Valeria Lozano: una joven cantante que se está abriendo paso con su voz hipnótica y seductora en este competido mundo vallenato.

«Cantar es lo más personal que puedes hacer. Es como respirar»: Celin Dion (cantautora canadiense).

Por Ramiro Elías Álvarez Mercado.

La música es como un medio de comunicación profundo y transformador: capaz de conmovernos, desafiarnos y despertar nuestra imaginación, es un lenguaje universal que trasciende barreras culturales y lingüísticas, que se caracteriza por tener el poder de emocionar, inspirar y transformar a quienes lo experimentan.
A todos nos gusta de una u otra forma cantar pero a la mayoría nos parece una catarsis porque no tenemos una buena voz o bien sea por temor a hacer el ridículo, pero hay personas que saltan ese muro de la timidez y se arriesgan a exponer ese talento que tienen oculto y se lanzan al ruedo musical. En este competido medio de la música vallenata hemos sido testigos de un fenómeno que viene sucediendo hace varios años y es la aparición de muchas mujeres que con sus talentos, bellezas, carismas, fuerzas y valentías vienen refrescando y haciendo un aporte significativo en la construcción de esta gran pirámide en la que se ha convertido esta expresión musical: compositoras, acordeonistas, cajeras, guitarristas, guacharaqueras y por su puesto cantantes que le han dado un nuevo oxígeno a la música vallenata.
Una de esas nacientes figuras que promete continuar con el legado de esas grandes voces que por años nos han deleitado en la música de Francisco el Hombre es Valeria José Lozano Beltrán: hermosa, talentosa y carismática mujer que llegó a este mundo terrenal el jueves 25 de abril del año 2002 en el hospital Fray Luis de León, en una esplendorosa y soleada tarde en la tierra donde se desarrolló la historia de «El Hombre Caimán», el municipio de Plato, departamento del Magdalena.
Este exótico pueblo de mitos y leyendas, fiestas algarabías y alegrías posee una privilegiada posición: está ubicado en la ribera oriental del majestuoso e imponente río Magdalena: fuente de sustento, vida, flora, fauna silvestre e inspiración de sus pobladores; en su territorio se encuentra gran parte del complejo cenagoso de Zárate, Malibú y Veladero considerado como el segundo más importante del territorio colombiano. Allí en el hogar conformado por Ítala María Beltrán Marenco y José Lozano Andrade nació Valeria rodeada de mucho amor, pero también de parrandas vallenatas dado que su padre, un abogado de profesión que nunca ejerció y se dedicó a los negocios independientes como la ganadería, la agricultura y otras inversiones, conocido como «el gran Pepe Lozano», fue un animador de interminables parrandas y gestor cultural, saludado por distintos cantantes de la música vallenata. Su madre una instrumentadora quirúrgica también amante del vallenato gustos que desde un principio fueron heredados por su hija de donde claramente viene esa inclinación musical ya que su padre siempre le cantó desde niña, cantos con los que la arrullaba hasta conciliar el sueño. Es la mayor de tres hermanos: María Josefina, de 16 años quien también tiene una buena voz y en algunas ocasiones le hace coros a su hermana mayor y el gran José José de 12, a quien le gusta la guitarra y toca la lira en la banda de su colegio, lo que quiere decir que la música ha estado en su vida desde antes de ser concebida por sus padres.
Lozano Beltrán sintió ese llamado musical desde muy niña en su terruño y poco a poco lo fue desarrollado y mostrando en su colegio Inmaculada Concepción de las monjas terciarias capuchinas donde realizó sus estudios de básica primaria y bachillerato en el que se destacó por ser una alumna sobresaliente en la parte académica y sobretodo con un buen oído musical. Sonidos como el tic tac de un reloj marcando la hora, el canto de los pájaros, las notas de un acordeón y una guitarra siempre la inquietaban; es decir, que la música se convirtió en algo cotidiano para ella, la relajaba, le mejoraba su estado de ánimo y ese magnetismo la hacía sentir feliz.
Aprendió a tocar guitarra y sumado a su voz hizo que su amor por esta expresión musical aumentara y esta razón le dio la claridad suficiente para pensar y soñar que con su talento y voz deleitaría a un público presente en los distintos escenarios donde se presentaría.
Valeria José es admiradora de la mayoría de los grandes cantantes que han escrito con letra indeleble la historia del vallenato, pero siempre estuvo seducida por la voz de su padre «Pepe» Lozano, quien le cantaba las canciones que se escuchaban en la radio que eran éxitos del momento, pero sobre todo la de los Hermanos Zuleta Díaz en razóna que era un «Zuletista» de tiempo completo.
