Biografía Artística Glenda Zavala Maduro

Glenda Zavala Maduro nace en Aruba el 9 de diciembre, en el hogar conformado por sus padres David Maduro y Rufina Maduro. Desde muy temprana edad mostró una marcada inclinación por la música, participando en diversos festivales de canto. Recibió clases de técnica vocal con Roda Frigero, reconocida cantante de ópera en la isla.

Con apenas 8 años de edad, Glenda participó en diferentes shows en hoteles y en el canal de televisión local de Aruba, destacándose por su talento y disciplina. Ese mismo año obtuvo el primer lugar en el Festival de Canto de su escuela, logro que marcó el inicio formal de su camino artístico.

Glenda Zavala Maduro ganadora del primer lugar en Canto en su Escuela con apenas 8 años de edad

Desde niña desarrolló un profundo amor por la música vallenata, influencia heredada de su padre, quien le regalaba LP y discos de 45 rpm del inolvidable Rafael Orozco. Así nació su pasión por el folclor vallenato, lo que la motivó a participar en festivales del género, alcanzando en 2018 su primer gran reconocimiento como cantante al convertirse en la Ganadora Absoluta del Festival Vallenato de Aruba.

2018 Ganadora Festival Vallenato en Aruba

Trayectoria profesional y compositiva
De profesión es funcionaria pública, desempeñándose como asistente bibliotecaria. Amante de la parranda, el buen vallenato y profundamente enamorada de Colombia, país que lleva en su corazón. Su faceta como compositora inicia en el año 2019. Con canciones vallenatas, nacidas de su inspiración, amor y pasión por el folclor que brota de su mente y su corazón.

Actualmente es presidenta de la Fundación Voces Femeninas del Folclor Internacional, lo que ha representado un gran reto y una importante meta personal. Como compositora extranjera, asume este proceso con orgullo y gratitud, destacando la cálida acogida del pueblo colombiano hacia sus obras musicales.

Obras grabadas
Durante su trayectoria, hasta el año 2025, Glenda Zavala cuenta con 12 canciones grabadas. Su primera obra musical fue “Eres todo y nada”, interpretada por la cantante Concepción Ramos. Posteriormente, la cantante Ángela Orozco grabó su canción “Buscaré otro querer”, incluida en el proyecto musical Mundo Vallenato Vol. 3.

En el 2022, dentro del primer proyecto de Voces Femeninas del Folclor, la cantante Erika Berrío interpretó la obra “Homenaje a mi padre”. Para el año 2023, la cantante Darcy ‘La Monita’ Castro grabó “Un sueño vallenato”. Ese mismo año, el cantante y productor Guaidis Carrasco grabó la canción “Quiero cantar contigo”, lanzada en junio de 2023.

Posteriormente, en el Volumen 2 de Voces Femeninas del Folclor, la cantante Estrella Cantillo interpretó la obra “Asi soy yo”, mientras que Marta Solano grabó “Mi Navidad”, sumando dos nuevas canciones a su catálogo para el año 2024.

En el 2024, la artista Malbi Blanco grabó la canción “Un mundo de pasión”, y la cantante Adalexis García, en el álbum Voces Femeninas del Folclor Internacional Vol. 3, interpretó el tributo a Valledupar titulado “A mi Valle”. Cerrando ese mismo año, Glenda Zavala cumplió una de sus más grandes metas personales al grabar, por primera vez, una canción interpretada por ella misma como cantautora, titulada “Un abrazo, un folclor”.

De igual manera, el año 2025 representó un logro de enorme valor simbólico y artístico para Glenda Zavala, al tener la oportunidad de representar a su país, Aruba, clasificando con su obra musical entre mas de 260 canciones en el Festival de de la Leyenda Vallenata en Valledupar, como compositora de la canción “Te canto Valledupar”, interpretada por la artista Malbi Blanco. Esta participación fue motivo de gran satisfacción personal y profesional, logrando avanzar hasta la segunda ronda del certamen, dejando en alto el nombre de su país y reafirmando su compromiso con el folclor vallenato.

En cuanto a su superación profesional y académica tuvo un gran logro en Colombia durante el mes de junio al certificarse como compositora ante el SENA alcanzando la mayoría en puntaje para el otorgamiento de su debido certificado de aprobación, representando un gran avance en su carrera artística y siguiendo adelante con sus proyectos.

