riqueza agropecuaria. Allí vivió hasta los cinco años, para luego trasladarse a Valledupar donde el pequeño Javier comenzó a tener contacto directo con la música vallenata. En la «Capital Mundial del Vallenato» ya se escuchaban en su esplendor las canciones de los juglares: Alejandro Durán, Calixto Ochoa, Abel Antonio Villa, Nicolás «Colacho» Mendoza, Alfredo Gutiérrez, Juancho Polo, entre otras estrellas de este firmamento musical.

A medida que crecía y empezaba a presenciar parrandas y festivales, trepado en el árbol de mango de la mítica plaza Alfonso López en Valledupar, su oído se fue agudizando. Prestaba cada vez más atención a las interpretaciones de esos maestros que convergían en ese tipo de escenarios naturales. Las melodías que salían de los acordeones, guitarras, cajas y guacharacas eran un deleite para este inquieto muchacho que desde ese momento soñó con crear canciones para alegrar no solo su vida, sino también la de los demás.

Durante su infancia y adolescencia, además de Manaure y Valledupar, Díaz Daza vivió en otros lugares como San Juan del Cesar y Maicao. Finalmente, a los 15 años, regresó a El Molino para conocer a su padre y hermanos. Para entonces, ya tenía un cuaderno lleno de versos que más tarde se convirtieron en sus primeras canciones. Aprendió a tocar la guitarra lo que complementó su inclinación musical. Este instrumento se convirtió en su compañero de viaje, amigo y confidente. Es su extensión, su voz, su alma. Unidos por cuerdas y sentimientos, la guitarra y él crean una sinfonía de emociones.

Entre la Sierra y el Valle de los Santos Reyes nacieron sus primeras canciones, que le cantaban a sus primeras conquistas amorosas y a la naturaleza, de una manera profundamente sentimental.

El hecho de haber vivido en diferentes lugares enriqueció su influencia musical, pues la exposición a diversos ambientes, estilos de vida y culturas fue fundamental en su obra. Nació y creció rodeado de la música y la cultura vallenata, y esa fue la chispa que encendió su pasión por la composición. Su inspiración proviene de la vida cotidiana, de las historias y leyendas de su región, de las mujeres y la naturaleza que rodean su entorno.

En el vasto universo de la música vallenata, donde sobresalen grandes maestros de la composición, Javier ha sido un gran admirador de muchos de ellos, especialmente de Leandro Díaz, Octavio Daza y Hernando Marín. Como compositor, ha sabido recoger las raíces de esta expresión musical para darles una nueva vida a través de sus propias creaciones. Fusionó su propia voz con la influencia de sus maestros, especialmente en los temas de corte romántico y sentimental.

No todos los caminos hacia la música estuvieron llenos de aplausos desde el primer intento. Para Díaz, componer canciones era más que un sueño: era su forma de entender el mundo. Desde niño, llenaba cuadernos con letras, y en su mente brotaban melodías y acordes que acompañaban sus emociones más sinceras. Pero convertir esas ideas en canciones grabadas por artistas reconocidos fue una batalla cuesta arriba.

Durante mucho tiempo, tocó puertas que no se abrían, envió canciones sin recibir respuesta e incluso fue ignorado en reuniones donde apenas lograban escuchar el primer verso. Sin embargo, estaba convencido de que había algo especial en sus letras y en el mensaje que transmitía a través de ellas. Creía en su música; incluso, cuando parecía que nadie más lo hacía.

El cambio llegó poco a poco, cuando la agrupación conformada por Marcial Luna y Gustavo Camelo, conmovidos por una de sus canciones, decidieron llevarlo a un estudio de grabación con un tema titulado «No digan nada». Aunque no fue un éxito masivo, sí fue el comienzo. Ese pequeño y significativo paso le dio visibilidad y, lo más importante: credibilidad. De ahí en adelante, otros artistas comenzaron a interesarse por su estilo sentimental, honesto y emotivo, caracterizado por su capacidad para evocar emociones con letras y melodías contadas en un lenguaje poético y musical que es a la vez sencillo y profundo. Su sello personal se distingue por ser melancólico, y sus melodías son fáciles de recordar y cantar.

Javier tiene un corazón que late al ritmo del vallenato, y un alma que se desborda de sentimientos. Es un compositor que teje historias de amor y desamor con hilos de melodías y poesías, en donde la pasión y el sentimiento se desbordan en cada nota, en cada acorde, en cada verso.

Como muchos compositores vallenatos, los festivales ha sido un escenario propicio para dar a conocer sus canciones, donde la música se convierte en un espectáculo de emociones y sentires. Festivales como los que se realizan en Valledupar, El Molino, San Juan del Cesar, Maicao, Barrancas, Villanueva y hasta Bogotá sirvieron de plataforma para que él, al igual que otros autores, pudiera mostrar sus obras musicales y darlas a conocer al público.

Díaz ha sido un músico que siempre ha sabido combinar su amor por la música con una sólida formación académica. Logró equilibrar su creatividad con la responsabilidad profesional, y se graduó como Administrador de Empresas, Especialista en Estrategias de Campañas Políticas, docente universitario, Especialista en Marketing, con varios años de experiencia en el sector público y comercial.

Después que le grabaron su primera canción, otros artistas de la música vallenata comenzaron a interesarse por sus composiciones. Temas como: «Ayúdame a olvidarte», «Himno al amor», «Un compromiso contigo», «Por poquito», «Esa noche», «Cómo lloran los hombres», «Aventurera», «Tu mejor amante», «Una mujer como tú», «En el sur me quedo», «Señor de los sueños», «A que te conquisto», «Te quedó grande el amor», entre muchas otras, hacen parte de casi un centenar de canciones que se escuchan en las voces de Alberto «Beto» Zabaleta, Marcos Díaz, Luis «El Pade» Vence, Jeiman López, Éric Escobar, Alberto «Tico» Mercado, Reinaldo «El Papi» Díaz, Janner Moreno, Nibaldo Villarreal, Los Hermanos Lora (Juan Carlos y Eduardo) e incluso del internacional cantautor y músico dominicano Wilfredo Vargas.

Hoy en día, Javier Díaz Daza, además de componer e integrar la agrupación «24 Quilates» junto a sus colegas Jeiman Casicote y Álvaro Pérez, también se dedica a otra faceta importante en la música: la de productor.

Y puede decir con entusiasmo que ha cumplido su sueño de siempre: ser compositor de música vallenata. Ha logrado algo muy importante: que sus canciones vivan en las voces de otros. Cada grabación, cada interpretación de sus temas es una prueba de que la perseverancia tiene eco. Y aunque sigue enfrentando desafíos sabe que su camino musical va en la dirección correcta. Porque, a veces, el talento necesita tiempo pero cuando se combina con pasos firmes y constancia siempre encuentra una forma de ser escuchado.