Como amante y seguidora de la música vallenata le gustan esos autores que cuentan en sus letras vivencias y contenidos profundos con un lenguaje literario de gran factura que con sus canciones llenaron de éxitos el pentagrama vallenato, pero tiene una mayor inclinación por la obra del maestro Hernando José Marín Lacouture, quien se caracterizó por su marcado estilo en el que plasmaba y reflejaba rasgos de rebeldía, romance, poesía, picaresca y costumbrismo.
Hoy en día Valerian Lozano es una de las mujeres dedicadas al canto vallenato que tiene mucha aceptación en las redes sociales y canales de difusión. Sus vídeos, sus interpretaciones de clásicos de la música vallenata son muy apetecidos por el sentimiento y la calidad vocal que le imprime a sus interpretaciones y es que después de escucharla con ese respeto y admiración por las versiones anteriores de esos exitosos cantos, nos demuestra que su cantar es una fascinante forma de arte increíble que nos atrae y sabe como tocar las fibras y emociones de quienes la escuchan.
Las palabras no son para explicar cuán profundamente los cantantes están apegados a la música, pero la demostración y entrega que Valeria hace en el escenario en cada presentación enciende ese fuego que lleva por dentro y esa dosis de inspiración es recibida con entusiasmo y alegría por sus seguidores.
Su voz conmueve por ser pura, vigorosa, pero al mismo tiempo agradable al oído, es como si llevara toda una vida dedicada al canto.
Valeria José Lozano Beltrán está dedicada a su pasión que es la música, sus presentaciones en el Caribe colombiano aumentan significativamente, pero no ha echado en saco roto sus estudios profesionales, antes por el contrario está que logra este objetivo que siempre se trazó en la vida y hoy en día cursa su último semestre de ingeniería ambiental en la Universidad del Magdalena donde está becada por su talento.
En su naciente carrera artística ha grabado varios ‘covers’ y producciones con canciones representativas de la música vallenata.
En este momento hace pareja musical con el joven y talentoso acordeonista natural de San Jacinto, Bolivar, Carlos Olivera, un muchacho que tiene una nota, pulcra, coherente, siguiendo los pasos de sus maestros antecesores en la ejecución del acordeón.
La primera canción que grabó es de la autoría del guitarrista y cantante Juan Pablo Marín Álvarez, hijo del maestro de la composición Hernando Marín, titulada «Pacto de Amor» que se la dedicó a su querido padre «Pepe» Lozano en el primer año de su fallecimiento. Colaboró con Miguel Herrera en la grabación a dúo de la canción «Mi Poema» del maestro Rosendo Romero Ospino, así como la participación en el álbum ‘Frente a La Poesía’ «Vallenato Auténtico Volumen III» que viene liderando Hernán «Nancho» Gómez en donde cantó una puya a dos voces titulada ‘Quien manda a quién’ con Aldair Velázquez, obra del compositor Pedro Otálora, y el acompañamiento en el acordeón de Óscar Correa.
Valeria sigue con sus actuaciones y también se vienen nuevos proyectos para este año 2024 de la mano de grandes exponentes del folclor vallenato como el acordeonista Horacio Escorcia Marchena y la participación en la producción ‘Guitarras del Alma’ al lado de los guitarristas Mancel Cárdenas y Juan Carlos Vargas «Mogolla» y Alma Parrandera.
Con la música metida en su alma empezó a darle rienda suelta a su imaginación y se estrenó como compositora y presentó una canción de su autoría titulada ‘Si el amor no te alcanza’ lo que seguramente será el preámbulo para que broten más inspiraciones de esta bella y diciente expresión musical.
Es probable que me quede corto de palabras al momento de expresar la admiración que me ha generado esta joven artista: Valeria José Lozano Beltrán, pero tengo el presagio que su seductora, fascinante y magnética voz estará dando de que hablar los próximos años y acaparando las portadas de los medios de comunicación porque es talentosa, sencilla, con ese temple de mujer visionaria, que emana energía positiva.
Así como los diamantes se van puliendo de la misma manera Valeria lo va haciendo sin afanes, pero con optimismo, dedicación, profesionalismo y responsabilidad. Diamante, palabra que proviene del griego «Adamas» que significa «inalterable, indomable, indestructible», eso mismo queremos los seguidores de esta bellísima artista que siga conservando ese estilo romántico, costumbrista y soñador, que su linda voz no se altere y que cante sin marchitarse de manera vitalicia, para que su nombre forme parte del firmamento vallenato y su estrella ilumine y quede plantada entre los grandes exponentes de esta música de origen provinciano que se ha convertido en la cara más amable de Colombia ante el mundo.
La pueden seguir y escuchar en sus redes sociales.

