Mi Casa Vallenata recibió Galardón en los Premios de la Música Colombiana

Una noche mágica llena de alegría, de gratos encuentros y sobre todo de amor por el folclor vallenato, así se vivieron los Premios de la Música Colombiana donde lució en todo su esplendor la producción musical Mi Casa Vallenata volumen 3 y sus exponentes, en cabeza de su director Edwin Makina Altamiranda, recibiendo el galardón como producción Vallenata del Año y a su vez como gestor cultural.

En este escenario se pudo disfrutar de canciones que hacen parte de esta gran producción musical con la alegría y los aplausos de un público que disfrutó esa gran presentación con el talento de compositores e intérpretes presentes en este impostante evento.

Desde Estampas vallenatas, felicitaciones a Mi Casa Vallenata ; compositores, cantantes y acordeoneros y que dignifican el folclor vallenato, ¡Arriba Mi Casa Vallenata Internacional!

EL GRAN IVO DÍAZ Y SUS 40 AÑOS DE VIDA ARTÍSTICA.

Por: Ignacio Cantillo Vásquez

Comenzaré por decir que, nada en la vida, ocurre por casualidad.
Y, al hablar de la vida y obra de Ivo Díaz Ramos, esta frase sí que adquiere toda una trascendencia, tal como paso a explicarlo.

Nunca fue casualidad que naciera en un hogar donde, desde muy pequeño, se fuera impregnando del sentir y el actuar de uno de los poetas más sensibles que ha tenido y quizás tendrá la música vallenata. Yo estoy seguro que ese hecho se debió a uno de esos caprichos que tuvo el creador en su embeleco de prologar la obra de Leandro Díaz, su padre, a través del tiempo.

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Lorenzo Morales, el errante enamorado del folclor vallenato

-Hace 12 años murió en Valledupar el juglar nacido en el pueblo de Guacoche, desde donde proyectó su talento hasta llegar a la cúspide del folclor, añadiéndole el amor a las mujeres-

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

A Lorenzo Miguel Morales Herrera, ‘Moralito’,  cuando lo sacudía la inspiración tomaba su acordeón y cantaba. Luego al tener la canción regada en su memoria se dedicaba a escribirla para no olvidarla.

En cierta ocasión a una paisana de Guacoche, Cesar, le cantó su más reciente canto. Ella se emocionó con el detalle y le pidió al juglar le regalara la letra. Él buscó la hoja en su baúl y se la trajo.

Al leerla le dijo. “Moralito, yo sé que tu no has estudiado mucho, pero hay algunas palabras mal escritas”. Enseguida se las  enumeró: “conoser, carive, hacabá, banidad, yegamos y vonita”.

Lorenzo miró para todos lados y entonces muy serio le regaló una lección de sabiduría natural, de esas que no tienen vuelta de hoja. “Vea señorita, el vallenato no tiene ortografía. Tiene es canto y melodía”. Ella para no pasar la pena ante la contundente respuesta, le pidió que se la volviera a cantar.

Años después al recordar esa anécdota dijo que estudió poco y no fue un dechado con el castellano, porque antes poco se estudiaba, porque se aprendía era a trabajar para forjarse un futuro en la vida.

Enseguida hizo una exposición sobre como aprendió a leer y medio a escribir. “La verdad es que en mi tierra estudié poco y mi profesor fue Enrique Bracho, pero al poco tiempo se casó y me dejó iniciado. Se fue lejos y de ahí en adelante medio miraba al diccionario que nunca se ha equivocado con el significado de las palabras”.

Sus estudios terminaron al poco tiempo de iniciados, porque se metió en el mundo del acordeón que le enseñó a tocar su hermano Agustín Gutiérrez Morales. “Con él aprendí las primeras notas y como tenía la vocación para el acordeón me fuí solito y no me paró nadie”. Entonces entra en el mundo del jugoso fruto que le sacó a ese instrumento que cayó en las manos precisas.