Este administrador de empresas, músico por pasión y convicción, ha encontrado su refugio en la tranquilidad de su familia, al lado de su esposa Arleth Patricia Mejía Anaya y sus hijos, Luisa Fernanda y Moisés David, en Maicao, La Guajira. Un pueblo que lo acogió como un hijo más. Porque para Javier Díaz Daza, la música es su predilección; la familia su inspiración y este lugar que escogió como su hogar, su refugio.

Atentamente,
Ramiro Elías Álvarez Mercado

Alberto Jamaica Larrotta: ¡El Pollo Cachaco!

«La suerte es lo que ocurre cuando la preparación coincide con la oportunidad»: Lucio Anneo Séneca (filósofo, político, orador y escritor romano).

Por *Ramiro Elías Álvarez Mercado*.

La música se caracteriza por tener un poder transformador y no sólo como una forma de arte, también es una  fuerza que enriquece todos los aspectos de la vida; para algunos estudiosos del tema, la música tiene una capacidad, incluso para curar heridas emocionales, psicológicas o espirituales de una forma que ni la medicina puede.
En esta ocasión voy a referirme a un hombre que encontró en la música un desahogo emocional y sentimental que lo llevó a convertirse en acordeonista de la música vallenata: Alberto Jamaica Larrotta, quien nació el sábado 3 de abril del año 1965 en el barrio Belén Egipto de la ciudad de Bogotá, capital colombiana. Llegó a este mundo en el hogar conformado por María del Rosario Larrotta y Pedro Antonio Jamaica, ella una ama de casa y él un albañil, una pareja humilde, trabajadora y de buenas costumbres descendientes de boyacenses, que se encargaron de darle una buena educación, rodeada de mucho amor, cariño y ternura, pero al mismo tiempo con normas, con las que le inculcaron el buen comportamiento a «Beto», como cariñosamente fue llamado desde los pocos días de nacido, y al resto de sus hermanos.
Realizó sus estudios primarios en el colegio Alexander Graham Bell de la ETB (Empresa de Teléfonos de Bogotá) y luego ingresa al Instituto de Renovación Educativa donde alcanza a hacer cuatro años de secundaria, estudios que interrumpió por el embarazo de su primera novia, suceso que lo llevó a hacerse cargo de un  hogar a muy temprana edad.
Este bogotano siempre tuvo un gusto  especial por la música, de ahí que su sueño fue ser cantante de baladas románticas, género musical en el cual se inició a muy temprana edad, escuchando a sus progenitores y hermanos mayores, quienes eran aficionados y seguidores de artistas consagrados de esta expresión musical, tales como: Nino Bravo, Yaco Monti, Nicola di Bari, Roberto Carlos, José Luis Perales, Rafael, entre otras figuras orbitales, que hicieron parte de la banda sonora de su humilde morada. Y de esa forma comienza a destacarse en las clases lúdicas de su colegio y reuniones familiares, animando y complaciendo a las personas de su entorno, quienes lo apoyaban, ovacionaban y aplaudían, algo por lo que se sentía  feliz y complacido.
El pequeño «Beto» siempre fue inquieto en cuestiones musicales y con el pasar de los años, por medio de las emisoras radiales que se escuchaban en la fría capital, empezó a escuchar e interesarse por otro tipo de género musical, que era desconocido para él hasta ese momento: la música vallenata, artistas como Guillermo Buitrago, Alfredo Gutiérrez, Bovea y sus Vallenatos, agrupación en la que se destacaba como vocalista el maestro Alberto Fernández Mindiola, quien se convirtió en un ídolo para Jamaica por la cadencia y la forma tan sentida que tenía para interpretar los cantos vallenatos en guitarra, lo mismo que la decana de las agrupaciones de música tropical en Colombia, Los Corraleros de Majagual que en su formato también incluían algunos vallenatos; es decir, que su gusto musical tuvo un giro sustancial y se dedicó a conocer y explorar esta otra musica, y en esas andanzas conoció a un joven que interpretaba el acordeón llamado Wilson Ibarra y con él conformaron un pequeño conjunto con el que se dieron a conocer en tabernas, bares y  fiestas privadas, en donde «Beto» cantaba.
El filósofo alemán Arthur Schopenhauer dijo: «El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos» y fue precisamente el destino quien  tenía deparado otra cosa en la naciente carrera musical y artística de Jamaica, debido a que el joven acordeonista de la agrupación tenía serios problemas de medida, cuando tocaba solo se defendía con el instrumento arrugado, pero cuando acompañaba al vocalista se le complicaba ejecutar bajo un patrón de percusión; es decir, se adelantaba, se quedaba y eso hacía que se atravesara, entonces fue en ese momento cuando Jamaica Larrotta «jugó las cartas» y tratando de corregir a su compañero de fórmula se interesó y aprendió a interpretar algunas canciones vallenatas de manera elemental en el acordeón, ya para esa época contaba con 20 años de edad pero sin imaginar que terminaría siendo acordeonista de la música vallenata.
Como dice el viejo adagio «al que le van a dar le guardan», su compañero Wilson quien hasta ese momento era el acordeonista del conjunto le toca trasladarse de Bogotá a Cúcuta y luego hacia el país vecino de Venezuela, a raíz de la separación matrimonial de sus padres, y es en ese momento cuando el señor José Arnaldo Pedraza, exciclista y dueño de un almacén de elementos de sonido en el que vendía bafles, parlantes, equipos y quien también ejecutaba acordeón, tenía una agrupación aficionada, con la que interpretaban no solo música vallenata, sino también otras expresiones musicales del Caribe colombiano, sobretodo éxitos de los Corraleros de Majagual. El señor Pedraza decide darle la oportunidad de formar parte de la agrupación como cantante y a ratos como guacharaquero, instrumento que había aprendido a tocar de manera empírica años antes escuchando canciones vallenatas en la radio y las seguía con este instrumento de fricción.