En el 2025, vivió uno de los momentos más significativos de su carrera cuando el reconocido artista Silvio Brito grabó su obra “Yo te quiero”, dándole un importante impulso a nivel nacional e internacional. Ese mismo año finaliza con la participación especial de la cantante Bau Gutiérrez, integrante de Las Diosas del Vallenato, quien grabó la canción “Tu recuerdo”, incluida en Voces Femeninas del Folclor Internacional Vol. 4.

Proyección y legado
Para Glenda Zavala, este recorrido ha sido motivo de gran satisfacción y crecimiento. Destaca especialmente la realización del Primer Concierto de Voces Femeninas del Folclor Internacional en Barranquilla, en la Universidad – Fábrica de Cultura, experiencia que calificó como maravillosa e inolvidable por la conexión con el público, los compositores, las cantantes y la agrupación musical.


Hoy, con la Fundación Voces Femeninas del Folclor Internacional legalmente registrada en Colombia, Glenda Zavala continúa subiendo peldaños en la difusión del folclor vallenato, impulsando nuevos proyectos que buscan fortalecer y visibilizar a las mujeres que aman y defienden el folclor vallenato a nivel internacional.

Glenda Zavala Madura es una mujer que lucha y persevera cada día para alcanzar sus sueños demostrando así que el folclor vallenato llega a todas partes y es un patrimonio que nos une en todo el mundo sin diferencias ni nacionalidad.

Redes Sociales:

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«Mujer, Tú Eres Vallenato»: cuando la voz femenina despierta el folclor

«Es una expresión bonita cuando canta una mujer»: Alberto «Beto» Murgas (acordeonista y compositor vallenato).

Por Ramiro Elías Álvarez Mercado

“Mujer, tú eres Vallenato” es más que el título de un merengue: es una declaración luminosa nacida de la pluma sensible del hombre de leyes y compositor Ignacio Cantillo Vázquez, quien con visión y alma Caribe levanta un canto necesario, un espejo donde el folclor se mira y reconoce lo que siempre ha sido verdad. En las voces de Ule Rumbo, angelical y serena como un susurro del alba, e Ivo Díaz, poderoso y original como un viento que baja de la Sierra con la fuerza de la naturaleza, la obra encuentra su equilibrio perfecto. Y sobre ellos, como un vuelo de mariposa que sabe ser tormenta, el acordeón magistral del Rey de Reyes Almes Granados, fiel alumno de los juglares de antaño, le da el brillo majestuoso que solo la maestría auténtica puede ofrecer, hilando notas con la sabiduría de quien conversa con el pasado.

La canción desmonta con firmeza los viejos prejuicios que algunos todavía predican, esa idea gastada de que “pa’ cantar vallenato no ha nacido la mujer”. Cantillo no responde con rabia, sino con verdad: ¿Cómo negar voz a quien ha sido la inspiración de las más hermosas canciones que posee nuestro folclor? Desde tiempos remotos, la mujer ha sido la chispa que enciende al compositor, el silencio donde germina la melodía, la razón íntima del verso que busca refugio en el papel. Tiene todo el derecho y la herencia del alma, de cantar con su voz sonora, de expresar un amor grande, de bordar su historia en el pentagrama sentimental de la música vallenata.

Este merengue alegre celebra esa verdad innegable: cuando la mujer canta, se percibe una ternura distinta, una dulzura que no es debilidad sino revelación. Ese toque femenino que embellece el verso no adorna: transforma. El hombre que escucha esa mezcla de suavidad y embrujo corre el riesgo, bendito riesgo de enloquecer con su encanto. Cada palabra, en sus labios, se convierte en aroma, en brisa, en destello.

La canción también atraviesa otro territorio: el del acordeón, instrumento que por años fue considerado bastión exclusivo del “macho”. A quienes aún dicen que ninguna mujer puede quitarle jerarquía a un hombre tocando un fuelle, la canción les responde con la misma claridad con que canta un gallo al amanecer: no han visto a la nueva generación de acordeonistas. Mujeres que dominan el instrumento con la misma fuerza, técnica y sentimiento que cualquier rey de un festival, mujeres que tocan para competir, y para existir con verdad.

Por eso el tema invoca el nombre luminoso de la juglaresa Rita Fernández Padilla, una mujer que encarna el prototipo de los músicos completos (canta, compone e interpreta acordeón, guitarra y piano), una soñadora de tierras samarias que llegó a Valledupar a iluminar caminos. Su ejemplo abrió puertas, inspiró a muchas y dejó claro que el vallenato no crece cerrando espacios, sino abriendo todas sus orillas.