El rey de las mujeres

“Pasaba horas y horas tocando mi acordeón hasta que pude sacarle buenas notas con las canciones de esa época, dándome a conocer”. Frenó en seco y a los pocos segundos continuó. “Eso me ayudó para la conquista de encantadoras mujeres a las que les regalé canciones, saliendo favorecida inicialmente mi primera novia. Se llamaba Paulina Calvo y con ella tuve mi primer hijo de nombre Miguel Morales Calvo”.

Desde ese instante las canciones de ‘Moralito’ con nombre de mujer se convirtieron en su carta de presentación, hasta convertirse en piropos cantados donde los sentimientos no daban tantas vueltas, sino que caían en la nota precisa.

Se puso a sacar la cuenta y no alcanzó a enumerarlas, pero si a conceptuar. “Con ellas salí bien librado. Una mujer llama mucho la atención. Las idolatré, fuí un vencedor y donde ponía el ojo casi nunca fallaba”. No contento con esa declaración, añadió. “Las mujeres son la vitamina de la vida y el adorno del corazón”. Por su mente hicieron el recorrido esos tiempos idos donde con su acordeón sentó cátedra de amor.

En otra faceta, su compañera Ana Romero, lo ajuició, según sus palabras, Lorenzo Morales en ese tiempo se ganó el título del ‘Rey de las mujeres’. “Lo que no tenía en estatura, lo tenía para conquistar”, señaló Ana. Además contó que él tuvo muchas mujeres que hasta lo peleaban y solamente en Guacoche tuvo cuatro de asiento, lo que ahora llaman oficiales.

En aquel tiempo le propuso que viviera solamente con ella y le daba los hijos que quisiera. “Eso me dio resultado porque cayó en mis redes y tuvimos 17 hijos”. La ventana del amor para Lorenzo y Ana se abrió de par en par dejando que la brisa aumentara las ansias de amar en medio de los cantos donde solamente se valía soñar.

Lorenzo Morales y Ana Romero, unidos hasta la muerte

Consagrado al folclor

El juglar vivió una vida consagrada al folclor y en los últimos años varias enfermedades lo llevaron a una silla de ruedas, desde donde impartía instrucciones. Desde ahí se la pasaba cantando, tocando su acordeón, contando su vida y las historias de sus canciones, siendo la principal ‘El errante’, donde pensando en una mujer expresó que viviría de esa manera porque le había causado demencia y hasta el corazón le titilaba sabiendo que la criminal era la ausencia.

A pesar de ser un juglar completo, tocaba, cantaba y componía, la canción no siendo suya, que lo catapultó fue ‘La gota fría’, que narra la piqueria que nunca tuvo con su compadre Emiliano Zuleta Baquero.

Sobre este tema, al que se refirió en muchas ocasiones, anotó. “Al que le van a dar le guardan, y mi compadre Emiliano con su canción se quiso salir con la suya, pero al final gané, aunque con el bolsillo pelao. Nunca peleamos, fuimos excelentes amigos y compañeros de parranda”.

Al final sobre este tema indicó. “Esas son jocosidades de las canciones y en este caso fuí solamente el protagonista porque porque mi compadre Emiliano no es que fuera tacaño, sino olvidadizo”.

El juglar Lorenzo Morales dejó de tocar su acordeón por una promesa que le hizo precisamente a su compadre Emiliano Antonio Zuleta Baquero. La promesa consistía en que si alguno de los dos moría, el otro silenciaba su acordeón y así se cumplió. Con el más grande dolor ‘Moralito’ dejó de tocar lo que más amaba, su acordeón, el domingo 30 de octubre de 2005.

Moralito’ dejó de tocar su acordeón, pero nunca se le olvidó regalarles piropos a las mujeres, así tuviera 97 años, que no era inconveniente para halagarlas y ponerlas en el más alto pedestal.