Alberto Jamaica  siempre que tenía la oportunidad le sacaba melodías al acordeón e interpretaba las pocas canciones que se había aprendido con el instrumento de su excompañero de agrupación y amigo Wilson Ibarra y en un ensayo con su nuevo grupo cogió sin permiso el acordeón del señor Pedraza y comenzó a sacarle melodías, detalle que no pasó desapercibido y sorprendió gratamente al dueño del instrumento y el conjunto, quien al escucharlo le dijo de manera directa y sincera que tenía más talento para interpretar esa caja musical de pitos y bajos que como cantante, y le aconsejó que aprovechara ese potencial y lo canalizara para su bien y fue desde ese momento cuando se decide por completo a la interpretación del acordeón porque encontró en él y la música vallenata la forma de trasformar sus tristezas en alegrías y convertir este instrumento en su nuevo y mejor amigo.
Con algunos ahorros que tenía fruto de sus presentaciones y el trabajo en construcción que aprendió ayudando a su padre, compró su primer acordeón y se dedicó de lleno a estudiarlo, escuchando y practicando canciones vallenatas las cuales repetía una y otra vez, de una colección de cassettes que tenía de maestros como Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez, Alfredo Gutiérrez, Abel Antonio Villa, Emiliano Zuleta, Nicolás «Colacho» Mendoza, Israel Romero, Ismael Rudas Mieles, entre otros, confiesa que de todos aprendió algo, razón por la cual siente un gran cariño, admiración y respeto por todos esos grandes maestros del acordeón.
Ya con una agrupación propia conformada, más repertorio y habilidades en la ejecución del acordeón, quien se convirtió en un compañero inseparable de luchas y retos, comienza su aventura musical y artística que terminó siendo su profesión y estilo de vida.
En ese trasegar musical con su acordeón al pecho en la que poco a poco se iba ganando más reconocimiento ante los ojos de propios y extraños quienes se admiraban por la forma de tocar y el amor que un hombre nacido a kilómetros del Caribe colombiano le tenía a la música vallenata que incluso sorprendía a los mismos costeños radicados en Bogotá, se ganó el apelativo de «El Pollo Cachaco» tal como se les dice a las personas provenientes del interior del país y lo de «Pollo»  porque fue un título popularizado por el maestro Luis Enrique Martínez «El Pollo Vallenato» quien se destacó por su virtuosismo y versatilidad en la ejecución del acordeón.
En una taberna bogotana donde el «Pollo Cachacho» oficiaba como músico de planta conoce a un colega acordeonista nacido en Nobsa, Boyacá, Hernando Celis Cristancho, quien ya se había presentado en el Festival de La Leyenda Vallenata, categoría aficionado y había salido Rey en la misma categoría en el Festival Cuna de Acordeones en Villa Nueva, La Guajira y con él entabló una bonita y sincera amistad y es quien lo motiva diciéndole que le veía madera para presentarse en ese tipo de festivales, retándolo para ver cuál de los dos ocuparía una mejor posición en Valledupar, en representación del interior del país. Beto aceptó el reto y comienza su carrera brillante, arrancando por distintos festivales del Altiplano cundiboyacense, saliendo triunfador en varios y en otros ocupando honrosas posiciones, como en Madrid, Funza y Facatativá (Cundinamarca), Nobsa y Zipaquirá (Boyacá).
Graba por primera vez unos covers en el año 1991 con el cantante William Bejarano, donde incluyeron los clásicos: ‘Sin medir distancia’, ‘Esa», ‘Cómo le pago a mi Dios’, ‘Muero con mi arte’ y un merengue inédito titulado ‘El enamorado’.
Realiza una segunda grabación con Gregorio Herrera, posteriormente con el cantante sincelejano Plinio Lugo. Luego de haberse curtido, preparado, obteniendo bagaje y experiencia en estos festivales y en el campo de la grabación se inscribe en Valledupar con su amigo, colega y retador Hernando Celis, en la categoría aficionado donde ocupó un decoroso octavo puesto y su amigo el catorce y desde ese momento se afianzan más los  lazos de hermandad entre ellos. Celis se convirtió en un apoyo incondicional en todos los aspectos en su carrera musical, hasta que un cáncer agresivo se lo llevó de este mundo terrenal.
Beto continúa aumentando su trayectoria en festivales, participando y llegando a instancias finales en el Cuna de Acordeones de Villanueva, La Guajira y en el Festival de Acordeones del Río Grande de la Magdalena en Barrancabermeja, Santander.
«El Pollo Cachaco» sostiene que siempre vivirá agradecido de su colega y amigo del alma Hernando Celis, porque fue quien le abrió la trocha como acordeonista del interior del país en los festivales.
Jamaica Larrotta siempre fue un hombre que perseveró y luchó para ganarse un espacio en este competitivo, y por qué no decirlo, regionalista mundo de la música vallenata, donde después de trece intentos y habiendo logrado varias semifinales y una final se corona Rey Vallenato profesional en el año 2006, partiendo en dos la historia del Festival de la Leyenda Vallenata, al convertirse en el primer acordeonista no nacido en el Caribe colombiano en llevarse tan codiciado galardón y con esto honrar la memoria de su colega y hermano de vida.
Los temas que interpretó en la final fueron ‘Luz Mila’ (Paseo) de la autoría de Poncho Zuleta; El Libre’ (Merengue) de Camilo Namén;
‘Amores con mi acordeón’ (Son) de Iván Gil Molina y  ‘Toca cachaco’ (Puya) de José Triana.
Alberto Jamaica también se ha destacado en otras facetas musicales como: director, productor, arreglista, compositor, segunda voz, ha participado aproximadamente en setenta grabaciones, fue el encargado de interpretar toda la música en la bionovela «Diomedes Díaz, El Cacique de La Junta» donde tocó alrededor de doscientas canciones, emulando el estilo de los diferentes acordeonistas que acompañaron al gran Diomedes Díaz en su exitosa y fructífera carrera musical, ganando el premio Tv y Novelas a la mejor banda sonora de telenovelas.
Dentro de su carrera musical se destacan grabaciones con Jairo Serrano, Ivo Díaz, Pablo Atuesta, Otto Serge, Edgar Fernández, asimismo con orquestas reconocidas como: Los Alfa Ocho, Los Tupamaros, Los Ocho de Colombia, César Mora y su orquesta María Canela, Carolina Sabino, la agrupación Baracutanga de Nuevo México.
Condecorado dos veces por el Congreso de la República con la orden «Gran Caballero», por su aporte a la música y a la cultura colombiana, se ha paseado por distintos lugares del mundo dejando en alto el nombre de Colombia con un lenguaje musical y folclórico en escenarios de Londres, Canadá, Malasia, Seúl, Sydney, Texas, Nueva York, San José de Costa Rica, Caracas y muchos sitios más.