Porque en cualquier escenario, ellas se hacen sentir: tienen madera, tienen raíz, tienen tumbao. Con ese ritmo costeño que contagia y esa sensibilidad que vibra, hacen brotar canciones nuevas “como flores en abril”, llenas de vida y destino.

“Mujer, tú eres Vallenato” no es solo un homenaje: es un manifiesto poético y un acto de justicia. Afirma lo que la historia ya sabe: que la mujer no es solo musa, sino voz; no solo inspiración, sino creadora; no solo paisaje amado, sino faro y fundamento del folclor. Porque cada vez que una mujer canta o hace vibrar un acordeón, el vallenato no pierde su esencia: se engrandece, se vuelve más humano, más Caribe, más verdadero.

Cariñosamente,
Ramiro Elías Álvarez Mercado

Voces Femeninas del Folclor (Biografía)

Voces femeninas del folclor nace un 12 de noviembre del 2022 con el firme propósito de darle la oportunidad a mujeres cantantes y compositores de Colombia e internacionales para dar a conocer su talento y expandir la cultura a nivel mundial.

Es por este motivo que la compositora arubeña Glenda Zavala le nace la idea de apoyar a muchas mujeres que no poseen los recursos para grabar una canción, uniendo fuerzas con los compositores y de esta manera hacer posible este gran sueño.

El primer lanzamiento de Voces Femeninas del Folclor se realizó con un total de 12 canciones como invitadas en la interpretación  de 5 cantantes de Colombia y Venezuela: Michelle Comas, Karito Domínguez, Miriam Negrete, Ángela Orozco y Erika Berrío. Se contó con la participación de doce compositores qué aportaron sus canciones con una variedad de estilos. entre ellos: Manlio Enrique Añez, Álvaro Pérez Vergara, Humberto Vargas Bravo, Darío López Ecker, José Abuabara, Edwin Benítez Julio Díaz Torrejano, Eder Jiménez, Guadis Carrasco, José Mercado Porras, Glenda Zavala Maduro e Indira Fernández. Está producción fue realizada en los estudios del maestro Guadis Carrasco en Sincelejo, Sucre. 

En la segunda Producción Musical con un total de 13 canciones en diferentes estilos musicales, de la cual hicieron parte 11 compositores: Alex Medellín, Carmelo Pérez, Charly Rodríguez, Eustorgio García, Helber Pinedo, Glenda Zavala, Humberto Vargas, José Mercado Porras, José Olaya, Juancho Roldán y Manlio Añez. Complementándose con el talento de las cantantes Monita Castro, Estrella Cantillo, Malbi Blanco, Marta Solano, Michelle Comas, Mirley Rodríguez y Jacque Romero. La Producción fue realizada en los estudios del maestro Helber Pinedo en la Ciudad de Montería- Córdoba.

En la tercera producción musical participaron un total de 14 canciones, cada una representada por su respectivo compositor. Entre ellos destacan: Julio Díaz Torrejano, Carlos Simanca Torres, Eustorgio García, Glenda Zavala (directora del proyecto), Charly Rodríguez, Héctor Romero Bayuelo, Raúl “El Peke” Torres, Nicolás “Colacho” Araújo, Manlio Áñez Durán, Ray Palacios, Alberto Sánchez Plaza, Eduard Méndez, Alex Medellín y Juan Carlos Roldán.

Esta producción contó además con la participación de cinco cantantes, entre ellas la artista boliviana Linnett Acebey, así como Giseth Molinares, Malbi Blanco, Adaléxis García y Aury de la Cruz, quienes aportaron su talento para dar vida a este importante proyecto musical.

En la cuarta producción de Voces Femeninas del Folclor, cuyo lanzamiento oficial tuvo lugar el 18 de septiembre, se presentaron 13 canciones, respaldadas por el talento de 13 compositores. Entre ellos destacan: Víctor Teherán, Leonel Barreto, Héctor Romero Bayuelo, Darío López Ecker, la cantautora Naima Luz Cotes, Charly Rodríguez, Miguel Márquez Paternina, Leonardo Díaz, Juan Carlos Roldán, la homenajeada de este volumen, la compositora Yolanda Ariño, así como Julio Díaz-Torrejano, Raúl El PekeTorres, Glenda Zavala (Directora) y Linnett Acebey, también en calidad de cantautora.