Instagram: @Valerialozanob
Facebook: Valeria Lozano Música
Tik Tok: @Valerialozanob
YouTube: Valeria Lozano

José Luis Martínez Barraza: un compositor que hace parte de la nueva camada de la música vallenata.

«La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido»: Leonard Bernstein, compositor, pianista y director de orquesta estadounidense.

Por Ramiro Elías Álvarez Mercado .

Las palabras pueden convertirse en una inyección de energía, ganas y motivación, sobretodo para las personas que emprenden un nuevo reto o una nueva actividad en la vida.
Una dosis extra de motivación siempre es bienvenida, y para muchos de nosotros (músicos y no músicos) un consejo o una frase puede suponer un gran empujón para perseguir una nueva perspectiva.

Precisamente en el arte musical hay algunos talentos en distintas áreas que por timidez o un poco de miedo no salen a flote y se quedan en el anonimato. En cambio hay otros que motivados por personas cercanas sí lo hacen, como le pasó a José Luis Martínez Barraza, un joven compositor que hace parte de la nueva camada de la música vallenata. Quien le abrió los ojos a este mundo terrenal el martes 29 de abril del año 1980 en una radiante mañana, rodeado de los efluvios de la naturaleza, el olor al café recién colado y de la leche recién ordeñada, en el corregimiento de Bálsamo, municipio de Concordia ubicado en la zona noroccidental del departamento del Magdalena, en la Costa norte colombiana.

Quehaceres como la ganadería, agricultura y la pesca en pequeña escala hacen parte de las actividades económicas que se desarrollan en este exótico paraje. Nació en el hogar conformado por el señor José de Los Santos Martínez Isaza y la señora Arelis de Jesús Barraza Moya. Ambos dedicados a la labor de administrar fincas cuyas actividades principales eran los cultivos de yuca, maíz, arroz, millo y todo lo relacionado con la crianza y levante de ganado, cerdos, chivos, aves de corral y la producción de queso; fruto de ese esfuerzo, trabajo y dedicación luego pudieron adquirir su propia tierra y seguir con esta actividad ahora en su propiedad a la que denominaron como «Finca Canario». Es el hijo mayor de una familia de tres complementada por sus hermanas Carmen Luz y Fanny María.

Su influencia en la composición la hereda de su progenitor, quien construía versos con situaciones que le sucedían en su entorno ya fueran de tipo jocoso, amoroso o producto de su imaginación, su abuelo paterno José Martínez De Aguas conocido como «Joselo»también era un destacado decimero de la región. Al no tener hermanos varones tuvo una estrecha cercanía con sus primos y es precisamente cuando uno de los menores quien no tenía una buena dicción en la pronunciación de su nombre termina por llamarlo como «Blite», apodo que se convirtió en un complemento de su identidad.