Como productor musical trabajó con la cantante Guadalupe Mendoza conocida artísticamente como «Lupita Mendoza», nacida en Chihuahua, México y radicada en EEUU, una producción de trece canciones donde hizo los arreglos musicales de cumbia mexicana, bolero, balada, una cumbia de su autoría y un porro del maestro Romualdo Luis Brito López, temas acompañados con su acordeón bendito.
Beto Jamaica es un caudal musical que siempre está activo y sigue haciendo música en sus distintas facetas, ya sea como acordeonista, productor, director, arreglista, cantante o compositor. Recientemente grabó dos temas con el cantautor Hochiminh Vanegas Bermúdez, un paseo vallenato titulado «En el senderito» y una tambora titulada «Matrona de mi tierra»; fue el productor y acordeonista de cuatro canciones de un trabajo discográfico de seis en donde canta el actual Ministro de Educación Daniel Rojas Medellín, quien se animó a grabar clásicos de la música vallenata, los otros dos temas son interpretados por el maestro Emiliano Alcides Zuleta Díaz, hace pocos días se estrenaron dos canciones de la autoría de Beto Jamaica en donde canta y toca, un paseo vallenato en dedicatoria a un amigo que cumpleaños titulado ‘Una fecha especial’ y un merengue, ‘Soy parrandero’,  próximamente saldrá al mercado un trabajo discográfico en donde Beto participa como director, productor, arreglista, acordeonista y hace voces, un total de 17 canciones vallenatas con contenido poético y literario todas de la autoría del abogado, compositor, guitarrista y cantante tolimense Ángel Asencio, que es una clara muestra de que aún hay músicos que conservan las raíces de esta expresión musical de origen provinciano.
Alberto Jamaica Larrotta «El Pollo Cachaco» demostró y sigue demostrando que su amor y admiración por la música de la tierra de Francisco el Hombre no tiene límites y que sin haber nacido en el Caribe colombiano ha hecho un aporte significativo a la edificación de nuestra música vallenata: un cachacho con alma y corazón costeño.

Atte: *Ramiro Elías Álvarez Mercado*.

Indira de la Cruz: la voz dulce de la música vallenata.

«La música es como una llave mágica que abre incluso los corazones que están más cerrados»: María Augusta von Trapp (maestra de música y cantante austriaca).

Por Ramiro Elías Álvarez Mercado.

La música ha estado ligada a las sociedades desde tiempos remotos, representando y transmitiendo los diferentes saberes y sentimientos por medio del arte, partiendo del instrumento primigenio para la creación de los sonidos: nuestro cuerpo y voz.
La industria musical, como otras, evoluciona continuamente y cada vez hay más mujeres poderosas en la vanguardia pero no siempre fue tan acogedora con las artistas femeninas. Inclusive a principios del siglo XX, a muchas mujeres se les prohibía actuar en determinados locales, mientras que otras eran descriminadas en las giras, en la radio y por los ejecutivos de los sellos discográficos. Y la música vallenata no estuvo ajena a este fenómeno, pero hubo mujeres que se fueron sacudiendo de esa represión y demostraron que con su talento también podían hacer carrera en este competido y hasta machista mundo musical vallenato.
Una de esas mujeres que sin dedicarse 100% a este arte ha dejado huella y hecho historia en esta expresión musical de origen provinciano, ella es Indira Elisa de la Cruz Ariño, quien le abrió los ojos a este mundo terrenal un 20 de octubre en el barrio primero de mayo de Valledupar para llenar de alegría el hogar conformado por Antonio de la Cruz y Elisa Ariño.
Desde muy pequeña mostró inquietudes musicales, y se le notaba un don especial para el canto, algo que le fluía de manera natural. Su vena artística viene de sus tíos maternos «Los Ariño» originarios de los Pondores, corregimiento de San Juan del Cesar, La Guajira.
Indira, cuyo nombre de origen sánscrito significa «belleza o esplendor» que es lo que percibimos cuando escuchamos su voz, una cantante que demuestra al interpretar una canción vallenata, que cuando se tiene talento solo es necesario un micrófono para hacer una presentación digna de aplausos.
Para De La Cruz, al igual que muchas de sus colegas, no fue fácil que se les abrieran puertas en la música vallenata, muchas de ellas la abrieron, salvo que no eran puertas, sino portones gigantes con obstáculos y laberintos que debió atravesar siempre de la mano de su talento y capacidad vocal.
Bachiller del emblemático colegio Nacional Loperena, que es considerado patrimonio cultural y monumento de Valledupar, referente para los pobladores de la región, porque en él estudiaron grandes personajes de la música, la política y la vida local. Y este fue precisamente uno de los primeros escenarios en el que Indira Elisa empezó a mostrar su talento artístico en las semanas culturales en donde se realizaban eventos para celebrar, difundir y promover expresiones, artísticas, folclóricas, musicales y teatrales en dicha institución.
Al terminar sus estudios secundarios tiene la oportunidad de dedicarse a la música de manera más profesional, con la venia, asesoría y la bendición de un gran maestro en la composición de los cantos vallenatos como lo es Rosendo Romero Ospino «El Poeta de Villanueva», quien le dio la oportunidad de presentarse con él en el reconocido festival «Cuna de Acordeones», que se realiza en la tierra del Maestro Rosendo, bella población de La Guajira, al norte de la costa atlántica colombiana. Suceso que la llenó de alegría al sentir los elogios y admiración por parte de los presentes, producto de ese derroche mágico mostrado en tarima con su talento.
Luego es invitada por distintos artistas para hacer coros como: su tío Adalberto Ariño y Elberth Araújo en el trabajo discográfico titulado ‘Una canción de amor y paz’, luego por el maestro Rafael Ricardo Barrios y Hugues Fernández en el trabajo discográfico titulado ‘La Otra Sonrisa’, también estuvo con la agrupación conformada por Iván Ovalle y Gabriel Julio en el LP de la época ‘Volvió el otoño’ en donde se desprendió el éxito ‘Enamorada de mi’. Agrupaciones que fueron seducidas por la dulzura de su voz, que se caracteriza por ser melodiosa, tener buena modulación, entonación y expresividad, pero al mismo tiempo se siente suave, grata y tierna, con las que adornaba esos bellos coros que han sido característicos en la canciones vallenatas.
La «voz dulce» es una buena intérprete de la guitarra, instrumento que le permite transmitir con facilidad cualquier emoción; es decir, que para Indira esta «madera bendita», como hace llamar este instrumento el médico y trovador Adrián Villamizar, es como un vehículo de comunicación y transmisión de ideas musicales con las que alegra el corazón de la gente y el de ella propiamente.
Además de acompañar a un sinnúmero de compositores y artistas vallenatos con su voz y talento, estuvo siempre agarrada de la mano por su esposo y compañero de vida, el genial Romualdo Luis Brito López: todo un referente del folclor vallenato, quien escribió con letras indelebles las páginas doradas de esta expresión musical.
Su carrera artística siguió con pasos agigantados en la que se vislumbraba una nueva, talentosa y bellísima artista, que con su carisma y seductora voz iba ganando terreno y gustando más a su naciente público. Después de algún tiempo perteneciendo a distintas agrupaciones, se le da la oportunidad de grabar su primer larga duración, titulado ‘Fieramente enamorada’, con el acompañamiento en el acordeón de Gabriel «Chiche» Maestre Socarrás, de donde se desprendieron éxitos como: ‘Busca tu amor’, ‘Borrón y cuenta nueva’, entre otros, con los cuales llegó a mercados internacionales como: Perú, Venezuela, Ecuador y México, teniendo una gran aceptación. Seguidamente, y de la mano de su esposo Romualdo, graba otro trabajo discográfico titulado ‘Ámame Siempre’ con el acordeón de un hombre que ya se nos marchó, Víctor «Rey» Reyes Leuro, donde se destacó una canción del compositor Alberto Antonio «Tico» Mercado Suárez, titulada ‘Noche de Lluvia’, luego graba el tema ‘Muy bueno’.
También hizo parte de la nómina de artistas que participaron en la producción musical homenaje a los 25 años de vida artística de Romualdo Brito, cantando una canción al lado de Roland Valbuena, titulada ‘Pertenece a ti’, convirtiéndose en un éxito nacional e internacional.
Indira Elisa ha sido una enamorada de la música vallenata desde muy niña y eso la llevó a grabar una recopilación de grandes clásicos vallenatos que hicieron parte de su banda sonora, con los que aprendió a cantar y a amar esta música que lleva en el corazón.
Esta brillante mujer jamás dejó de lado su formación profesional y se graduó como abogada en La Universidad Antonio Nariño de Valledupar, con Especialización en Contratación Estatal de la Universidad Santo Tomás de Bucaramanga, carrera que es combinada con su arte musical en donde saca espacio para ambas y en las que brilla con luz propia. Estuvo 9 años al frente de la Secretaría General de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia y actualmente es la Directora Ejecutiva de la Fundación SAYCO.
La música a la doctora Indira de la Cruz le ofrece un refugio emocional, un espacio donde puede explorar sus emociones más profundas y encontrar consuelo en momentos de dificultad. Definitivamente el canto crea lazos indescriptibles. Ya sea con los miembros de la agrupación, con los amigos y claro está, con el público y los fans. Es por esta razón que ser cantante es una aventura constante, que te hace salir de tu zona de confort y vivir nuevas experiencias para poder sentir en carne propia las letras de las canciones y el mensaje que quiere trasmitir el autor y así enamorar al público y seguidores. Porque tiene ese don para resonar con nuestros sentimientos personales, este es uno de los muchos motivos por el que su voz dulce nos hace evocar recuerdos y vivencias asociadas con nuestra vida cotidiana.