Precisamente, estando en Bogotá con motivo del lanzamiento del 44° Festival de la Leyenda Vallenata del año 2011, donde fue homenajeado al lado del maestro Leandro Díaz, una joven periodista lo entrevistó y al verla tan bonita, exclamó. “Esa es mucha vitamina, lástima que no pueda tomármela”.

Lorenzo Morales, quien murió el 26 de agosto de 2011, era un adornador del encanto de las mujeres y nunca dejó de ser un errante enamorado, así ella tuviera el rostro indiferente ante el ancho relámpago de la vida.

José Tapia: El Eterno Guacharaquero de Alejandro Durán

Por: Ramiro Álvarez Mercado.

«La música es un arma de paz, su belleza y emotividad son capaces de desarmar aún el corazón más duro»: ( William Congreve dramaturgo y poeta inglés).

La relación entre los artistas con sus instrumentos en el arte musical, es algo único, porque los músicos tienen la capacidad de experimentar momentos emotivos y expresar sus sentimientos en gran parte gracias a sus amores inanimados, que la mayoría de las veces recobran vida cuando son interpretados de manera magistral y fue justo el caso de José Manuel Tapia Fontalvo, el eterno guacharaquero del maestro Alejandro Durán Díaz, quien siempre tuvo amores con su ideófono de fricción.
José Tapia nació un 13 de noviembre del año 1934 en un corregimiento llamado Las Palmas, municipio de San Jacinto (Bolívar). Este varón sencillo, humilde y de un corazón muy noble, incursionó a muy temprana edad en las lides musicales, siempre ejecutando la guacharaca y haciendo los coros pertinentes.

Hoy en día es recurrente observar, como los créditos al interior de una agrupación musical, recaen en el vocalista, y vemos músicos de gran talento, como se les relega, como si no formasen parte de un elenco y solamente el cantante o el acordeonista, son quienes merecen elogios.

En el año 1957 Tapia Fontalvo fue invitado por Alejandro Durán para que lo acompañase durante una presentación en el Municipio de Sahagún (Córdoba), dado que su guacharaquero titular se había enfermado. Fue esta la coyuntura que se presentó, y al observar el maestro la habilidad y la destreza del invitado, al igual que unos coros altos y afinados, se produjo una empatía, que condujo a este par de artistas a integrarse hasta que la muerte se encargó de separarlos.
Si algo distinguió a esta dupla musical, fue esa mística, entrega y entendimiento que los caracterizó, todo el tiempo que anduvieron juntos. Las canciones brotadas de las vivencias del maestro Alejo, tenían su complemento en su guacharaquero , el cual con su entusiasmo y alegría, ponía la nota picante y el sabor en todo lugar donde llegaban.

Tras el triunfo obtenido en Valledupar en el año 1968, Alejo y José Tapia, más Pablo López en la Caja, fueron escogidos para ir a México, a representar a Colombia en la parte musical, durante los Juegos Olímpicos, donde obtuvieron la medalla de oro, como los mejores exponentes del folclor, derrotando a representantes de muchísimos países y poniendo en la cúspide el nombre y la música colombiana.

Más adelante, y en virtud al reconocimiento obtenido, fueron invitados a New York para presentarse en el Mádison Square Garden, donde se dieron a conocer internacionalmente, con una apoteósica demostración.
Muchos años después, en abril de 1987, durante la celebración del primer concurso “Rey de Reyes”, en Valledupar, donde Alejo Durán llegó con el rótulo de favorito, en asocio de su eterno y fiel amigo José Tapia, ante el asombro del público que los tenía como sus preferidos, por la grandeza y admiración a su pureza vernácula, por un pequeño error de desafinación en una nota, Alejo le solicitó al Jurado públicamente que fuesen descalificados.

José Manuel Tapia Fontalvo, fue todo un artista de la música vallenata, que vivió siempre orgulloso de ser el fiel escudero de quien él consideraba el más grande juglar de la música folclórica del Caribe colombiano. Por ello, conservó durante toda su vida, como su tesoro más preciado, un álbum fotográfico, con las imágenes de su fiel y admirado, amigo y maestro, captadas en diferentes momentos artísticos y personales, pues cada una le recordaba anécdotas e historias simpáticas, muchas de ellas que se volvieron canciones.