Sus estudios primarios los realizó en la Escuela Rural Mixta de Bálsamo en su adorado terruño, en donde vivió al cuidado de su abuela materna Fanny Moya Palacín unos tres años y el resto del tiempo hasta que terminó sus estudios de básica primaria estuvo con su abuela paterna Baudilia Isaza; lo que quiere decir que ambas hicieron parte de su crianza en sus primeros años de vida. En la escuela se mostró como un alumno aplicado y sobresaliente, pero sobre todo inquieto en cuestiones musicales, tarareaba las canciones vallenatas de moda y se las aprendía con los famosos cancioneros de la época en donde venían las letras de los temas, preocupándose siempre por saber quienes eran los autores, cantantes y acordeonistas de esas obras musicales que lo seducían y a su escasa edad ya despertaban en él distintas emociones. Ese entorno natural y paradisíaco en donde José Luis se levantó fue fundamental para el desarrollo de su imaginación, dado que su terruño quedaba al lado de una corriente de agua fresca y cristalina llamada «Quebrada el Mundo»: un brazo que se desprende de la imponente y majestuosa Ciénaga de Zapayán hábitat de mucha flora y fauna exótica que mantiene vivo el ecosistema de la región. Sin lugar a dudas esos paisajes y tiempos vividos contribuyeron posteriormente en el desarrollo de las temáticas de sus canciones.

A la edad de 11 años se traslada a la «Puerta de Oro de Colombia», la ciudad de Barranquilla, con la finalidad de realizar sus estudios secundarios, donde se gradúa de bachiller en el Colegio Liceo Moderno del Norte.

Al llegar a la capital del Atlántico tiene contacto directo con otras expresiones musicales y culturales desconocidas para él como: la salsa, la champeta, el carnaval, la danza del garabato y aunque ese colorido festín embruajador le gustó, nunca dejó de lado el amor por la música vallenata que escuchaba de niño; por el contrario, más se acrecentó en su ser. En el colegio siempre se destacó en las actos cívicos y centros literarios donde animado por sus compañeros de curso y su profesor de Español y Literatura, y director de curso en el grado once, Eduardo Pulido le pedían que escribiera algo alusivo a las actividades festivas del colegio, a lo que Martínez siempre estuvo dispuesto pero por lo general eran coplas y versos sin melodías, luego ya un día compuso lo que sería su primera canción vallenata y fue para la despedida de su segunda etapa estudiantil: el bachillerato pero lamentablemente olvidó la música y letra de esa improvisada canción y no quedó ningún registro de la misma.

A partir de ahí se toma más en serio la composición y empieza a hilvanar versos y melodías aquí y allá dándole forma a su estilo.
Entra a la Universidad del Atlántico y se gradúa de ingeniero industrial y luego empieza a ejercer su profesión pero sin dejar de lado su pasión por la música vallenata.
Entre los años 1997 y 2005 tiene una etapa fructífera en la creación de canciones y compuso varios temas, hasta que su amigo «Pochy» Colón se interesa en uno de ellos y le graba en 2006 el canto titulado «Tonto Corazón» al lado del acordeonista Ángel Barrios, un año después, Silvio Brito Jr. Y Yeifer Amaya le graban el sencillo titulado «Sigue esquivo el amor».
Lo anterior sirvió de preámbulo para que nuevamente Silvio Brito Jr. Y su padre el gran Silvio Brito Medina le interpretaran a duo un tema titulado «Contante y Sonante» en el trabajo discográfico que llamaron «Una Nueva Generación» con el acompañamiento en el acordeón de Juan Francisco Pérez.

Martínez Barraza siempre le ha tenido una gran admiración a los compositores que se han caracterizado por tener un estilo lirico, poético y romántico en la música vallenata, pero dice tener a Rafael Enrique Manjarrés Mendoza, Iván Ovalle Poveda y José Alfonso «Chiche» Maestre como sus referentes en la composición de la música de Francisco el hombre.
Con el paso de los años siguió creando canciones fue abonando y cultivando más la lírica de sus temas.