Ramiro Elías Álvarez Mercado.

Aglaé Caraballo: La Reina del Porro.

«La música es tu propia experiencia, tus propios pensamientos, tu sabiduría. Si no la vives no va a salir de tu cuerno. Te dicen que hay una línea limitadora para la música. Pero no hay fronteras para el arte»: Charlie Parker (músico, compositor y saxofonista estadounidense).

Por Ramiro Elías Álvarez Mercado

La música tiene el poder de transmitir emociones, de tocarnos el alma y hacernos sentir vivos. Y cuando una mujer combina su talento vocal con su personalidad arrolladora, se convierte en una verdadera musa.

Pero si hay una mujer que llena nuestros oídos con su dulce voz y nos hace vibrar con cada nota, es Aglaé Dinora Caraballo Mercado, quien definitivamente reúne las cualidades anteriormente expuestas.

Aglaé, cuyo nombre en la mitología griega significa «la resplandeciente», «la que brilla», «la esplendorosa», «la espléndida», era la más jóven y bella de las tres Cárites, más conocidas como «Las Tres Gracias»:  Diosas menores que habitaban en el Olimpo e hijas de Zeus, simboliza la inteligencia, el poder creativo y la intuición del intelecto.

Esta carismática artista le abrió los ojos a este mundo terrenal el viernes 2 de julio del año 1976 en «La Perla del Sinú», la ciudad de Montería,capital del departamento de Córdoba, al norte del Caribe colombiano. Allí en esa bella y encantadora tierra bañada por el imponente y majestuoso Río Sinú, el que posee la riqueza y tradiciones ancestrales del pueblo Zenú. En este mágico, seductor y acogedor lugar en el hogar conformado por William Andrés Caraballo Flórez y Aideé del Rosario Mercado Muñoz, él economista y ella administradora de empresas, nació esta bellísima y encantadora artista, en donde recibió una buena crianza y le inculcaron buen ejemplo y sanas costumbres: respeto, honestidad, sinceridad, generosidad, sencillez, pero sobre todo esa cualidad de tener los pies bien puestos sobre la tierra y de no creerse ni pasar por encima de los demás.

Aglaé Dinora desde antes de hablar, según su mamá ya se le notaba el gusto por la música, en razón a que con pocos meses de nacida intentaba balbucear letras de canciones, mientras se movía al compás de la música y sonaba sus palmitas.

Sus estudios primarios los realizó en el colegio «La Sagrada Familia» de la capital ganadera de Córdoba en donde sobresalió en todas las actividades artísticas que se realizaban, como la música, la danza, el teatro. Algo que siguió haciendo en el «Colegio La Salle», de esa misma ciudad, donde se graduó como bachiller. Ese gusto por el arte fue el detonante para que Caraballo iniciara su carrera musical ya que en esta etapa de los estudios secundarios fue vocalista de la orquesta de su colegio y es ahí donde empieza a desarrollarse como cantante. Esta talentosa mujer se ha caracterizado por ser hiperactiva y se ha dedicado a hacer muchas cosas a la vez. Aprendió a tocar la guitarra a los 11 años, lo mismo que a bailar y declamar.