José Tapia nunca rehusó acompañar a su maestro inseparable en sus innumerables presentaciones, a excepción de una, la del 11 de Noviembre de 1989, cuando fue invitado como jurado en el Festival de Acordeoneros y Compositores en Chinú (Córdoba), pero que ante su presencia y la petición del público de verlo tocando el maestro no pudo negarse , evento este que marcaría el final dela existencia del gran Alejo.

José Manuel asumió como suya la recomendación que días antes le había hecho el médico Omar González Anaya (amigo de Alejo) de mantenerse en absoluto reposo debido a su delicado estado de salud; lamentablemente el maestro Alejo hizo caso omiso a la recomendación y le dijo » amigo mío, usted sabe que el toro bravo muere en el ruedo», siendo vanas las súplicas de su guacharaquero y amigo para que permaneciera en casa.
Este gran hombre y leal amigo, hasta el día que condujo el féretro del gran Alejo Durán, hasta su última morada, fue quien portó su acordeón.

Sin duda alguna Tapia Fontalvo a parte de ser un gran amigo, compañero y aliado para el gran Juglar Alejandro Durán, fue el guacharaquero que desde su primer toque con este ícono de la música vallenata, dejó constancia que llegó al conjunto para hacer parte de la historia del primer Rey Vallenato. Fue ese escudero que de manera silenciosa se robó al lado del «Negro Grande del Acordeón» un protagonismo por la forma magistral y diferente como interpretaba y entendía las melodías celestiales que brotaban del instrumento bendito del «Negro» Durán.
En esta época, cuando los lazos de hermandad y amistad se han tornado efímeros y frágiles, debemos resaltar en José Manuel Tapia Fontalvo, como un gran ejemplo de fidelidad, respeto, admiración, lealtad y compañerismo, que tuvo para quien le brindó la oportunidad de ser su «eterno guacharaquero y compañero inseparable».
El 22 de febrero del año 2018 la guacharaca de José Tapia dejó de sonar y se fue al encuentro con su gran amigo y maestro Alejo Durán donde estarán haciendo una nueva pareja musical deleitando al Dios de los cielos con su maravillosa música. Y es que muchas veces no solo se va el músico … con su música, también se va la persona que ha sabido transcribir tus pensamientos y sentimientos más profundos.

LEONARDO GAMARRA ROMERO:«El poeta del porro sabanero»

«Todo el universo tiene ritmo. Todo baila»: Maya Angelou ( poeta, escritora, cantante y activista estadounidense).

Por: Ramiro Elías Álvarez Mercado.

Por medio de la música se han plasmado muchas ideas, sentimientos e ideologías que nacen de las formas de vida de un pueblo, por lo que a través de ella podemos conocer, admirar, valorar y respetar la diversidad cultural a la que hoy tenemos acceso.

Los expertos en música sostienen que «es innegable que la música y la palabra comparte algunas formas de organización y expresión, porque estos dos medios de comunicación tienen en común el ritmo, la entonación, la dinámica, que se encuentran tanto en el discurso oral, como en el discurso musical».

Una de esas expresiones musicales que hacen parte de la identidad y la cultura de un pueblo es «El Porro Sabanero» que es sinónimo de fiesta, alegría, diversión, que se mueve con su ritmo estético, cadencioso y fiestero que invade el ambiente, es una emoción que causa sensación de satisfacción y gozo experimentada sobre todo por los moradores de la gran Sabana, ubicada en la costa norte colombiana, comprendida por los departamentos de Córdoba, Sucre y gran parte de Bolivar.