Tiene una unión marital con Dayana de La Cruz musa inspiradora de varios de sus cantos como: ‘El amor se hizo vallenato’, ‘Como simple marioneta’, ‘Ellas no tienen culpa’, ‘Esa eres tú’, ‘La florecita’, ‘Perfume de primavera’, inspiraciones con las que demuestra el amor que le tiene a la mujer que eligió para caminar agarrados de la mano el sendero de su vida, fruto de ese amor llegó al mundo su primogénita Nathalia Martínez de La Cruz, una princesita que vino a llenar su hogar de más alegría y que inspiró en «Blite» una de sus más tiernas canciones titulada ‘Tesorito de mi vida’, porque no hay ningún elemento en el mundo que despierte más belleza y le de sentido a nuestras vidas que la ternura suministrada por los hijos, es la expresión más serena, bella y firme del amor.

Haber nacido un pueblo es algo inspirador y reconfortante porque en él vivimos una gran sensación de bienestar, pero muchas veces las labores cotidianas ejercidas en las grandes ciudades nos aleja de ese terruño amado y no podemos visitarlo con frecuencia, pero siempre está presente en el recuerdo y lo llevamos en un rinconcito del corazón y es precisamente esta nostalgia lo que llevó al cantor de Bálsamo a componer un sentido canto para su terruño querido y nos muestra una faceta como cantautor donde interpreta un paseo titulado ‘Unos versos pendientes’.

El haberse radicado en Barranquilla y ser influenciado por otros géneros musicales le sirvió para componer una champeta titulada ‘En el oscurito’ interpretada por Dj Demoledor y Zonek El Magnate con la guitarra de José Páez.
José Luis Martínez Barraza » Blite» poco a poco se ha ido dando a conocer en este competido mundo vallenato, porque es un compositor que acude a la música buscando contener sentimientos que a veces lo abruman y otras veces lo enamoran y es precisamente en ella donde se refugia y encuentra el lugar apropiado para dar rienda suelta a su imaginación de donde le brota la inspiración que luego plasma en letras y melodías llenas de sentimientos, porque se describe como «un sentimental empedernido» .

Su cancionero musical ya cuenta con casi el centenar de obras de las cuales 34 han llegado a la grabación que las pueden escuchar por medio de su canal de Youtube: «Blite Martínez».

Andrés Landero: el Rey de la Cumbia

«El canto es una ceremonia de amor del artista para el público»: Mercedes Sosa (cantaora de música folclórica argentina ).

Por : Ramiro Elías Álvarez Mercado

Las aves son animales que transforman la naturaleza, ya sea a través de su canto o por medio de su belleza. Observarlos también nos proporciona una admiración infinita.

El trinar de los pájaros es algo tan mágico y maravilloso que hasta nos levanta el ánimo, y es que no hay nada mejor que levantarse temprano escuchando el canto de las aves en libertad.
Los seres humanos a través de la historia hemos querido imitar algunas de las facultades que poseen las aves como volar y cantar, pero si hay alguien que supo entender el canto de los pájaros en la magnificencia y espesura de la montaña, y lo hizo parte de su estilo musical, fue el maestro Andrés Gregorio Guerra Landero. Quien llegó a este mundo el miércoles 4 de febrero del año 1931 en San Jacinto, Bolívar, un pueblo anclado en los Montes de María en el Caribe colombiano.

Sus padres fueron Isaías Guerra y Rosalba Landero, él era natural de Rincón Hondo, Cesar y fue gaitero de donde viene la vena musical de Landero, ella procedente del Carmen de Bolívar, una tejedora de hamacas labor con la que sacó adelante a su hijo; su padre lo abandonó siendo él muy pequeño y aunque en su documento de identidad aparece el apellido Guerra, él siempre se presentó con el de su progenitora y simplemente se dio a conocer ante el mundo como: Andrés Landero.