Su vida artística es heredada de ambas familias, materna y paterna. En su casa siempre hubo instrumentos musicales, guitarra, piano, maracas, dulzaina, hacían parte de los enseres de su hogar. Su progenitora en su juventud cantaba pero no lo hizo a nivel profesional, su tía paterna Gloria Cecilia Caraballo es profesora de Danza, su abuelo materno Francisco Zenón Mercado quien junto a sus hermanos tuvo una agrupación de música sabanera llamada «Los Hermanos Mercado»; está claro que de toda esa herencia musical heredada de ambas familias se desprende esa genética musical y artística que ha abarcado a gran parte de ellos, como sus dos hermanos William y Cintia que ambos tienen talento para el canto, pero no lo tienen como un oficio, sino como un hobby. A su corta edad era fans de artistas  como Chayanne, Miriam Hernández, Ana Gabriel,  Garzón y Collazos, Julio Jaramillo, Lucho Bermúdez, Diomedes Díaz, Jorge Oñate, Poncho Zuleta, Pablo Flórez Camargo, entre otros, artistas que eran muy escuchados en su casa, pero sobre todo los porros en orquesta. Ese gusto por esa música que se escuchaban en décadas anteriores llevan a que su progenitora le dijera que era «una niña con alma de viejita».

Después de graduarse de bachiller, aún siendo menor de edad, se traslada a la ciudad de Barranquilla y empieza a estudiar medicina en la Universidad Libre, pero sin dejar de lado su pasión musical.

Comienza su carrera universitaria, y a la par con sus estudios, le presenta un proyecto a las directivas de la institución con el fin de organizar la primera orquesta, el cual fue aprobado y es así como nació la «Orquesta Alternativa» de la que se convirtió en vocalista y coordinadora principal, y es en este momento cuando Aglaé comienza a mirar la música de otra manera; es decir, como un proyecto de vida y profesional muy serio, ya que al ser protagonista de esa orquesta universitaria, se le otorgaban unos espacios para amenizar e integrarse culturalmente con otras instituciones de educación superior y colegios, algo que fue muy interesante en su naciente carrera musical, porque empieza a tener un fogeo en tarima frente a distintos públicos y estos sucesos se convierten en una experiencia muy gratificante que le sirvieron para ir obteniendo seguridad y enfocarse definitivamente en la música de manera profesional.

Luego, en quinto semestre de medicina decide abandonar sus estudios porque en realidad el llamado del arte pudo más, situación que no fue tomada con mucho agrado por parte de su madre quien se molestó por esta decisión pero que en cambio tuvo el apoyo incondicional de su padre.

Es muy común que en las distintas etapas de nuestro desarrollo personal y profesional nos topemos con distintas personas de las que aprendemos pero también recibimos buenos consejos y una que otra orientación y es precisamente lo que le ocurrió a la «Chiqui», como cariñosamente le dicen a Caraballo Mercado sus familiares, allegados y amigos más cercanos. Uno de esos amigos que desde el primer momento apoyó su pasión por arte musical y creyó en su talento fue partidario de todo lo que venía realizando en este competitivo medio artístico fue Gabriel Fernando Usta Salcedo, un hombre sincero y noble que con el correr del tiempo se convirtió en uno de esos hermanos que tenemos el placer de escoger y que sin proponérselo fue parte fundamental en la orientación musical de esta cantante en ciernes, en razón a que él al ser influenciado desde muy pequeño por la música del legendario maestro cordobés Pablo Flórez Camargo debido a que su padre nacido en Ciénaga de Oro, Gilberto Usta, era paisano, amigo entrañable y seguidor del catálogo musical de este gran maestro de la composición. Y es cuando Gabriel al escuchar tocar la guitarra y cantar el clásico porro de Lucho Bermúdez «Carmen de Bolívar» quedó hechizado por la forma como ella sentía, vivía y transmitía la canción; al terminar la pieza se le acercó y le sugirió de que se dedicara a cantar porros, en razón a que su voz se escuchaba muy bien en ese género musical de la Sabana del Caribe colombiano. Después de esos elogios y recomendación a Aglaé Dinora le quedó sonando la idea. Luego de dejar atrás su carrera empaca maletas para su amada Montería y es ahí donde se planea el viaje para Ciénaga de Oro con el acompañamiento de su padre y amigos un 27 de junio para visitar y festejar con «Pablito» Flórez uno año más de vida de este maestro. Ese día es uno de los más recordados por esta carismática mujer, primero porque conoció personalmente a esta Estrella del patrimonio musical de los cordobeses, segundo porque pudo cantarle tres de sus clásicos porros como fueron «Los sabores del porro», La aventurera» y  «Fiesta vieja». Y es en ese momento que sintió por primera vez una conexión musical con un compositor; es decir, hubo una simbiosis total entre autor e intérprete, porque él se levantó de la mecedora donde estaba sentado, en un kiosco en el patio de su casa, que para este talentoso hombre era una finca imaginaria que tenía por nombre «La Flojera», se acerca a la jóven cantante le pone un sombrero mexicano y le pide que le cante una ranchera, hecho que la dejó totalmente sorprendida porque ella esperaba que le pidiera que le cantara otra de sus composiciones, pero no, él quería escuchar en su voz «Nadie es eterno en el mundo» a lo que ella accedió y después de terminar la canción, Pablo le dijo estas palabras «se me había muerto una flor, pero Dios me devolvió otra», frase que en ese instante no entendía, estaba confundida, pero con el transcurrir de los días y al seguir compartiendo con el maestro, analizó que hacía alusión a Lucy González, la cantante invidente y una de las mejores intérpretes de las canciones del maestro «Pablito», amiga y parte fundamental de su agrupación, con la que había crecido musicalmente y compartido muchísimos escenarios, quien había fallecido el año anterior a ese encuentro. Luego de esta fructífera reunión llena de elogios mutuos y entendimiento musical, es lo que definitivamente abre el panorama y la unión de estos dos pilares del folclor de nuestro Caribe colombiano, ella se convirtió en su alumna y niña consentida. Él en su maestro, padre musical y artífice fundamental en el camino artístico de Aglaé Dinora, quien después de Lucy González se convirtió en la primera mujer joven, quien escasamente salía de la adolescencia en interpretar porro en el departamento de Córdoba, porque como es bien sabido estas expresiones musicales cada día tienen menos seguidores en la juventud.

Aglaé empieza a interesarse más por la obra de Flórez Camargo, aprenderse sus canciones y compartir mucho tiempo con él en Ciénaga de Oro, patria chica de este maestro, en donde escuchó las historias de sus canciones y aprendió las letras de las mismas de primera mano, tuvo la oportunidad de verlo componer canciones, hecho que la hizo volverse una admiradora de él, por la capacidad creativa que tenía para contar y narrar historias musicalizadas de su diario vivir; es decir, interactuaba con lo que lo rodeaba y la relación con su gente, su cultura, el medio ambiente lograba construir versos maravillosos e impresionantes, a los que les ponía melodías y luego se convertían en unas fantásticas obras musicales, y es algo de lo que «la Chiqui» siempre estará eternamente agradecida, porque él fue un hombre muy generoso, que le abrió ese baúl de conocimientos y sabiduría que ella hoy sigue poniendo en práctica en su carrera. En definitiva este reconocido maestro fue la persona que encaminó a esta artista por el sendero musical.