Para esta producción musical participaron siete destacadas voces femeninas, quienes dieron vida y sentimiento a cada obra seleccionada. Ellas fueron: Malbi Blanco Romero, Patricia Merlano, Bau Gutiérrez, Yisell La Voz Rosa, Naima Luz Cotes (cantautora), Nataliana Vargas y Linnett Acebey (cantautora). En conjunto, estas artistas aportaron su estilo y sensibilidad para engrandecer este proyecto musical del año 2025.

El gran compromiso de este proyecto musical es seguir apoyando todo el talento que poseen muchas mujeres y compositores que no han tenido la oportunidad de surgir y darse a conocer, abriendo de esta manera una nueva puerta y reconociendo su talento en el mundo de la música.

Voces Femeninas del Folclore Internacional Vol. 4: Un lanzamiento lleno de poesía, sentimiento y tradición

El pasado 27 de noviembre se llevó a cabo el lanzamiento del Volumen 4 de Voces Femeninas del Folclor Internacional, con un gran concierto realizado en la Universidad Fábrica de Cultura de Barranquilla. Durante la presentación, el público pudo disfrutar de trece canciones pertenecientes a esta nueva producción musical, interpretadas por talentosas voces femeninas y respaldadas por la inspiración de destacados compositores.

El concierto también incluyó un homenaje a la compositora Yolanda Ariño, en el que se presentó una obra del Volumen 3, interpretada magistralmente por Aury de la Cruz como invitada especial, en dos canciones de Yolanda Ariño y el compositor Charly Rodríguez respectivamente.

En el intermedio del concierto se hizo una pausa para la entrega de reconocimientos a las cantantes, tambien a los compositores un detalle especial y a la maestra Yolanda Ariño otorgados por la Fundación Voces Femeninas del Folclor Internacional bajo la presidencia de la compositora Arubeña Glenda Zavala y en la Vicepresidencia de la periodista Belinda Olano.

El ambiente fue ameno y emotivo. Cada interpretación estuvo cargada de talento, armonía y ese sentimiento poético que caracteriza al folclor. El cierre fue “con broche de oro” con la obra “El Rescate del Folclor”, en ritmo de puya, interpretada por Malbi Blanco Romero, canción del compositor Víctor Teherán que llenó de energía al público.

La presentación oficial del concierto estuvo a cargo de la agrupación de Iván Ovalle, con Marco Jiménez en el acordeón y el maestro Tito Castilla en la caja, aportando ese toque auténtico de la música vallenata.

Fue, en definitiva, una tarde maravillosa en Barranquilla, llena de cultura, tradición y folclor. Voces Femeninas del Folclor reafirma su compromiso de seguir adelante con nuevas producciones y canciones interpretadas por mujeres que enaltecen y mantienen viva la esencia de la música vallenata.

Lcda. Belinda Olano Barrera
Nota de prensa

Una Tertulia e Integración que se hizo canto, espíritu y memoria bajo el cielo de Corozal

«El arte, cuando es bueno, es siempre entretenimiento»:
Bertolt Brecht (músico y dramaturgo alemán).

Por Ramiro Elías Álvarez Mercado

Hay encuentros que no suceden por azar, sino por el llamado invisible de la alegría. Son melodías secretas que la vida compone para recordarnos que la existencia, como un buen paseo vallenato, se disfruta mejor entre risas, versos y corazones dispuestos a cantar.
La amistad verdadera, esa que no se impone sino que florece, es una parranda sin hora de cierre: un espacio donde el alma se desnuda con confianza y la vida se vuelve música al compás del acordeón, la caja, la guacharaca, la trompeta, el clarinete y el redoblante.

Más que amigos, somos una manada que camina unida al ritmo del folclor que nos habita. Compartir esta tertulia fue como escuchar una canción que uno quisiera que nunca terminara.
Porque entre amigos la música es puente, es raíz, es destino. Y el vallenato, el porro y los aires del Caribe colombiano laten como un corazón colectivo que nos convoca y nos sostiene.

El jueves 20 de noviembre de 2025, Corozal parecía tener un brillo distinto, como si el pueblo supiera que algo memorable iba a ocurrir. Para mí fue un honor compartir con algunos integrantes del grupo de WhatsApp Tertulia Vallenata en una velada que trascendió lo cotidiano para convertirse en un ritual de hermandad sabanera.