El canto es un arte fabuloso y súper privilegiado porque en él confluyen muchas expresiones artísticas: música, literatura, teatro y baile y esto fue un factor determinante que influyó en Landero. En su infancia siempre soñó con ser músico. El contacto directo con la naturaleza, los paisajes, riachuelos hicieron que se convirtiera en un gran observador que miraba y reflexionaba con los más mínimos detalles, esa agudeza visual sumado a ese oído musical que fue desarrollando le permitía observar desde los brillantes y vibrantes colores de las mariposas hasta el frondoso y exuberante bosque de su región montemariana, escuchar el trino de los distintos pájaros que turbaban el silencio de ese paisaje natural bellísimo que hacía parte del entorno donde se levantó fue clave para que este naciente artista desarrollara toda esa capacidad musical que le entregó a Colombia y otros países.

Como todo niño y adolescente de esa época aprendió las labores del campo y su formación académica fue escasa.
Internado en la montaña con su padrastro Manuel Dolores Estrada cultivaba yuca, plátano, ñame, maíz, arroz, tabaco en unas jornadas arduas bajo el inclemente sol de la costa Atlántica colombiana, pero que no fueron excusas para que el inquieto Andrés se olvidara de la música, antes por el contrario se animaba más en plasmar con letras y melodías todo su acontecer y por eso con frecuencia ponía un taburete de cuero al sol que al calentarse se templaba y al regreso de sus faenas de trabajo cuando se asomaba el ocaso y para sacarse el cansancio y relajarse un poco con los compañeros jornaleros tocaban gaitas y él con ese asiento de cuero simulaba los sonidos del tambor.

Todo en la vida de Andrés Gregorio ocurrió de manera precoz, tanto es así que antes de cumplir los 17 años decide independizarse, se regresa de la montaña decididamente a encaminarse en construir su cancionero musical que fue guiado por su personalidad férrea, exhibiendo con esmero sus innegables aptitudes artísticas.

Su primer contacto con el acordeón lo tuvo mediante uno que le prestaba su primo Miguel Landero y fue cuando empezó a extraerle las primeras notas a ese instrumento que lo seducía con las canciones de juglares como Francisco «Pacho» Rada Batista y Abel Antonio Villa Villa. Temas como ‘El tigre de la montaña’ y ‘Manuela’ del legendario «Pacho» fueron las primeras que le sirvieron como planas en su aprendizaje.

Como dice el viejo y sabio adagio «al que le van a dar le guardan», en una de esas famosas «corredurías» de los juglares se presentó en su pueblo San Jacinto el maestro al que Landero admiraba: Francisco Rada, a tocar una parranda y como era de esperarse el naciente músico estuvo presente y en uno de esos descansos le pidió prestado el acordeón a «Pacho» e interpretó los «mochitos» de canciones del maestro que había aprendido en el instrumento de su primo Miguel y ahí recibió los aplausos y aceptación del público presente.

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ALEJANDRO DURÁN: EL REY ETERNO DE LA MÚSICA VALLENATA

«El legado de Alejo Durán, ese gran maestro, nunca morirá porque en sus canciones con sabor a pueblo y a mujeres bonitas dejó las huellas de un hombre bueno, sincero y de un carisma inigualable»: Gabriel García Márquez (escritor y periodista colombiano).

Por: Ramiro Elías Álvarez Mercado

La música vallenata es inspiración, expresa declaraciones de amor, aflicciones del corazón, momentos de recordación, de exaltación y, en algunos casos, algo de picaresca. Es un arte que trae alegría a los corazones y nos enseña a meditar, valorar y a expresar muchas veces sentimientos y emociones que tenemos reprimidos.

En la historia del vallenato propiamente, un montón de músicos han aportado su propio toque personal y estilo, contrario a lo que vemos hoy en día: como la manifestación musical más auténtica de nuestra tierra y carta de presentación ante el mundo.

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LEO DURÁN: un compositor invisible, pero invencible.

«Un pintor pinta sus cuadros sobre lienzos. Pero los músicos pintan sus cuadros en el silencio»: Leopold Anthony Stokwski (músico y director de orquesta británico).