Y es precisamente en uno de estos exóticos lugares, donde el martes 18 de julio del año 1940 en un hermoso día lluvioso en la sabana sucreña llegó a este mundo terrenal Leonardo Gamarra Romero, con más precisión en Sincé (Sucre), exactamente en el barrio Palacio, en el hogar conformado por Miguel Enrique Gamarra Escudero y Sara Romero Atencia: él un campesino que negociaba con productos agrícolas y compra y venta de ganado, ella una costurera y ama de casa.

Sus primeros años los vivió frente a la Casa de la Cultura de su natal Sincé, en el hogar de sus abuelos maternos Enrique Romero y Lorenza Atencia. Años más tarde a raíz de un problema de salud que aquejaba a su señora madre y por recomendaciones médicas deciden trasladarse a un sitio con más aire libre y es cuando se radican en una finca de su tía Filomena Romero, donde transcurrieron siete años de su vida y es ahí donde el pequeño Leonardo tiene contacto directo con la naturaleza y pudo apreciar en todo su esplendor sus colores, sabores, sonidos, olores y sobre todo esos aromas que se desprenden del aceite que cubre los árboles mediante la lluvia al caer sobre el suelo seco denominado por los científicos como «petricor» o simplemente olor a tierra mojada.

Todos estos fenómenos naturales, sumados al gusto por la música de su progenitor quien era un ferviente seguidor de las canciones de Carlos Gardel y Agustín Lara y en las noches de luna clara las cantaba. Leonardo, sentado en su regazo, se extasiaba con esas letras y melodías maravillosas, algo que se quedó grabado en su memoria para siempre y fue parte fundamental, una base sólida para que él se inclinara por el arte musical.

Su familia se trasladó nuevamente para Sincé y fue cuando él tuvo contacto directo con agrupaciones y bandas musicales de la región como «Los Diablos del ritmo» que llegaban al pueblo y amenizaban matrimonios, cumpleaños, fiestas populares, ‘bailes de salón’, hechos que motivaban y entusiasmaban al pequeño Leonardo quien se paraba junto a la orquesta varias horas encantado por esos sonidos mágicos que salían de los instrumentos que para él era algo desconocido.

Después de cursar sus estudios primarios en el colegio del profesor Luis Gabriel Meza en su Sincé del alma, recibe una beca para estudiar en la Escuela Industrial Juan Federico Hollman de El Carmen de Bolivar donde cursó hasta cuarto de bachillerato (lo que en la actualidad es noveno grado). Y es ahí donde empieza a crear sus primeras obras musicales, hermosas composiciones de corte costumbrista, pero con un toque poético donde narraba vivencias, conquistas amorosas y también desamores que eran como explosiones del alma, las cuales era interpretadas por grupos musicales conformados con sus compañeros de estudios, para alegrar las presentaciones del colegio y también los fines de semana.

Gamarra Romero se fue puliendo poco a poco en el arte de componer y se convirtió en un compositor genuino del acervo popular que se encaminó a poner en circulación su música de hondo calado folclórico.
Años más tarde, a principios de la década del sesenta, se trasladó a la ciudad de Barranquilla con el fin de laborar, pero sin dejar de lado su amor por la música y su naciente carrera como compositor. Es precisamente en la arenosa donde conoce a Jimmy Salcedo y Víctor Gutiérrez quienes tenían la banda musical Be-Bops que le grabaron su primer tema de corte tropical titulado ‘Palma de coco’, una pieza que alcanzó gran éxito en Colombia y España. Él sigue dándose a conocer y consigue que la Sonora Sensación le grabe el tema ‘Lina’.

Leonardo Gamarra se va consolidando día tras día como buen compositor y se convierte en un poeta consumado del porro sabanero: aire musical al que le dio un toque poético y distintivo, es como un pintor que con pincel en mano pinta las más bellas imágenes del entorno que lo rodea en su diario vivir, siendo las mujeres fuente de su inspiración, acompañadas de unas dulces, sublimes, celestiales y arrulladoras melodías, magistralmente hilvanadas con letras de un altísimo contenido filosófico, poético y literario que convierten su cotidianidad en un elixir de vida.