La ocasión era especial: el cumpleaños del abogado, compositor y cantante Nicanor “Nica” Assia Vergara, un hombre que lleva en su voz la memoria viva del vallenato y del folclor sabanero. Un anfitrión generoso, dueño de un espacio donde la alegría entra sin pedir permiso. Su hospitalidad, bordada con sencillez y nobleza, convirtió su casa en un templo abierto al canto, a la palabra y al sentimiento. Cada gesto suyo fue una nota más en la partitura de afectos que solo los hombres de alma grande pueden interpretar.

Lo que empezó como un encuentro de amigos se transformó en un conversatorio fecundo donde la reflexión se entrelazó con la emoción. Se habló de raíces, de identidad, de la urgencia de honrar lo nuestro sin perder el eco del monte ni el polvo de la trocha. Fue un diálogo íntimo, casi filosófico, donde cada palabra encendía un candil en el pecho. Una tarde convertida en un festival del alma: sin tarimas, sin jurados, sin premios, en el que todos fuimos ganadores. Solo música, solo verdad.

Y cuando la palabra descansó para dejar pasar al sonido, ocurrió la revelación:
el maestro Samuel “Sammy” Ariza tomó el acordeón como quien toma entre los brazos a un ser amado. A su lado, su compañera Mónica Mendoza, presencia suave y luminosa, parecía custodiar cada nota. Con el fuelle al pecho, cada digitación dejaba ver el brillo de su anillo de matrimonio, chispa sagrada que recordaba su pacto de vida, de arte y de historia musical. Lo que interpretó no fue solo música: fue un rezo, una plegaria, una liturgia de excelencia. Una demostración exquisita de un músico que tiene su instrumento como una extensión de su cuerpo.

Entonces, como si el destino hubiese querido sellar el momento con grandeza, llegó el maestro Leonardo Gamarra Romero, leyenda del porro sabanero. A sus ochenta y cinco años sigue demostrando que los artistas verdaderos desafían calendarios. Nos regaló porros clásicos, cómo «Imágenes», «El Barroso Pineano», «Con la garrocha en la mano», recordándonos que la música de la sabana no envejece: se renueva en cada oído sensible que la escucha.

La noche siguió creciendo cuando irrumpió la Banda 8 de Septiembre de Sincé: clarinetes brillando como luciérnagas, trompetas levantando la brisa nocturna, el bombo estremeciendo la tierra, el redoblante marcando la columna vertebral del ritmo. Cada instrumento era un latido; cada melodía, un acto de afirmación cultural.

La escena se enriqueció con presencias de linaje musical:
Lisandrito Meza, hijo del prodigioso “Chane” Meza y nieto del legendario Lisandro Meza Márquez; y Deyson Jayk, quien honra y continúa el legado de su padre, José Jayk. Cada uno, portador de una herencia que no se hereda dormida, sino despierta, viva, urgente.

Cuando el alba comenzó a insinuarse, iniciamos el camino hacia la finca La Manuela, bautizada en honor a la hija del doctor Nica, quien junto a Nicanor Jr. son sus dos retoños. Allí, la sabana abrió su corazón como un libro sagrado. Los potreros verdes parecían oleajes detenidos, alfombras que cobran vida.
Las reses gordas y los caballos brillantes se movían con la calma de quienes saben que pertenecen a un paisaje eterno. La represa reflejaba el cielo como un espejo de Dios. El canto de grillos y ranas repetía su sinfonía mágica. Las aves de corral y los perros parecían unirse a nuestro encuentro por la tranquilidad con la que nos miraban. Y el viento traía olor a pasto fresco, a tierra bendecida, a vida plena.

Las pasturas en La Manuela no son paisajes: son presencia.Nos miran, nos reconocen, nos abrazan.

Y como todo rito Caribe necesita su pan y su fuego, llegó a la mesa lo que en nuestra región es identidad pura:

Chicharrones crujientes, dorados, casi poéticos; yuca tierna que se deshacía entre los dedos; queso costeño fresco; suero sabanero espeso y vivificante; sancocho trifásico, ese triángulo de sabores, equilibrio perfecto, entre el plátano, el ñame y la yuca, que se unen en una danza de texturas y aromas con las carnes de res, cerdo y gallina, que nos conecta con la tierra, la cultura y nuestra historia gastronómica; bocachico con sabor a ciénaga; ajonjolí, aroma de hogar antiguo; y un jugo de guayaba agria que sabía a infancia, a patio de tierra, a cielo abierto.