El año 1998 fue muy importante para Caraballo, ya que le venían haciendo seguimiento a su carrera en donde acompañaba al maestro Pablo Flórez en la interpretación de sus canciones y es cuando el Festival Nacional del Porro en San Pelayo la contrata para una presentación, en donde salió aplaudida y canta el porro ganador de ese año «El Dolor de María» de Pablo Flórez en la tarima «María Barilla» y es en ese momento cuando su carrera artística se dispara: empieza a conocerse y le llegan invitaciones de otros lugares, como Bogotá y otras ciudades del interior del país, paralelamente a ello fue invitada al canal regional Telecaribe donde le hicieron su primer entrevista para un medio de televisión.

Esas presentaciones en la capital colombiana fueron muy importantes porque conoció personalidades que estaban ligadas a la cultura, el folclor y la política, que a lo largo de  su carrera la apoyaron, tal es el caso de el expresidente Alfonso López, Nohemi Sanín, Jaime Godín, Gloria Triana, Nohora Trujillo, Mariela Barragán, entre otros.

Se radica en Bogotá y empieza a hacer presentaciones en teatros, sitios culturales, reuniones privadas y poco a poco se va convirtiendo en una embajadora del «porro sabanero» en la fría capital colombiana, pero ella con su talento, carisma, seductora voz y la forma como danzaba en el escenario, porque lleva la música metida en el cuerpo y manifestarla en el baile es un gesto natural y obligatorio heredado de sus ancestros, le puso ese toque de calor a los escenarios capitalinos.

Después de pasearse por distintos escenarios en Colombia, a finales del año 2000 surge la idea de que grabe un trabajo discográfico y es cuando el señor Jorge Pretelt por recomendación del expresidente Alfonso López Michelsen decide llevar a cabo este proyecto en la Editora Domus Libri,  bajo la producción musical del reconocido maestro Ramón Benítez. Este trabajo discográfico salió al mercado en junio del año 2001 titulado ‘Aglaé Caraballo: la reina del porro’, bautizada de esta manera por el expresidente Alfonso López, quien vio en ella una fiel exponente de la música sinuana y sabanera ante el mundo; y esto dio inicio a la consolidación de Aglaé, tanto en  su nombre artístico como su carrera musical profesionalmente.

Ya con su carrera musical disparada recibe una invitación de Madrid, la capital española, para mostrar y difundir la música del Caribe colombiano, y es cuando empieza otra etapa en su vida musical, porque fue tanta la acogida que tuvo y decide radicarse en España, en donde empieza a trabajar en una multinacional como,  representante de productos colombianos para Europa, oficio que alternaba con su verdadera pasión, la música. En donde trabajó arduamente en la difusión y promoción de la música del Caribe colombiano en varios países de Europa, Asia y América y convertirse en la primera artista colombiana que ha llegado hasta Palestina a llevar nuestra música folclórica.

Después de 6 años radicada en el viejo Continente, retoma su carrera en Colombia, haciendo vibrar nuevamente los escenarios de su tierra.

Retoma sus estudios universitarios por consejos de su madre quien siempre le decía que a parte de su brillante carrera artística debería tener un respaldo académico; y se gradúa como, comunicadora social, egresada de la Universidad del Sinú y luego Especialista en Gerencia de Proyectos de la Universidad de Asturias.

Cursó un Máster Profesional de Canto en la Academia del Arte de Edith Salazar, en Madrid, España, allí se preparó en las distintas técnicas de canto, control del aire, coach para manejo de voz en la interpretación, manejo de escenario, corrección y mejora de las limitaciones psicológicas del estrés escénico, unido a la mejor técnica de modulación y vocalización, lo que ha hecho que cuantos pasan por sus clases personalizadas mejoren su capacidad de disfrute y su técnica al cantar a través de las liberación de las tensiones que conlleva el tener que preparar un show y enfrentarse al público, para que de esta manera, se sientan con autoridad y seguridad de interpretar mejor.

Esta polifacética mujer también es compositora, lo que la convierte en una cantautora con alrededor de 30 canciones de su rúbrica. Luchadora incansable e investigadora del folclor y las raíces de la cultura del Caribe colombiano, donde lucha por la preservación de la  música autóctona de su tierra: El Porro, en el que realiza una loable labor de concientización, recuperación de valores, reconocimiento de la cultura, búsqueda de indentidad, sentido de pertenencia, defensa del porro como ritmo ancestral, fomento, promoción y difusión de la música tradicional; conquistando no sólo los diferentes escenarios nacionales e internacionales, sino también el corazón de niños, jóvenes y adultos.

La Reina del Porro, es un símbolo de la fiesta el ritmo y la danza de esta música ancestral del valle del Río Sinú, es una artista dotada de cualidades eximias para el canto, su voz vibrante y embrujadora y las melodías terrígenas de sus canciones le han dado un estilo inconfundible que le ha merecido el reconocimiento y cariño del público.

Cuando Aglaé canta es como si el público viajara a la Costa Norte colombiana, permitiéndoles gozar, reír, danzar, vibrar, gritar y hasta llorar con la cadencia de los movimientos de sus caderas y el eco de su voz, que se introducen por todos los poros y serpertean en el cuerpo de quienes la ven y escuchan.

Su trayectoria profesional, gracias a su gran calidad interpretativa, se ve reflejada en sus siete trabajos discográficos: «La Reina del porro», «Yo soy el folclor», «La esencia del folclor», «Lo mejor de la Reina del Porro», «Herencia», «Pasaporte al Caribe», «Aglaé 20 años de folclor», 6 de ellos producidos por Aglaé Caraballo, donde encontramos los temas más representativos de la Costa Caribe de nuestro país, arreglados especialmente por exponentes destacados como Ramón Benítez, director musical y maestro del Bombardino.

Como investigadora cultural, cabe destacar su Monografía «Pablo Flórez Camargo: el último juglar del Sinú. Historias y Canciones», que busca contribuir con la preservación del patrimonio inmaterial de Córdoba, que se caracteriza por tener una riqueza cultural y oral inmensa, además de salvaguardar la memoria musical de uno de los más grandes maestros en la composición de su departamento. En donde Aglaé Dinora, analiza el contexto en el que surge la obra artística de este gran baluarte de la música, con historias de algunos de los personajes que lo inspiraron, indicando su aporte al folclor de Córdoba mediante la explicación de aspectos sentimentales como el amor, la tristeza o el dolor, socioculturales y antropológicos donde se destacan, la religiosidad, tradiciones, costumbres, gastronomía, naturaleza y la crítica social.