A principios de la década de los setenta se va de Barranquilla y llega a la ‘Perla de la Sabana’: la ciudad de Sincelejo, donde sigue su ascendente carrera creativa y compone canciones con temáticas propias de su cultura sabanera como: las fiestas en corralejas y sus personajes: garrocheros, manteros, toros bravos entre otros. y es cuando surge el porro titulado ‘Con la garrocha en la mano’ uno de sus grandes éxitos grabada por la orquesta del maestro Pello Torres un homenaje al garrochero Manuel Rodríguez y posteriormente por la banda San Rafael de Chinú e interpretada por la mayoría de las bandas musicales de la sabana en cuanto evento cultural y musical se realiza en esa bellísima tierra. La fructífera carrera artística del maestro ‘Leo’, como cariñosamente lo llaman, continúa y para esa misma época le graban otros temas, como: ‘Caña y bejuco’,’Clarinetero’, el bolero ‘Sinceanita’, ‘Ecos de la montaña o (Ana María)’, entre otras.

Los temas ‘Imágenes’ y ‘Caribe triste’ son la muestra de cómo se pueden componer porros con una temática universal repletos de contenidos poéticos y filosóficos tan profundos que son dignos de admiración, aplausos y de los más grandes elogios.

En ‘El Centauro’ cuenta la historia de un legendario garrochero de las sabanas del gran Bolívar de nombre Luis Felipe Quintero Jaraba, famoso por sus faenas en el ambiente corralejero; ‘El Barroso pineano’ relata la historia de un toro bravo muy respetado en las corralejas de la región de la ganadería del señor Narciso Pineda, pero no podía dejar de lado su terruño y compone el fandango titulado ‘Sincé encantador’, un bellísimo reconocimiento a la tierra que lo vio nacer, la calidez de su gente, la belleza de sus mujeres, sus paisajes y sitios emblemáticos, las fiestas patronales y la tranquilidad que respira al caminar por sus calles, pieza musical que se convirtió en un himno para los sinceanos. Otras obras conocidas del maestro Leonardo que hacen parte de su cancionero son: ‘Buscando el sol’, ‘El Cusuba’, ‘La hija del sol’, ‘Llegó el carnaval’, ‘Ojos de fuego’, ‘Alma sabanera’, ‘Adelaida’, ‘Amor corralejero’, ‘Bello cuento’, ‘Orquídea salvaje’, ‘Jinete del tiempo’, entre muchas más. Tiene un promedio de 80 canciones grabadas y más o menos 100 que permanecen inéditas, las cuales hacen parte de su extenso repertorio.

Es fascinante escuchar las canciones que han sido grabadas por distintas orquestas y bandas musicales del gran maestro Leo, pero es más fascinante escucharlas en su propia voz a las que les imprime un sentimiento único algo que lo convierte en un cantautor acompañado de una guitarra, son interpretaciones sencillas en obra negra y al natural, pero tienen la grandeza que solo lo podría explicar esa magia que encierran los buenos compositores, nobles, elementales y espontáneos.

El aporte musical del maestro Leonardo Gamarra Romero a nivel nacional y sobre todo a la Región del Caribe colombiano es de una gran valía y calidad debido a la versatilidad de su genio creador que le permite componer con la misma facilidad un porro, una cumbia, un bolero, un pasaje, una salsa, un paseo vallenato y hasta un guaguancó. Hoy siendo un octogenario, vive tranquilamente en su parcela llamada «Las Vegas» ubicada cerca al caserío de San Luis jurisdicción del municipio de Galeras (Sucre) rodeado de la naturaleza, donde recibe la visita regular de sus siete hijos y 23 nietos.
Ante este genio de la composición me pongo de hinojos y solo me resta pedirle al creador que nos lo tenga por muchos años más, porque los seres como él son capaces de conmoverse con las vivencias propias o de otras personas y utilizarlas como fuente de inspiración, para que nos siga deleitando con el manantial cristalino de su talento.