Cada bocado era un acto de memoria; cada sabor, un reconocimiento de quienes somos.

En ese ambiente de celebración y raíz, el licor llegó como un cómplice discreto del espíritu.
El Buchanan’s Master, con su aroma ahumado, traía consigo nieblas de Escocia y un susurro de gaitas antiguas; en cambio, la Club Colombia Dorada, fresca y alegre, nos regresaba de inmediato al calor vibrante de nuestra sabana.
Entre ambos se dio un diálogo de sabores, un puente invisible que nos hizo sentir vivos, conectados, bendecidos por la noche.

La parranda, con su música, sus voces, su licor y su hermandad, fue más que un festejo: fue un baile de almas.
Un espacio donde el tiempo se aflojó, donde las preocupaciones se desvanecieron, donde la alegría se volvió un idioma común.

El día avanzaba cuando ocurrió el momento que le dio sentido pleno a la tertulia: el doctor Nica, el hombre celebrado, tomó la palabra y su voz se volvió canto.
Su timbre, añejo y fresco a la vez, como los vinos que envejecen hacia adentro; es decir, volviéndose más exquisitos con sabores y aromas redondos e integradados. Se unió al acordeón de Sammy. Y juntos levantaron un movimiento ancestral que todavía vibra en la memoria. Fue un canto que parecía provenir de la tierra misma.

Y entonces, sin planearlo, sin anunciarlo, ocurrió el milagro sencillo que solo se da en el Caribe: todos nos volvimos cantantes.
Abrazados, hombro con hombro, cantamos como si el canto fuera nuestro idioma natural.
No hubo desafinados ni virtuosos: hubo almas.
Por un instante irrepetible fuimos la misma voz.

Así terminó la tarde en La Manuela: con el sol inclinándose como un músico cansado,
con la música flotando sobre nuestras cabezas, y con el corazón lleno de esa verdad que solo se revela en los territorios donde el tiempo camina al ritmo de los instrumentos y la vida se celebra como un milagro cotidiano.

Al lado de todos, irradiando calidez, estuvo siempre presente Adriana, esposa del doctor Nicanor, multiplicadora de sonrisas y elegancia silenciosa. También su madre Sonia y sus hermanas Beatriz, Katty y Sonia, presencias de dulzura profunda, paz y bondad.
Ellas sostuvieron la alegría del día con la fuerza suave que solo las mujeres de la sabana poseen.

Nica, Leo, Sammy, Eder y Nola: gracias por su amistad.
Gracias por recordarnos que en el Caribe colombiano, y esto lo sabe hasta la brisa, cada acorde es un pedazo de eternidad.

Y así, mientras la noche avanzaba con paso lento y la brisa de Corozal seguía murmurando antiguos secretos de la sabana, comprendimos que aquella parranda no era un festejo aislado sino un círculo sagrado donde la vida, el canto y la amistad se reconocían mutuamente. Allí, en ese rincón de la tierra costeña, entre el aroma del suero fresco, el eco del acordeón, el brillo del licor compartido y la sencillez luminosa de la comida que nace del territorio, algo mayor que nosotros mismos respiró con nosotros.

Porque en el fondo lo que celebramos no fue solo un cumpleaños ni una tertulia: celebramos el misterio de estar vivos, el milagro de encontrarnos, la fortuna de seguir siendo compañía en un mundo que a veces olvida la ternura. Cada brindis fue una plegaria; cada canción, una fogata; cada abrazo, un recordatorio de que la alegría también es un acto de resistencia espiritual.

Y mientras las estrellas parecían acercarse, inclinándose sobre el kiosco como testigos antiguos, entendimos que el Caribe no es solamente un lugar: es un modo de sentir, una forma de agradecer, una manera de mirar el mundo con la certeza de que todo vuelve, el canto, la brisa, los amigos, la memoria, porque todo lo que nace del corazón tiene vocación de eternidad.

Así cerramos el día y la noche, más el día que la siguió: con el alma encendida, con los espíritus en paz y con la conciencia íntima de que la hermandad que tejimos allí seguirá acompañándonos como una música que nunca se apaga, como un canto a la cultura y a la tierra que nos vio nacer, como un río que jamás olvida su camino hacia el mar.
Porque en el Caribe colombiano, el café se toma con historias, el viento susurra melodías y cada acorde es inmortal.