Esta hiperactiva artista también ha sobresalido en el campo de la actuación, donde se destaca su participación en las obras de Teatro Costumbristas: La Piqueria (Guillermo Valencia Salgado), El Tambor del Diablo (Guillermo Valencia Salgado), bajo la dirección de la maestra Olga Núñez. Velorio Campesino (Guillermo Valencia Salgado), bajo la dirección del maestro Luis Valencia.

Del teatro pasa a la televisión donde también ha dejado su huella artística y resaltamos su especial participación con el personaje de «Eufemia Loaiza» en la telenovela «Todo es Prestao», que fue  transmitida en el año 2016 por el canal RCN y en el 2017 en la televisión ecuatoriana.

Otro de sus papeles actorales relevantes fue el de la «Hermana Honorata Santos» en la telenovela «La Luz de Mis Ojos», dirigida por el maestro Jorge Alí Triana, serie emitida en Colombia por el canal RCN en el año 2017. En esta misma serie Aglaé, también realizó el doblaje de la voz para la protagonista, convirtiéndose en la voz oficial de esta producción televisiva, que fue transmitida en República Dominicana, Salvador y Argelia y próximamente se estrenará en Portugal y Brasil.

En el año 2021 fue escogida para que su voz diera vida al tema «La Mojona», canción central de la película «5 Ignorantes buscando una verdad», dirigida por el reconocido productor Carlos Vergara Montiel, que ya fue estrenada en todas las salas de cine del país.

En el año 2023 hizo parte de un gran proyecto cinematográfico, pero esta vez desde la producción musical, realizando la Música Diegética;es decir, la relación del sonido con la narración audiovisual. Y también voz de la banda sonora de la película: «Esto se calentó».

Casada con Pedro José Weeber Brunal, quien más que su esposo, se ha convertido en su manager, bastón y apoyo incondicional y de cuya unión marital nació su princesa Ángeles Weeber Caraballo, quien a su corta edad ya tiene inclinación por el arte,  sobre todo la pintura y las artes plásticas.

Actualmente combina la música con su trabajo, en el que se desempeña como Directora de la Corporación «La Reina del Porro», donde viene realizando una importante labor de fomento, promoción, difusión y fortalecimiento de la cultura e identidad cordobesa a través de recitales, foros, conversatorios, conferencias, encuentros culturales, festivales, talleres, danza, teatro, poesía, música, artes plásticas, literatura, entre otros.

Por su trayectoria, aporte a la música, el folclor y la cultura del Caribe colombiano, en distintas facetas los reconocimientos y exaltaciones no se han hecho esperar.

*Exaltada con el «Mérito Cultural», por la Cámara Junior de Córdoba 2002.

*Homenajeada en la XXIV versión del Encuentro Nacional de Bandas en Sincelejo, por su valiosa labor en la preservación del Porro. 2009.

*Exaltada por la Gobernación de Sucre, Consejo Departamental de Cultura y el Fondo Mixto de Cultura de Sucre con «Mención Especial de Reconocimiento» por su valioso trabajo artístico y el impulso a nivel Nacional e Internacional del Porro y el Fandango. 2009.

*Galardonada en los premios Celebrity 2009, al Merito Cultural, Montería, Córdoba.

*Exaltada por la Universidad de Córdoba como Personalidad Destacada del departamento, por su labor en el sector musical 2010.

*Exaltada como Personaje Ejemplar por la Revista Expectativa 2010.

*Exaltada por Electricaribe, en el marco del Carnaval de Barranquilla, por su trayectoria artística y su valiosa labor para preservar el legado musical del maestro Pablo Flórez Camargo 2013.

*Homenajeada en la XXXVIII versión del Festival Nacional del Porro, por su trayectoria musical y difusión del Porro Pelayero 2014.

*Homenajeada en la Clausura del Colegio My Little Kingdom, Montería, por su lucha en la preservación del Porro como ritmo ancestral «Especial Reconocimiento» a su trabajo de empoderamiento, fortalecimiento de valores identitarios y sentido de pertenencia en los niños y jóvenes 2017.

*Exaltada por el Centro Comercial Guacarí de la ciudad de Sincelejo, con un reconocimiento por enaltecer las artes y la cultura sabanera, así como por su invaluable aporte a la construcción de la identidad de la región 2018.

*Exaltada por la Universidad del Sinú con un reconocimiento a su excelente desempeño como Comunicadora Social enfocado en su trabajo de investigación, preservación y difusión de la cultura del Caribe colombiano 2018.

*Exaltada por el Instituto Tecnológico San Agustín por su invaluable aporte, trayectoria y dedicación en beneficio de la cultura sinuana y el folclor cordobés 2018.

*Exaltada por ASODANZAR por su trayectoria y aporte al folclor del Caribe colombiano 2018.

*Exaltada por la Universidad del Sinú en «La noche de los mejores» como egresada destaca 2019.

*Exaltada por la Asamblea Departamental de Córdoba por su trabajo en pro del Caribe colombiano 2019.

*Exaltada por la Gobernación de Córdoba, como mujer invencible, destacando su papel en la preservación, promoción y difusión de los valores culturales de Córdoba 2021.

*Exaltada por el Concejo de Montería, por su labor en pro de la equidad de la mujer y por su aporte cultural 2021.

*Exaltada por la Gobernación de Córdoba, las Secretarias de Cultura, Mujer, Género y Desarrollo Social, por su papel en el desarrollo y fomento de la Cultura, las Tradiciones y las Artes en Córdoba 2022.

*Exaltada por la Gobernación de Córdoba con la «Medalla Córdoba 70 Años», por su importante trabajo cultural, que ha engrandecido en nombre del departamento 2022.

*Exaltada por ACINPRO por su trayectoria artística y su valioso aporte en la preservación del patrimonio musical del Caribe colombiano.

Es un placer para mí haber podido plasmar en mis humildes letras, parte de la fascinante historia de vida, musical y artística de Aglaé Dinora Caraballo Mercado: la reina del porro, al igual que su homónima de la mitología griega llegó a este mundo, para brillar y resplandecer con luz propia en el firmamento musical del Caribe colombiano, entretener y alegrar el corazón de la gente, porque el Porro y todas estas expresiones musicales con las que nos deleita son como un pedacito de pueblo que lleva en el alma y nadie le puede quitar, es una añoranza deliciosa, una nostalgia dulce con sabor a tierra, un derroche de alegría que no se acaba, simplemente se mantiene es constante como el caudal del Río Sinú, a veces calmo, otras furioso, pero siempre cantarino.