Por: Ramiro Elías Álvarez Mercado

La música es una de las más apasionantes disciplinas artísticas a las que puede dedicarse el ser humano. La misteriosa esencia de su lenguaje o el reconfortante arrullo de su eco sonoro son algunas de las innumerables causas que nos lleva a reflexionar acerca de ella y su enigma, con la cual conseguimos muchas veces que la mente se despeje de inmediato y le demos rienda suelta a la imaginación.

La motivación es el valor que se le otorga a una actividad la cual queremos realizar; cuyo vocablo proviene del latín «motio» que significa movimiento; es decir, que es el impulso que cada uno de nosotros siente para alcanzar aquello que anhelamos. Precisamente esto fue lo que llevó a Leopoldo Durán Quiroz a convertirse en un destacado compositor de la música vallenata. Este humilde varón más conocido en el mundo artístico vallenato como «Leo Durán» nació en Tamalameque: un pueblo de historias, leyendas y culturas, que encierra un universo mágico enclavado en la margen derecha del río Magdalena y perteneciente al departamento del Cesar, el día sábado 3 de febrero de 1962. Hijo de Armando Durán Castilla y Dionisia Quiroz Crespo.

Hablar de Leo, es hablar de esos compositores invisibles pero invencibles que hay en la música vallenata. «Invisibles» porque muchas veces a pesar de lo buena y lo exitosa de sus obras musicales son poco reconocidos e «invencibles» porque le tocó una vida muy difícil ya que tuvo que levantarse sin sus padres quienes lamentablemente fallecieron siendo él un infante de escasos 3 años de edad y por ello, fue criado por su abuelos maternos: Margarita Crespo y Remigio Quiroz, en el corregimiento de Santa Teresa, perteneciente al municipio Regidor, en el sur del departamento de Bolívar; fueron ellos los encargados de inculcarle buenos valores y convertirlo en un hombre responsable y de bien.

Durán Quiroz a pesar de la falta de sus padres fue un niño que se volvió fuerte y creció con un caparazón que lo protegió y lo convirtió en un hombre batallador. Su vena artística es heredada por parte de los Quiroz, su abuelo Remigio era tamborero y sus tías cantaoras y bailadoras de bullerengue, la música fue un bálsamo que le dio alivio a su sufrida infancia. Él presentía que tanto sufrimiento sería recompensado en la vida y fue así como se enamoró de la música vallenata escuchando y cantando todas esas canciones clásicas por las polvorientas calles del pueblo Santa Teresa, terruño por el que siente un amor y una gratitud inmensa, seducido por esos bucólicos y majestuosos paisajes, donde la conexión con la flora y fauna es una manera de afianzar el contacto con la naturaleza. Dejándose impresionar por su belleza y sentirse parte de ese mundo maravilloso formados por la ribera del río Magdalena y el Brazo de Papayal que cruzan parte de esos exóticos territorios; esas canciones repletas de poesía y costumbrismo borraban de su rostro la tristeza y la melancolía de su sufrida infancia.

Leo tuvo el carácter para convertir un remolino de tristezas en un mar de felicidad y todo esto se lo debe a su arte musical. Poco a poco fue desarrollando el gusto por hilvanar versos y crear melodías inclinándose por las canciones y el estilo musical del gran Hernando José Marín Lacouture, maestro al que siguió, admiró y respetó. Ese hecho de plasmar en letras y ponerle melodías a los aconteceres diarios que vivía y le llegaban a su imaginación era una forma de desahogarse y darle rienda suelta a ese sentimiento que llevaba por dentro, fue clave para que en el año 1987 le llevaran a la grabación su primera canción titulada ‘Soy Parrandero’, interpretada por Patrick Díaz y Lucky Sarmiento en un trabajo discográfico titulado ‘Mundo de Amor’; luego, en el año 1988 tuvo la dicha que el dos veces Rey Vallenato de San Juan de Nepomuceno (Bolívar), Julio César Rojas Buendía, con la voz de Miguel Herrera le grabaran la canción titulada ‘Que mal me pagas’, en el trabajo discográfico titulado ‘La pareja ideal’. Y así comienza escribirse la historia de un compositor luchador que supo ir convirtiendo la adversidad en dicha y prosperidad.

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