Atentamente,
Ramiro Elías Álvarez Mercado.

«Bodas de Oro”:el bolero donde el amor se hace tiempo.

«Poder sintetizar en las cinco o seis líneas de un bolero todo lo que el bolero encierra es una verdadera proeza literaria»: Gabriel García Márquez (escritor colombiano).

Por Ramiro Elías Álvarez Mercado

Hay canciones que no nacen de la imaginación, sino del alma que recuerda. “Bodas de Oro”, del cantautor Hochiminh Vanegas Bermúdez, no es un simple bolero: es una plegaria al amor perseverante, una ofrenda a la memoria viva de dos corazones que se negaron a rendirse ante el desgaste del tiempo.

Su historia germina en una reunión familiar cualquiera, en una conversación que se eleva por encima del ruido cotidiano. Una amiga menciona que sus padres celebrarán sus Bodas de Oro «cincuenta años de unión» y el asombro invade el aire como una epifanía. En un mundo donde los amores se disuelven con la prisa digital, donde el compromiso parece una reliquia, esa pareja convertida en historia real irradia la belleza de lo que permanece.

Vanegas Bermúdez, hijo de una madre que supo criar sola entre batallas y silencios, encuentra en ese relato un espejo luminoso y doloroso a la vez. La historia de quienes se amaron contra todos los pronósticos, que fueron rechazados, que huyeron a la ciudad con más sueños que certezas y con más fe que recursos, se convierte en la semilla de su canción. En ese amor fugitivo, Hochiminh reconoce la dignidad de los que fundan hogar desde la carencia, de los que edifican esperanza sobre la ternura.

Aunque su esencia artística proviene del universo vallenato, Hochiminh Vanegas Bermúdez aterriza con maestría en el territorio del bolero, buscando un tono más íntimo y romántico que le permitiera a la letra respirar con la cadencia del sentimiento. En ese tránsito musical, el artista no abandona sus raíces, sino que las transforma: el acordeón se silencia para darle paso a la guitarra, que asume el papel protagónico como instrumento principal y de acompañamiento, tejiendo con sus cuerdas la nostalgia de cada verso. A su alrededor, una delicada combinación de percusión, bongó, maracas y güiros, acompasa el ritmo de la memoria, mientras el piano y el bajo aportan la hondura emocional que envuelve la melodía en un halo de eternidad. Todo el conjunto sonoro se convierte en un lenguaje de emociones donde cada nota parece latir con la historia que se canta.

Así nace este bolero: en el cruce entre la nostalgia y el homenaje, entre la carencia y la plenitud. “Hicimos hogar como linda tacita de plata”, canta, y esa metáfora resume medio siglo de trabajo y paciencia, de amor que pule su brillo con los años. No hay artificio, solo la poesía de lo cotidiano: la casa que se levanta, los hijos que crecen, las tormentas que pasan sin romper el vínculo, el amor que envejece sin marchitarse.

El bolero, género inmortal del romanticismo latinoamericano, vuelve a ser aquí lo que siempre fue: una confesión hecha melodía, una ceremonia donde la palabra se abraza con la música para resistir el olvido. Hochiminh le devuelve al bolero su poder más puro: el de recordarnos que amar no es un instante, sino una constancia; no es promesa, sino persistencia.

“Bodas de Oro” no solo celebra una pareja: celebra una ética. La del compromiso que florece en la adversidad, la del amor que se asienta no sobre la pasión fugaz, sino sobre la construcción paciente del nosotros. Ese amor que no depende del “qué dirán”, sino de la voluntad diaria de permanecer.

En su interpretación, el bolero se convierte en un ritual íntimo, en una bendición compartida. Las guitarras son las voces del tiempo, y la melodía, un abrazo a los que aún creen que el amor verdadero es el único lujo que no se compra ni se copia.

Que esta canción sirva, como desea su autor, de inspiración para los jóvenes y las parejas del siglo veloz. Que nos recuerde que el amor no se mide en años, sino en cicatrices superadas juntos; que la tecnología podrá acelerar la vida, pero nunca reemplazará el milagro de dos almas que se acompañan hasta volverse eternidad.

Porque en un mundo que olvida rápido, “Bodas de Oro” nos invita a recordar lento.
Y en ese recuerdo, el bolero vuelve a ser lo que siempre fue:
la forma más humana del amor hecho música.

Atentamente,
Ramiro Elías Álvarez Mercado.